miércoles, 27 de abril de 2011

¿CUANDO PERDERÁ EL DÓLAR SU VALOR HEGEMÓNICO?

Alejandro Nadal / La Jornada
La crisis global ha puesto en entredicho el orden económico que prevaleció desde la Segunda Guerra Mundial. Hoy es evidente que el papel hegemónico del dólar estadunidense no es sostenible. Por sus implicaciones sobre la estabilidad de los tipos de cambio y de los mercados financieros, éste es uno de los aspectos más importantes de las transformaciones que sufrirá la economía mundial en los próximos años.
El dólar sigue siendo la moneda preferida para mantener reservas internacionales, pero su importancia ha ido declinando. Según el Banco de Pagos Internacionales, entre 2001 y 2007 las reservas oficiales de divisas que los bancos centrales del mundo mantuvieron en dólares pasaron de 71.5 a 64.1 por ciento. Para 2010 ese porcentaje era de 61.3 por ciento. Es decir, la mayor parte de esa reducción se produjo antes de la crisis y estuvo ligada a la emergencia del euro y otras monedas como candidatos fuertes a competir con el dólar.
Entre 2001 y 2007 el porcentaje de transacciones de divisas en las que participó el dólar pasó de 90 a 85.6 por ciento. Es decir, antes de que estallara la crisis global el dólar perdió algo de importancia en las transacciones en divisas. En contraste, entre 2007 y 2010 la participación del dólar en esas transacciones disminuyó apenas medio punto porcentual. Es decir, aunque a la baja, en el mercado mundial de divisas el dólar mantiene su hegemonía.
Es cierto que la debacle económica también afectó al euro. Pero si la unión monetaria es capaz de superar el temporal, en unos pocos años la moneda común europea podría consolidarse, recuperar su valor y, sobre todo, su credibilidad. Ciertamente su sistema financiero está en condiciones de satisfacer la demanda de liquidez de la economía mundial. Por supuesto, todo esto requiere que efectivamente la Unión Europea pueda llevar a cabo las transformaciones estructurales que se necesitan en el plano de la política macroeconómica.
Algunas proyecciones del Fondo Monetario Internacional indican que en 2016 Estados Unidos dejará de ser la economía más grande del mundo y será superada por la de la República Popular China. En términos de la paridad de poder de compra la economía china pasará de 11.2 a 19 billones (castellanos) de dólares entre 2011 y 2016, mientras la estadunidense pasará de 15.2 a 18.8 billones en el mismo periodo.
Muchos piensan que, en ese caso, el renminbi podría convertirse en la nueva moneda de reserva internacional. No necesariamente. El tamaño de una economía es siempre objeto de debate. La paridad de poder de compra no es el mejor indicador porque los precios de los bienes no comerciables pueden distorsionar la medida. Para jerarquizar por tamaños a las economías del mundo, es preferible utilizar el PIB a precios corrientes. Claro, aquí también juega un papel importante el tipo de cambio utilizado. Pero en el caso de las economías de China y Estados Unidos, casi con cualquier paridad plausible la segunda seguirá siendo la más grande del mundo en 2016.
Aún cuando la economía china se convierta en la más grande del mundo, eso no es suficiente para que su moneda sea la divisa de referencia internacional. Para ello se requiere que existan los mecanismos que permitan tener acceso al renminbi en cantidades suficientes para satisfacer las necesidades de liquidez de la economía mundial. Una posibilidad sería que China mantuviera de manera sistemática un déficit en su cuenta corriente, por ejemplo, aumentando el consumo. Eso se ve difícil: hoy el consumo agregado en China ronda el 35 por ciento del PIB, lo que quiere decir que falta mucho para que esa variable pueda contribuir a mantener un déficit en cuenta corriente. Parece que el superávit chino seguirá siendo parte integral del paisaje económico internacional por varios años.
Otra posibilidad es que China termine por abrir completamente sus mercados financieros para que cualquier extranjero pueda adquirir títulos denominados en renminbi en cantidades importantes. Pero para ello será necesario un paquete de reformas en el sistema bancario y no bancario que hoy por hoy la administración en Beijing se resiste a impulsar.
Para Estados Unidos, la pérdida del poder del dólar es un proceso contradictorio. Poder financiar su déficit en cuenta corriente con su propia moneda le otorga una prerrogativa extraordinaria. Pero si ese país deja esa cómoda posición tendría que crecer más, generar más empleo y mantener su nivel de endeudamiento bajo control. Eso no le vendría mal (y a sus vecinos, como México, tampoco). Es cierto que el centro de poder financiero en Estados Unidos no está dispuesto a perder sus privilegios tan fácilmente. Pero llegará el día en que nadie le pida su opinión para diversificar las divisas en las que mantiene sus reservas.
La reforma del sistema monetario mundial no será un proceso fácil. Pero por lo menos queda claro que la idea de mantener una moneda mundial que descanse sobre el déficit astronómico de Estados Unidos no es la mejor opción.


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