miércoles, 27 de octubre de 2010

GEITHNER RECUERDA A KEYNES

Alejandro Nadal / La Jornada
Uno puede darse cuenta de la fragilidad de la recuperación invisible cuando los gobiernos comienzan a hacer propuestas no viables. Estados Unidos presentó hace unos días la propuesta más sorprendente desde la terminación de la Segunda guerra mundial. A través de Tim Geithner, secretario del Tesoro, Washington sugirió un esquema en el que cada país limitaría el volumen de sus excedentes en la cuenta corriente. Hasta adelantó un umbral de 4% del PIB. El propósito es evitar una guerra de divisas en las que las devaluaciones hagan la vez de instrumentos proteccionistas y pongan en peligro la "recuperación".
El discurso de Geithner recuerda la propuesta de Keynes en Bretton Woods en 1944, aunque está más dirigido a salvar lo que queda del sistema monetario basado en la hegemonía del dólar. Algo de historia es importante para aquilatar los alcances de la postura de Washington.
Formalmente la conferencia de Bretton Woods tuvo dos objetivos centrales: establecer las bases del sistema monetario mundial y proceder a la reconstrucción. La realidad es que Estados Unidos estaba interesado en consolidar su papel hegemónico a escala mundial. Frente a la visión estadounidense se erigía el visionario plan de Keynes para crear un verdadero sistema monetario internacional.
Ese proyecto contenía dos premisas básicas. Primero, cada país debía enfrentar la deficiencia de demanda agregada crónica de las economías capitalistas sin recurrir a prácticas mercantilistas, exportando su desempleo a los socios comerciales y acumulando excedentes en su cuenta corriente. Segundo, era necesario contar con una unión monetaria internacional y una divisa, el bancor, que integrara todo el sistema capitalista mundial. El sistema permitiría una mayor estabilidad de precios, mejor coordinación en el comercio internacional recurrir a una política macroeconómica anti-cíclica cuando fuera necesario.
El principal problema que había marcado el sistema de patrón oro era el de los desequilibrios sistemáticos que se generaban en los flujos comerciales. Países y regiones enteras sufrían déficit crónicos, mientras otros países acusaban superávit permanentes en sus balanzas comerciales. El sistema que ofrecía Keynes estaba diseñado para solucionar los problemas y crisis generados por estos desequilibrios globales.
Keynes estaba preocupado por la posibilidad de que un país cayera en un proceso deflacionario por la acumulación de deudas para financiar un déficit comercial crónico. En una economía en la que el sector externo hace una contribución negativa al crecimiento y el empleo, el endeudamiento puede hacerse insostenible por aumentos en las tasas de interés o por una caída en los precios de sus exportaciones. Para Keynes, recurrir a recortes en el gasto público conduce a una crisis mayor y la tentación de mejorar la competitividad de las exportaciones a través de cambios en la paridad provoca una competencia de devaluaciones y el hundimiento de toda una región en la recesión.
Para remediar esto Keynes propuso el otorgamiento de créditos a tasa cero por la unión monetaria a los países deficitarios hasta por el 50% del déficit. Para el otro 50% los préstamos estarían afectados de una tasa de interés. Y para los países con excedentes crónicos (la otra cara de los déficit) el plan de Keynes contemplaba sanciones. Los países con superávit crónico en exceso de un cierto umbral tendría que pagar intereses al banco de la unión monetaria: eso les forzaría a apreciar su divisa y corregir su balanza comercial.
Pero Estados Unidos no estaba dispuesto a desperdiciar la oportunidad para consolidar su hegemonía. Harry Dexter White tenía un plan diferente: un sistema de tipos de cambio fijo con el dólar en la cima. Las fluctuaciones sólo estarían permitidas en una pequeña banda de 1% y los gobiernos tratarían de permanecer al interior de ese cota utilizando sus propias reservas. Los tipos de cambio podrían ser renegociados al demostrar que la balanza comercial y de capital no podía mantenerse con las reservas existentes. El Fondo Monetario Internacional sería el organismo encargado de mantener este orden de cosas.
Nada de lo que salió de la conferencia de Bretton Woods serviría para resolver el problema de la acumulación de desequilibrios comerciales. Hoy constituyen uno de los rasgos más patológicos de la economía mundial. Detrás de estos desequilibrios está el esfuerzo de países como China o (en menor medida) Alemania por exportar su propio problema de desempleo.
Impulsar la demanda interna ayudaría a resolver el problema de los desequilibrios comerciales. Pero eso implica tocar la distribución del ingreso. ¿Con qué poder de compra van a circular las mercancías al interior de China o Alemania? Para nadie es un secreto que los costos laborales en estos países son el principal instrumento en la competencia internacional. Incrementar la demanda doméstica implica modificar el arreglo existente de distribución entre ganancias y salarios. Eso es algo que estuvo ausente en las deliberaciones sobre la propuesta de Geithner.

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