domingo, 17 de abril de 2011

TERCERA CUMBRE BRICS EN CHINA; DE LA GEOECONOMÍA A LA GEOPOLÍTICA

Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme / La Jornada
Tras las dos primeras cumbres en Rusia y Brasil, correspondió a China ser anfitrión en la ciudad de Sanya (isla de Hainan) de la tercera reunión cupular del ahora pentapartito BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que constituye más de 20 por ciento del PIB global, más de 42 por ciento de la población mundial, 30 por ciento de la extensión territorial planetaria y 15 por ciento del comercio internacional, pero que todavía no refleja en los hechos su poderío geoeconómico ni su potencial geoestratégico, lo cual resulta aberrantemente anómalo.
Agregaría que el BRICS consta de tres potencias nucleares: Rusia, superpotencia a la par de EU, y otras dos respetablemente medianas, China e India.
Además, el grupo cuenta con un gigante, Brasil, que en cualquier momento puede dotarse de bombas nucleares, y de Sudáfrica que desmanteló voluntaria e insólitamente su arsenal de seis bombas nucleares.
Independientemente de que cada miembro sea una potencia regional en su respectiva esfera de influencia, el punto nuclear es nodal –especialmente en el caso de Rusia–, porque resalta el perfil geopolítico que puede adquirir relevantemente el BRICS, más allá de su inevitable consagración geoeconómica cuando la misma NASA lo admite en sus "tendencias económicas" de 2025.
Se ha criticado mucho que el BRICS haya adoptado un paso de tortuga en la edificación institucional del nuevo orden multipolar y no se atreva a poner alto a la insolencia del caduco orden unipolar, el cual, pese a la evidencia de la fase final de su hundimiento, sigue depredando financiera, económica, energética, alimentaria, ambiental y militarmente al planeta.
China llegó muy fortalecida (con más de 3 millones de millones de dólares de reservas de divisas), pero paradójica y sincrónicamente muy vulnerable (la hiperinflación alimentaria y de los energéticos: su talón de Aquiles).
Los comentarios del rotativo chino Global Times han sido muy desiguales y van desde la pusilanimidad (14/4/11) hasta la candidez de Liu Linlin (15/4/11).
En forma individual cada miembro del BRICS se ha agotado en implorar la transformación de las disfuncionales cuan caducas instituciones de casi 66 años de enmohecimiento.
A lo sumo, los BRICS han conseguido migajas (por cierto, dolorosamente extraídas) del añejo orden anglosajón, quien les ha dorado la píldora con su incrustación cosmética tanto en el catatónico G-20 como en su mayor participación en el consejo directivo del FMI (donde aún predomina el veto unipolar de EU, pese a su doble insolvencia financiera y monetaria, que mantiene unilateralmente gracias a su paraguas nuclear-militarista).
Ahora, según Liu Linlin, el "BRICS propone una agenda global" en la que "se compromete (¡supersic!) en conjunto a reformar las instituciones financieras del mundo".
Pareciera que el BRICS –en sus balbuceos, una agrupación atípica de corte economicista– desea sacudirse el yugo financierista de la dupla anglosajona pero sin conocer el método. Todavía no se percata de que el G-20 –invento de la dupla anglosajona para ganar ilusamente tiempo– no ha resultado en el camino apropiado para acelerar la transición al orden multipolar aún incipiente.
Es óptimo el diagnóstico del BRICS sobre la crisis financiera, aunque aburridamente archisabido: la unipolaridad del dólar como divisa de reserva de última instancia; la deuda anglosajona, y la especulación de los alimentos y los energéticos con los "derivados financieros" de la insolvente banca "occidental" (controlada por el sionismo financierista).
Todavía el BRICS no se pone de acuerdo sobre los "derechos especiales de giro" (la unidad contable del FMI) ni la "convertibilidad" del yuan (Reuters, 14/4/11).
Sin llegar a una tercera guerra mundial que tanto anhelan los banqueros de Wall Street y Londres (controlados por el sionismo financierista), es con actos y no con retórica idílica, ya no se diga filípicas huecas, que el BRICS podrá forzar la construcción del nuevo orden financiero global que, por imperativo coyuntural, debe empezar siendo primero regional, con sus propias divisas, y olvidarse de las insolventes monedas-chatarra de la anglósfera que se desploman solas.
Que el BRICS haya optado por intercambiar entre sí sus propias divisas en lugar del inservible dólar apunta en el camino correcto que debe tener como horizonte la creación de la "divisa BRICS" –a mi muy humilde entender, apuntalada por el oro y la plata– después de que cada miembro se haya consolidado en su respectiva esfera de influencia. Las finanzas son en última instancia geopolítica depurada, es decir, geofinanzas.
Evidentemente que la geopolítica refracta tanto el arte de lo posible como las restricciones geográficas (con sus recursos tanto humanos como de materias primas).
Por cierto, llamó poderosamente la atención la asombrosa aseveración del canciller ruso, Serguei Lavrov, de que “ante todo, el BRICS es una unión geopolítica (¡supersic!) –citado por Fiodor Lukiánov (Ria Novosti, 14/4/11).
Liu Linlin evoca a Lin Yueqin, académico especialista del BRICS, quien aduce que la postura pentapartita en el caso libio (léase: la crítica a los bombardeos de la OTAN y la adopción de la mediación de la Unión Africana para un cese al fuego y el diálogo negociador autóctono) "marca su deseo de extender su influencia más allá de la economía y las finanzas" con el fin de "romper el dominio del mundo desarrollado en la política global". Es un buen punto de partida, pero insuficiente.
Pesan las limitaciones: "China es todavía superdependiente comercialmente de los países desarrollados", descubre crudamente Lin Yueqin, cuando el volumen comercial de China con el BRICS es de unos mediocres 200 mil millones de dólares al año, "menor al volumen con Sudcorea".
Liu Linlin recurre al estadunidense miembro del Partido Republicano Patrick Chovanec, de la Universidad Tsinghua, quien dramatiza "las disputas territoriales y las divergencias políticas" en el BRICS que "ostenta agendas inconsistentes". Entonces, ¿para que se reúne?
Nadie está afirmando que el BRICS sea una santa alianza militarista (tipo OTAN), pero tampoco es "un foro de discusión", como lo degrada Chovanec, al estilo del vulgar Foro APEC que no sirvió para nada.
Hay dos problemas conceptuales en medio del cataclismo unipolar: el tiempo apremiante de las decisiones y el suicidio del modelo anglosajón (controlado por el sionismo financierista) que desea arrastrar en su naufragio al resto del orbe (el síndrome Sansón), en especial al BRICS.
Nadie está exigiendo, como se extravía Global Times, "una alianza antioccidente" (quien se aniquila solo), pero tampoco se puede confiar en que los destructores multidimensionales del planeta se erijan ahora en sus nuevos reordenadores y reformadores (v. gr., el G-20).
En la fase del desorden global y del suicidio unipolar, la oportunidad teórica e histórica de los miembros del BRICS radica en posicionarse como los "fractales" polares regionales, es decir, los inductivos puntos reordenadores y reconstructivos del nuevo orden multipolar. La transición multipolar no puede esperar más. Estos no son tiempos comunes.

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