Antonio Gershenson / La Jornada
El pasado 28 de noviembre, en estas páginas, mostraba yo las ventajas enormes de los ferrocarriles de alta velocidad sobre el transporte por carretera y, en caso extremo, por automóvil. Decía yo que “China, como parte de su inversión para la recuperación frente a la situación crítica internacional que empezó hace poco más de dos años, trazó un plan para construir decenas de nuevas líneas de ferrocarriles de alta velocidad, además de otros ferrocarriles. Esa experiencia demuestra que este programa de recuperación fue positivo y que está dando buenos resultados, pues rápidamente el producto global doméstico trimestral volvió a crecer.
Los ferrocarriles más recientes tienen una velocidad promedio de 350 kilómetros por hora. La eficiencia energética de éstos se aprecia con estos datos: en el transporte por pasajero, consume un tercio de la energía que en un camión, una cuarta parte que en un avión, y una sexta parte que en un coche.
Pues ahora vemos que este ejemplo chino empieza a ser seguido hasta por países petroleros del golfo Pérsico. Han proliferado los coches, pero ahora, con el petróleo y la gasolina caros, se instalan sistemas de Metro y ferrocarriles de alta velocidad. Ya está en construcción el que va de La Meca a Medina, ruta de las peregrinaciones musulmanas. Y están otros en planeación, en varios pequeños países, rutas a lo largo de la costa del Pérsico. También otros en Saudi Arabia.
También es importante lo que sucede en Europa. Ya había ahí importantes redes de ferrocarriles de alta velocidad. Ahora, pese a los elementos de crisis que ha habido, se construyen nuevas rutas, incluso con ferrocarriles de origen chino y japonés, tal vez más baratos que los europeos. También se van computarizando los sistemas.
En Rusia funcionan ferrocarriles de alta velocidad entre San Petersburgo y Moscú, y luego se agregó de esta última ciudad a Nizhny Nóvgorod. Las tres ciudades están a lo largo del Ferrocarril Transiberiano, lo cual puede indicar que la ruta de los trenes rápidos va en dirección a Asia. Por otro lado, en China se extienden ferrocarriles de alta velocidad desde las grandes ciudades del Pacífico hasta Urumchi (se escribe Urumqi), hasta donde se construye el tramo final, ya cerca de fronteras con varios países. De ahí siguen trenes eléctricos a la frontera con Kazajstán, ya cerca de Siberia.
Para reducir costos de energía –en este caso energía eléctrica– en los ferrocarriles de alta velocidad, por ejemplo, se sustituye el acero con aluminio donde esto es compatible con una buena operación. Al pesar menos, el ferrocarril consume menos energía.
Hay muy diversas medidas para reducir el uso de automóviles. En Londres se cobra la entrada en coche a la parte céntrica de la ciudad. En otras ciudades europeas se han tomado medidas similares, como cobrar muy caro los estacionamientos en la zona céntrica, o de plano prohibir la entrada a la misma a coches particulares.
Se han estado introduciendo, en especial en Inglaterra, autobuses de pasajeros con motor híbrido, que combina el aprovechamiento de un motor diesel con otro eléctrico. Se acaban de comprar para Londres 955 de estos camiones. Hay algunos autobuses con motor de células de combustible de hidrógeno (eléctricos) que de plano no contaminan, pero son mucho más caros que los híbridos. Con el petróleo a 120 dólares por barril, estas medidas implican una inversión recuperable en plazos no muy largos.
En California, la gasolina ya cuesta cuatro dólares el galón, precio que no se veía en años. Esto desalienta el uso, en especial, del automóvil individual, y se habla de un tren rápido entre Los Ángeles y San Francisco.
En México, con gobiernos federales del atraso, no se han tomado medidas de importancia en este sentido. Ya no digamos ferrocarriles de alta velocidad, ni siquiera ferrocarriles de pasajeros en general.
Con un programa ferroviario en México se lograrían varios beneficios. Se aumenta el empleo, no sólo en la construcción de vías, estaciones y ferrocarriles, sino en la producción de acero, concreto y otros materiales.
Se reduciría el consumo de combustibles no renovables y, en general, se logra un consumo más eficiente de la energía.
Con los pasajeros y la carga trasladados por ferrocarril se logra una descongestión de carreteras y en general de las vías de comunicación existentes.
El transporte por tren es más barato, lo cual reduce los precios de las mercancías.
En la aviación, los vuelos, en la mayoría de los casos, se hacen pocas veces al día o incluso menos. Los ferrocarriles de alta velocidad, en rutas europeas importantes, van cada media hora. En China hay rutas en que el tren sale cada 10 minutos, y en horas pico cada cinco, y cada ferrocarril lleva mil pasajeros. De modo que mejora notablemente el transporte.
Pero en México se estimulan los coches, incluso los traga-gasolina.
El pasado 28 de noviembre, en estas páginas, mostraba yo las ventajas enormes de los ferrocarriles de alta velocidad sobre el transporte por carretera y, en caso extremo, por automóvil. Decía yo que “China, como parte de su inversión para la recuperación frente a la situación crítica internacional que empezó hace poco más de dos años, trazó un plan para construir decenas de nuevas líneas de ferrocarriles de alta velocidad, además de otros ferrocarriles. Esa experiencia demuestra que este programa de recuperación fue positivo y que está dando buenos resultados, pues rápidamente el producto global doméstico trimestral volvió a crecer.
Los ferrocarriles más recientes tienen una velocidad promedio de 350 kilómetros por hora. La eficiencia energética de éstos se aprecia con estos datos: en el transporte por pasajero, consume un tercio de la energía que en un camión, una cuarta parte que en un avión, y una sexta parte que en un coche.
Pues ahora vemos que este ejemplo chino empieza a ser seguido hasta por países petroleros del golfo Pérsico. Han proliferado los coches, pero ahora, con el petróleo y la gasolina caros, se instalan sistemas de Metro y ferrocarriles de alta velocidad. Ya está en construcción el que va de La Meca a Medina, ruta de las peregrinaciones musulmanas. Y están otros en planeación, en varios pequeños países, rutas a lo largo de la costa del Pérsico. También otros en Saudi Arabia.
También es importante lo que sucede en Europa. Ya había ahí importantes redes de ferrocarriles de alta velocidad. Ahora, pese a los elementos de crisis que ha habido, se construyen nuevas rutas, incluso con ferrocarriles de origen chino y japonés, tal vez más baratos que los europeos. También se van computarizando los sistemas.
En Rusia funcionan ferrocarriles de alta velocidad entre San Petersburgo y Moscú, y luego se agregó de esta última ciudad a Nizhny Nóvgorod. Las tres ciudades están a lo largo del Ferrocarril Transiberiano, lo cual puede indicar que la ruta de los trenes rápidos va en dirección a Asia. Por otro lado, en China se extienden ferrocarriles de alta velocidad desde las grandes ciudades del Pacífico hasta Urumchi (se escribe Urumqi), hasta donde se construye el tramo final, ya cerca de fronteras con varios países. De ahí siguen trenes eléctricos a la frontera con Kazajstán, ya cerca de Siberia.
Para reducir costos de energía –en este caso energía eléctrica– en los ferrocarriles de alta velocidad, por ejemplo, se sustituye el acero con aluminio donde esto es compatible con una buena operación. Al pesar menos, el ferrocarril consume menos energía.
Hay muy diversas medidas para reducir el uso de automóviles. En Londres se cobra la entrada en coche a la parte céntrica de la ciudad. En otras ciudades europeas se han tomado medidas similares, como cobrar muy caro los estacionamientos en la zona céntrica, o de plano prohibir la entrada a la misma a coches particulares.
Se han estado introduciendo, en especial en Inglaterra, autobuses de pasajeros con motor híbrido, que combina el aprovechamiento de un motor diesel con otro eléctrico. Se acaban de comprar para Londres 955 de estos camiones. Hay algunos autobuses con motor de células de combustible de hidrógeno (eléctricos) que de plano no contaminan, pero son mucho más caros que los híbridos. Con el petróleo a 120 dólares por barril, estas medidas implican una inversión recuperable en plazos no muy largos.
En California, la gasolina ya cuesta cuatro dólares el galón, precio que no se veía en años. Esto desalienta el uso, en especial, del automóvil individual, y se habla de un tren rápido entre Los Ángeles y San Francisco.
En México, con gobiernos federales del atraso, no se han tomado medidas de importancia en este sentido. Ya no digamos ferrocarriles de alta velocidad, ni siquiera ferrocarriles de pasajeros en general.
Con un programa ferroviario en México se lograrían varios beneficios. Se aumenta el empleo, no sólo en la construcción de vías, estaciones y ferrocarriles, sino en la producción de acero, concreto y otros materiales.
Se reduciría el consumo de combustibles no renovables y, en general, se logra un consumo más eficiente de la energía.
Con los pasajeros y la carga trasladados por ferrocarril se logra una descongestión de carreteras y en general de las vías de comunicación existentes.
El transporte por tren es más barato, lo cual reduce los precios de las mercancías.
En la aviación, los vuelos, en la mayoría de los casos, se hacen pocas veces al día o incluso menos. Los ferrocarriles de alta velocidad, en rutas europeas importantes, van cada media hora. En China hay rutas en que el tren sale cada 10 minutos, y en horas pico cada cinco, y cada ferrocarril lleva mil pasajeros. De modo que mejora notablemente el transporte.
Pero en México se estimulan los coches, incluso los traga-gasolina.
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