Jean Meyer / El Universal
A la hora del centenario del 20 de noviembre de 1910, del inicio de la Revolución maderista, debemos recordar con nostalgia esa otra revolución que contribuyó poderosamente a la Revolución Mexicana: la del ferrocarril. Entre 1880 y 1910 una telaraña de rieles tendida a lo largo del país contribuyó a volverlo “nacional”, a unificar el espacio y a forjar la nación mexicana. Pero las locomotoras que jalaron hacia el sur los trenes de la División del Norte, de los ejércitos de Álvaro Obregón y Pablo González, hace tiempo que dejaron de silbar; los talleres del ferrocarril en Aguascalientes dejaron de trabajar y el equipo de Los Rieleros se quedó huérfano. Pereza, corrupción, inercia y miopía se unieron a la conveniencia política electoralista para dejar morir lentamente nuestros ferrocarriles.
Ahora se impone su resurrección, se presenta la posible revancha histórica del tren, cuando Europa, Japón, China nos demuestran que no es cosa del pasado, sino del futuro. No ha sido borrado por el progreso, sino de forma muy momentánea: es una necesidad que exige el progreso para ahorrar energía y proteger el medio ambiente, resolver los problemas de circulación y transporte, a corta y bastante larga distancia. Velocidad, seguridad, capacidad de carga, todo habla a su favor. Para cortas distancias los trenes de cercanía son una maravilla que salvan las megalópolis de la asfixia, según lo demuestran Nueva York, París, Tokio y Madrid. Para trayectos de mil kilómetros y algo más, el tren le gana al avión, como se puede comprobar en Francia con el TGV, en España con el AVE, en China con el tren rapidísimo que no tardará en unir Beijing a Shanghai.
La ciudad de México estrenó hace poco un tímido y breve tren de cercanía, peor es nada. ¿Para cuándo un rápido RER (el metro Express de París y suburbios) que conecte la ciudad de México con todas las personas que viven en un radio de 50 kilómetros? ¿Para cuándo un tren bala que una México a Querétaro en 60 minutos? Y un TGV (Muy Alta Velocidad) a Guadalajara, otro que ponga Monterrey a tres o cuatro horas, etcétera… Hablo de pasajeros, pero un buen tren de carga se lleva lo que decenas de tráilers.
Resulta que hemos menospreciado el transporte ferroviario, en parte por razones de política sindical, en parte por seguir la tendencia estadounidense, muy diferente de la europea. Eso entre 1950 y 2000. El día, no muy lejano, que EU vuelva al ferrocarril —eso figuraba entre los planes de Obama—, de repente se nos abrirán los ojos y, por pura imitación, descubriremos los méritos del tren. Warren Buffet, uno de los mayores empresarios del mundo, invierte masivamente en el desarrollo del ferrocarril estadounidense. Compró el año pasado la totalidad del Burlington Northern Santa Fe en 26 mil millones de dólares. El BNSF, con sede en Fort Worth, Texas, es la segunda compañía estadounidense, después de Union Pacific, tiene 40 mil trabajadores y con todo y crisis saca beneficios. W. Buffet dice que hay que seguir el ejemplo de Europa, de Francia que invierte 7 mil millones de dólares en sus trenes de carga. “Nuestro retraso es inverosímil, nuestra red general de transportes es lamentable y tenemos los peores transportes ferroviarios del mundo desarrollado”. Y nosotros apenas si tenemos algo de trenes de carga, los cuales sufren asaltos y robos constantes, en especial los que transportan maíz o frijol: ¿sabía usted que la Concamin pidió llevar policías armados en los trenes como en el Viejo Oeste?
El precio de los energéticos en un futuro bastante cercano y el exceso de CO2 nos aconsejan recuperar ese medio de transporte limpio, seguro y barato. ¿Será demasiado tarde? Aparentemente sí, cuando vemos que nuestros gobiernos nacionales y locales, así como nuestros ayuntamientos privilegian enormes inversiones para mejorar la circulación automotriz. Todos los expertos saben que eso es tirar dinero a la alcantarilla antes de agravar la situación. ¿Hasta cuándo nuestro lema seguirá siendo “Primero los automóviles”?
Según informes publicados en EU, los embotellamientos en carreteras y calles cuestan 80 mil millones de dólares al año, se pierden 4 mil 200 millones de horas de trabajo y se queman inútilmente 2 mil 900 millones de galones de gasolina, sin contar la contaminación y el cansancio de los automovilistas. Estamos igual o peor y cada año tenemos que importar más y más gasolina por las necesidades del transporte automotriz.
Se vale soñar: en 2012 el presidente electo lanzará la primera parte del programa adoptado por los 3 principales candidatos; a saber, impulsar el transporte de mercancías por ferrocarril, construir líneas de cercanía para el DF, Guadalajara, Monterrey y Aguascalientes y un tren rápido del Bajío…
Profesor e investigador del CIDE
Ahora se impone su resurrección, se presenta la posible revancha histórica del tren, cuando Europa, Japón, China nos demuestran que no es cosa del pasado, sino del futuro. No ha sido borrado por el progreso, sino de forma muy momentánea: es una necesidad que exige el progreso para ahorrar energía y proteger el medio ambiente, resolver los problemas de circulación y transporte, a corta y bastante larga distancia. Velocidad, seguridad, capacidad de carga, todo habla a su favor. Para cortas distancias los trenes de cercanía son una maravilla que salvan las megalópolis de la asfixia, según lo demuestran Nueva York, París, Tokio y Madrid. Para trayectos de mil kilómetros y algo más, el tren le gana al avión, como se puede comprobar en Francia con el TGV, en España con el AVE, en China con el tren rapidísimo que no tardará en unir Beijing a Shanghai.
La ciudad de México estrenó hace poco un tímido y breve tren de cercanía, peor es nada. ¿Para cuándo un rápido RER (el metro Express de París y suburbios) que conecte la ciudad de México con todas las personas que viven en un radio de 50 kilómetros? ¿Para cuándo un tren bala que una México a Querétaro en 60 minutos? Y un TGV (Muy Alta Velocidad) a Guadalajara, otro que ponga Monterrey a tres o cuatro horas, etcétera… Hablo de pasajeros, pero un buen tren de carga se lleva lo que decenas de tráilers.
Resulta que hemos menospreciado el transporte ferroviario, en parte por razones de política sindical, en parte por seguir la tendencia estadounidense, muy diferente de la europea. Eso entre 1950 y 2000. El día, no muy lejano, que EU vuelva al ferrocarril —eso figuraba entre los planes de Obama—, de repente se nos abrirán los ojos y, por pura imitación, descubriremos los méritos del tren. Warren Buffet, uno de los mayores empresarios del mundo, invierte masivamente en el desarrollo del ferrocarril estadounidense. Compró el año pasado la totalidad del Burlington Northern Santa Fe en 26 mil millones de dólares. El BNSF, con sede en Fort Worth, Texas, es la segunda compañía estadounidense, después de Union Pacific, tiene 40 mil trabajadores y con todo y crisis saca beneficios. W. Buffet dice que hay que seguir el ejemplo de Europa, de Francia que invierte 7 mil millones de dólares en sus trenes de carga. “Nuestro retraso es inverosímil, nuestra red general de transportes es lamentable y tenemos los peores transportes ferroviarios del mundo desarrollado”. Y nosotros apenas si tenemos algo de trenes de carga, los cuales sufren asaltos y robos constantes, en especial los que transportan maíz o frijol: ¿sabía usted que la Concamin pidió llevar policías armados en los trenes como en el Viejo Oeste?
El precio de los energéticos en un futuro bastante cercano y el exceso de CO2 nos aconsejan recuperar ese medio de transporte limpio, seguro y barato. ¿Será demasiado tarde? Aparentemente sí, cuando vemos que nuestros gobiernos nacionales y locales, así como nuestros ayuntamientos privilegian enormes inversiones para mejorar la circulación automotriz. Todos los expertos saben que eso es tirar dinero a la alcantarilla antes de agravar la situación. ¿Hasta cuándo nuestro lema seguirá siendo “Primero los automóviles”?
Según informes publicados en EU, los embotellamientos en carreteras y calles cuestan 80 mil millones de dólares al año, se pierden 4 mil 200 millones de horas de trabajo y se queman inútilmente 2 mil 900 millones de galones de gasolina, sin contar la contaminación y el cansancio de los automovilistas. Estamos igual o peor y cada año tenemos que importar más y más gasolina por las necesidades del transporte automotriz.
Se vale soñar: en 2012 el presidente electo lanzará la primera parte del programa adoptado por los 3 principales candidatos; a saber, impulsar el transporte de mercancías por ferrocarril, construir líneas de cercanía para el DF, Guadalajara, Monterrey y Aguascalientes y un tren rápido del Bajío…
Profesor e investigador del CIDE
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