lunes, 25 de octubre de 2010

MEDIO AMBIENTE EN MÉXICO: LA ENCRUCIJADA

Daniel Gershenson / El Universal
Pasada la resaca bicentenaria, y a pocas semanas de que el gobierno otra vez eche la casa por la ventana en el 100 aniversario de la Revolución, cerraremos el año con una imagen que exhibe el tenue compromiso nacional en una vertiente básica de nuestras vidas: la ecología, donde México debe superar rezagos ancestrales.
Dice el refranero que una foto vale por mil palabras. Si variamos el razonamiento, entonces una postal urbana despliega mejor nuestro talante ecocida, que múltiples generalizaciones. Justamente hoy día, cuando se habla tanto del compromiso “verde” de gobiernos y empresas.
La escena no podría ser más desoladora y grotesca. En el camellón de avenida Periférico Sur (justo donde se yergue la escultura del Japón en la Ruta de la Amistad), existe una larga fila de pirúes. Árboles imponentes, hermosos y en perfecto estado, que hasta hace poco habían sobrevivido a desastres naturales, humanos y todas las veleidades del destino de repente amanecieron completamente desmochados. Ultraje que se ha vuelto rutinario.
Especies patrimoniales que hacen de la ciudad de México un sitio mucho más tolerable, fueron aniquiladas con permiso o de manera clandestina. Estos árboles-baluarte fueron machacados para dar vista a anuncios espectaculares, como también se derriban para habilitar obras de infraestructura u otros esperpentos urbanos. Tesoros arborísticos que se adaptan en otros países al paisaje constructivo, sin ser sacrificados. Pero aquí, son sólo estorbo a ojos y bolsillos de los que toman las decisiones que cuentan, para los cuales el medio ambiente sólo cabe en el discurso: nunca en la realidad.
Ni qué decir que el efecto de tales prácticas es el de una bola de nieve. Una gigantesca avalancha, que ante la indiferencia o complicidad de las autoridades produce innumerables bajas, en una guerra despiadada contra el entorno ambiental. Todo esto, a pesar de que México será anfitrión de la Cumbre del Cambio Climático en Cancún, donde deberán abordarse problemas que se eludieron en la reunión de Copenhague 2009.
Y el DF no se queda atrás. Se nos repite hasta el cansancio que aquí se gobierna bajo criterios progresistas, pero aquí también el compromiso ecológico es pura retórica cuando de bosques, parques y jardines se trata. Sin olvidar que pronto tendrá lugar la cumbre mundial de alcaldes y el aparato de relaciones públicas que apuntala la carrera de Marcelo Ebrard reitere los falsos logros de su administración en temas ecológicos y sustentables. En realidad: caos, desorden y huecas promesas vertidas en programas que sólo promueven obras tan aberrantes como la Supervía Poniente, el segundo piso u otros pretextos para intensificar la hipertrofia urbana y la desertificación.
Este conflicto bélico abarca varios frentes. Otro de los más perniciosos es el que protagoniza la Comisión Federal de Electricidad, en su loca carrera por mutilar millones de árboles a efecto de “despejar” cableado. El país entero sentenciado a padecer el modus operandi de cuadrillas de delincuentes ambientales sin preparación alguna, pero con licencia para devastar sin medida.
Y la trágica historia se repite en el gobierno federal (véase el fraude ampliamente documentado de ProÁrbol), o en administraciones municipales o delegacionales que han hecho del colapso ambiental su razón de ser. Todos embarcados en asuntos que otorgan a la salvaguarda de nuestras áreas verdes, una ínfima prioridad.
La ciudadanía reclama menos kabuki y más responsabilidad por parte de los infractores y sus valedores, quienes consideran que tirar árboles es un buen negocio sin víctimas ni daños colaterales. La ecología es un tema demasiado importante como para que ésta quede en sus manos.
Debemos asumir la iniciativa. La tarea no es fácil, pero tampoco lo sería dejar a los caprichos de sus “defensores”, el futuro de nuestras áreas verdes. Presionemos para que se apruebe, ya, un reglamento de acciones colectivas que permita la defensa efectiva del patrimonio ambiental. Será apenas el inicio de nuestra emancipación, en el tema necesario de la ecología.
Presidente de Alconsumidor y Alarbo, AC

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