José Antonio Rojas Nieto / La Jornada
Perdón, pero necesito mencionar un asunto de aritmética elemental. Si una economía cae 10 por ciento un año, no necesita crecer diez por ciento el siguiente año para regresar a la situación previa a la caída. Necesita crecer once por ciento. Esa cuenta la olvidan los funcionarios gubernamentales cuando anuncian no sólo la recuperación de la economía mexicana, sino la superación de la crisis.
El asunto es elemental. Además, en rigor debieran hablar no sólo del crecimiento del producto, sino del crecimiento del producto por habitante. Cuando Adam Smith explica el plan de exposición de su prestigiada investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones ("Riqueza de las aciones"), formula advertencias metodológicas. Una, considerar periodos anuales para evaluar la disposición de riqueza de una nación. No se vale –afirma en la primera nota– hacer una evaluación con la acumulación –durante años– de los bienes que –directa o indirectamente– el fondo de trabajo hace posible a cada nación. En consecuencia –asegura– la riqueza se "mide" anualmente. Otra: no es posible limitarse a una medición absoluta de dichos bienes. Siempre –advierte una y otra vez– los bienes que el fondo del trabajo social permite disponer a cada nación se "mide" en relación con la población. La expresión del admirado escocés es precisa: el bienestar de una nación se reconoce por el bienestar de todos y cada uno de sus miembros (“the nation’s welfare is to be reckoned by the average welfare of its members”). Éste –lo muestra en toda su obra, especialmente en el primer libro– será mayor o menor según se disponga de las cosas necesarias, útiles, convenientes y gratas. Y eso, a su vez, dependerá de las mayores o menores facultades productivas del trabajo.
Mayores (o menores) cuando un mismo grupos de personas pueda realizar una mayor (una menor) cantidad de trabajo y expresarlo en una mayor (una menor) cantidad de bienes. ¿De qué depende esto, se pregunta Smith una y otra vez? Respuesta simple: de la división del trabajo social. Permite mayor destreza y especialización de los trabajadores; ahorro de tiempo de producción y, finalmente, permite innovación y cambio técnico, diseño y manufactura de maquinaria y equipo.
Éste es Smith. Y no sólo el de la famosa mano invisible, expresión que casi accidentalmente mencionó en una sola ocasión –capítulo dos del libro cuarto– cuando explica las ventajas y desventajas de restricciones a la importación de bienes que pueden manufacturarse en la nación. Corro el riesgo de recibir una reprimenda de Perogrullo, pero debo decir que para dar razón del bienestar de una nación –en este caso México– no es suficiente decir que el producto nacional, el PIB, crece. Primero, porque hay que explicar a partir de qué base crece, como sugiero al inicio. Y segundo porque hay que señalar si con ese crecimiento, la disposición (al menos teórica) de producto por habitante es mayor.
¿Últimas noticias de PIB en México? Como croupiers de casino, los funcionarios gubernamentales ya cantan: "cinco afortunado". No gustan recordar su anterior grito: "menos seis y medio de caída", que debió haber sido: "menos siete de caída del producto por persona". Y hoy en el mejor de los casos –cantarían: "cuatro por ciento de crecimiento por habitante". Nada más. Faltaría otro cuatro para regresar –sólo eso, regresar– a 2008.
Tres o cuatro años después. ¿Por qué? Porque el menos 6.5 de caída del PIB de 2009 exige –para regresar al PIB de 2008– un crecimiento de 7 por ciento. Y casi un punto más, es decir, casi 8 por ciento (7.87 por ciento exactamente), para regresar al PIB por habitante del mismo 2008, siempre y cuando –por cierto– la distribución del producto fuera homogénea, es decir, si el crecimiento se repartiera a cada uno por igual. Eso, eso –ya sabemos– no es cierto. Nunca lo ha sido. Jamás lo será. Así funciona el capitalismo. ¿Qué le vamos a hacer? La última Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH de 2008) muestra que 81.5 por ciento del ingreso nacional proviene del trabajo, asalariado (62.5 por ciento), independiente (15.8 por ciento) y de otro tipo (3.2 por ciento). Además, que 70 por ciento de los hogares mexicanos sólo recibe 36 por ciento del ingreso. Y que 30 por ciento el restante 64 por ciento de esos hogares.
Y frente a esto…Sí, frente a esto tenemos funcionarios que nunca dicen la llana verdad. Sólo a medias. Se necesita valor civil para decir las cosas como son. Mucho. Lo cierto es que apenas después de tres o cuatro años, llegaremos a una situación económica por habitante en el mejor de los casos similar a la de 2008. Y sólo podrá haber leve mejoría –sí, lamentablemente leve– hasta el siguiente sexenio. En eso éste ya fracasó. ¿Sólo en esto? Lamentablemente creo que no. Sin duda..
Perdón, pero necesito mencionar un asunto de aritmética elemental. Si una economía cae 10 por ciento un año, no necesita crecer diez por ciento el siguiente año para regresar a la situación previa a la caída. Necesita crecer once por ciento. Esa cuenta la olvidan los funcionarios gubernamentales cuando anuncian no sólo la recuperación de la economía mexicana, sino la superación de la crisis.
El asunto es elemental. Además, en rigor debieran hablar no sólo del crecimiento del producto, sino del crecimiento del producto por habitante. Cuando Adam Smith explica el plan de exposición de su prestigiada investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones ("Riqueza de las aciones"), formula advertencias metodológicas. Una, considerar periodos anuales para evaluar la disposición de riqueza de una nación. No se vale –afirma en la primera nota– hacer una evaluación con la acumulación –durante años– de los bienes que –directa o indirectamente– el fondo de trabajo hace posible a cada nación. En consecuencia –asegura– la riqueza se "mide" anualmente. Otra: no es posible limitarse a una medición absoluta de dichos bienes. Siempre –advierte una y otra vez– los bienes que el fondo del trabajo social permite disponer a cada nación se "mide" en relación con la población. La expresión del admirado escocés es precisa: el bienestar de una nación se reconoce por el bienestar de todos y cada uno de sus miembros (“the nation’s welfare is to be reckoned by the average welfare of its members”). Éste –lo muestra en toda su obra, especialmente en el primer libro– será mayor o menor según se disponga de las cosas necesarias, útiles, convenientes y gratas. Y eso, a su vez, dependerá de las mayores o menores facultades productivas del trabajo.
Mayores (o menores) cuando un mismo grupos de personas pueda realizar una mayor (una menor) cantidad de trabajo y expresarlo en una mayor (una menor) cantidad de bienes. ¿De qué depende esto, se pregunta Smith una y otra vez? Respuesta simple: de la división del trabajo social. Permite mayor destreza y especialización de los trabajadores; ahorro de tiempo de producción y, finalmente, permite innovación y cambio técnico, diseño y manufactura de maquinaria y equipo.
Éste es Smith. Y no sólo el de la famosa mano invisible, expresión que casi accidentalmente mencionó en una sola ocasión –capítulo dos del libro cuarto– cuando explica las ventajas y desventajas de restricciones a la importación de bienes que pueden manufacturarse en la nación. Corro el riesgo de recibir una reprimenda de Perogrullo, pero debo decir que para dar razón del bienestar de una nación –en este caso México– no es suficiente decir que el producto nacional, el PIB, crece. Primero, porque hay que explicar a partir de qué base crece, como sugiero al inicio. Y segundo porque hay que señalar si con ese crecimiento, la disposición (al menos teórica) de producto por habitante es mayor.
¿Últimas noticias de PIB en México? Como croupiers de casino, los funcionarios gubernamentales ya cantan: "cinco afortunado". No gustan recordar su anterior grito: "menos seis y medio de caída", que debió haber sido: "menos siete de caída del producto por persona". Y hoy en el mejor de los casos –cantarían: "cuatro por ciento de crecimiento por habitante". Nada más. Faltaría otro cuatro para regresar –sólo eso, regresar– a 2008.
Tres o cuatro años después. ¿Por qué? Porque el menos 6.5 de caída del PIB de 2009 exige –para regresar al PIB de 2008– un crecimiento de 7 por ciento. Y casi un punto más, es decir, casi 8 por ciento (7.87 por ciento exactamente), para regresar al PIB por habitante del mismo 2008, siempre y cuando –por cierto– la distribución del producto fuera homogénea, es decir, si el crecimiento se repartiera a cada uno por igual. Eso, eso –ya sabemos– no es cierto. Nunca lo ha sido. Jamás lo será. Así funciona el capitalismo. ¿Qué le vamos a hacer? La última Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH de 2008) muestra que 81.5 por ciento del ingreso nacional proviene del trabajo, asalariado (62.5 por ciento), independiente (15.8 por ciento) y de otro tipo (3.2 por ciento). Además, que 70 por ciento de los hogares mexicanos sólo recibe 36 por ciento del ingreso. Y que 30 por ciento el restante 64 por ciento de esos hogares.
Y frente a esto…Sí, frente a esto tenemos funcionarios que nunca dicen la llana verdad. Sólo a medias. Se necesita valor civil para decir las cosas como son. Mucho. Lo cierto es que apenas después de tres o cuatro años, llegaremos a una situación económica por habitante en el mejor de los casos similar a la de 2008. Y sólo podrá haber leve mejoría –sí, lamentablemente leve– hasta el siguiente sexenio. En eso éste ya fracasó. ¿Sólo en esto? Lamentablemente creo que no. Sin duda..
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