Jesús Alberto Cano Vélez * / Excelsior
Es menester volver a fortalecer las instituciones de crédito para adecuarlas a las condiciones actuales del país y del mundo, y promover una política crediticia que canalice financiamiento a las actividades prioritarias que requiere México.
La política crediticia es parte del instrumental con que deben contar las autoridades financieras y es pieza clave de la política monetaria y crediticia, si bien su instrumentación comprende una estructura institucional más extensa, que sólo el Banco de México y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
En diversos momentos del turbulento Siglo XX posrevolucionario, los diferentes gobiernos se enfocaron en aplicar políticas crediticias, mientras configuraban un sistema financiero con las instituciones que iba requiriendo el país, para enfrentar los formidables retos internos y los que venían del exterior. Comprendía las actuaciones crediticias de las entidades financieras creadas con fines específicos, y la incipiente banca privada. Sus atribuciones crediticias eran las siguientes:
Banca Privada en conjunción con el Banco de México:
• La institucionalización del encaje legal con un doble propósito
1. Regulación macroeconómica monetaria y crediticia y
2. Asignación selectiva del crédito para actividades específicas, según los “cajones de crédito”
Banca de desarrollo:
• NAFINSA, banco de desarrollo para el sector industrial;
• BANOBRAS, banco de apoyo a los Estados y Municipios;
• BANRURAL, banco de desarrollo para el sector agropecuario;
• BCOMEXT, banco de desarrollo para promover el comercio exterior mexicano;
• BANPESCA, banco de desarrollo para al sector pesquero; y
• BANPECO, banco de apoyo al pequeño comercio;
Fideicomisos Financieros de Fomento:
• INFRATUR / FONATUR, para el desarrollo e infraestructura del sector turismo;
• FIRA, para créditos refaccionarios y asistencia técnica al campo;
• FOVI, FOGA para apoyo a la vivienda de interés social;
• FOGAIN para apoyo a la industria mediana y pequeña; y
• FOMEX, para promover las exportaciones de productos manufactureros:
Este instrumental de la política crediticia se fue creando durante el período de desarrollo institucional posrevolucionario, que comprendió los 50 años entre 1932 y 1982. Fue medio siglo de altos ritmos de crecimiento económico y de avances significativos en las metas de desarrollo económico.
El crecimiento anual promedio fue de 6% en todo el período; en los primeros 25 años --con depresión y guerra mundiales-- coincidió con algunos años de inflación y en los segundos 25 años el crecimiento promedio se elevó a poco más de 6% anual, y la inflación tendió a estabilizarse en alrededor del 3% anual.
Hoy día no se percibe que tengamos una política crediticia que activamente promueva el crecimiento; ni una banca de desarrollo que haga cosas propias de su condición, sustancialmente diferentes a las de la banca comercial; y sin embargo necesitamos ambas: una banca de desarrollo y la política crediticia.
Es raro el momento que estamos viviendo en México, en la económica y en el papel del Estado. Las autoridades federales rechazan como indeseable la intervención gubernamental en la economía, pero tenemos Secretarías de Estado ejerciendo algunas funciones crediticias, como si fueran bancos, pero sin la metodología ni el rigor de una entidad financiera.
Además, se toman medidas que parecen desconectadas de las metas económicas que deberíamos perseguir. Por ejemplo, mientras que todos los países están atentos a su mercado interno y su desempleo, en esta crisis, nosotros seguimos ampliando la política de libre comercio. Está el caso de la Secretaría de Economía, que en vez de proteger el empleo en México, baja aranceles y fomenta nuevos tratados de libre comercio, amenazando con un mayor drene al exterior para que la demanda de bienes en México sea satisfecha por importaciones, con la consecuente generación de empleos en esos países.
Finalmente, la banca comercial apoya muy poco las empresas productivas, especialmente a las medianas y pequeñas. Su énfasis ha estado en crédito al consumo, especialmente vía tarjetas de crédito; y hasta recientemente, antes del inicio de la crisis, en vivienda. Por supuesto, también ha venido apoyando las necesidades crediticias de empresas grandes.
México necesita una política financiera más activa y orientada a apoyar la producción, la inversión y el empleo, que involucre a la Secretaría de Hacienda, al Banco de México y a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. Debe haber más claridad de que los efectos de la recesión mundial en la economía mexicana tienen que ser combatidos por políticas públicas mexicanas y que no debemos esperar a que Estados Unidos la haga de Chapulín Colorado y venga a nuestro rescate.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
Es menester volver a fortalecer las instituciones de crédito para adecuarlas a las condiciones actuales del país y del mundo, y promover una política crediticia que canalice financiamiento a las actividades prioritarias que requiere México.
La política crediticia es parte del instrumental con que deben contar las autoridades financieras y es pieza clave de la política monetaria y crediticia, si bien su instrumentación comprende una estructura institucional más extensa, que sólo el Banco de México y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
En diversos momentos del turbulento Siglo XX posrevolucionario, los diferentes gobiernos se enfocaron en aplicar políticas crediticias, mientras configuraban un sistema financiero con las instituciones que iba requiriendo el país, para enfrentar los formidables retos internos y los que venían del exterior. Comprendía las actuaciones crediticias de las entidades financieras creadas con fines específicos, y la incipiente banca privada. Sus atribuciones crediticias eran las siguientes:
Banca Privada en conjunción con el Banco de México:
• La institucionalización del encaje legal con un doble propósito
1. Regulación macroeconómica monetaria y crediticia y
2. Asignación selectiva del crédito para actividades específicas, según los “cajones de crédito”
Banca de desarrollo:
• NAFINSA, banco de desarrollo para el sector industrial;
• BANOBRAS, banco de apoyo a los Estados y Municipios;
• BANRURAL, banco de desarrollo para el sector agropecuario;
• BCOMEXT, banco de desarrollo para promover el comercio exterior mexicano;
• BANPESCA, banco de desarrollo para al sector pesquero; y
• BANPECO, banco de apoyo al pequeño comercio;
Fideicomisos Financieros de Fomento:
• INFRATUR / FONATUR, para el desarrollo e infraestructura del sector turismo;
• FIRA, para créditos refaccionarios y asistencia técnica al campo;
• FOVI, FOGA para apoyo a la vivienda de interés social;
• FOGAIN para apoyo a la industria mediana y pequeña; y
• FOMEX, para promover las exportaciones de productos manufactureros:
Este instrumental de la política crediticia se fue creando durante el período de desarrollo institucional posrevolucionario, que comprendió los 50 años entre 1932 y 1982. Fue medio siglo de altos ritmos de crecimiento económico y de avances significativos en las metas de desarrollo económico.
El crecimiento anual promedio fue de 6% en todo el período; en los primeros 25 años --con depresión y guerra mundiales-- coincidió con algunos años de inflación y en los segundos 25 años el crecimiento promedio se elevó a poco más de 6% anual, y la inflación tendió a estabilizarse en alrededor del 3% anual.
Hoy día no se percibe que tengamos una política crediticia que activamente promueva el crecimiento; ni una banca de desarrollo que haga cosas propias de su condición, sustancialmente diferentes a las de la banca comercial; y sin embargo necesitamos ambas: una banca de desarrollo y la política crediticia.
Es raro el momento que estamos viviendo en México, en la económica y en el papel del Estado. Las autoridades federales rechazan como indeseable la intervención gubernamental en la economía, pero tenemos Secretarías de Estado ejerciendo algunas funciones crediticias, como si fueran bancos, pero sin la metodología ni el rigor de una entidad financiera.
Además, se toman medidas que parecen desconectadas de las metas económicas que deberíamos perseguir. Por ejemplo, mientras que todos los países están atentos a su mercado interno y su desempleo, en esta crisis, nosotros seguimos ampliando la política de libre comercio. Está el caso de la Secretaría de Economía, que en vez de proteger el empleo en México, baja aranceles y fomenta nuevos tratados de libre comercio, amenazando con un mayor drene al exterior para que la demanda de bienes en México sea satisfecha por importaciones, con la consecuente generación de empleos en esos países.
Finalmente, la banca comercial apoya muy poco las empresas productivas, especialmente a las medianas y pequeñas. Su énfasis ha estado en crédito al consumo, especialmente vía tarjetas de crédito; y hasta recientemente, antes del inicio de la crisis, en vivienda. Por supuesto, también ha venido apoyando las necesidades crediticias de empresas grandes.
México necesita una política financiera más activa y orientada a apoyar la producción, la inversión y el empleo, que involucre a la Secretaría de Hacienda, al Banco de México y a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. Debe haber más claridad de que los efectos de la recesión mundial en la economía mexicana tienen que ser combatidos por políticas públicas mexicanas y que no debemos esperar a que Estados Unidos la haga de Chapulín Colorado y venga a nuestro rescate.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
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