viernes, 29 de octubre de 2010

LOS COSTOS DE LA EROSIÓN EN MÉXICO

José Sarukhán / El Universal
Desde hace varios años se ha despertado un gran interés entre grupos de economistas y ecólogos, en estimar el valor económico de los componentes ambientales y los servicios que prestan a la sociedad. Un notable ejemplo de esos estudios lo constituye el conocido Informe Stern, que valora los costos económicos globales que representaría tomar acciones de inmediato (o dejar de hacerlo) en relación al calentamiento de la atmósfera.
Como resultado de los estudios y evaluaciones de los ecosistemas y sus servicios llevados a cabo tanto a escala global como nacional (Capital Natural de México, Conabio 2009,) se han desarrollado también estudios de valoración económica de diversos servicios de los ecosistemas, tales como la captura de dióxido de carbono o de agua de lluvia por la vegetación, o la importancia de los polinizadores silvestres para los rendimientos agrícolas.
En un reciente artículo publicado por Helena Cotler (del Instituto Nacional de Ecología, Semarnat) y Sergio Martínez, alumno doctoral en el Centro de Geociencias de la UNAM [en P. Zdruli et al. (eds.) 2010, Land Degradation and Desertification: Assessment, Mitigation and Remediation, Springer Science and business], los autores presentan un esfuerzo de cálculo del costo económico representado por la pérdida de los suelos y su fertilidad en México, como resultado de las actividades agropecuarias. El suelo es la matriz imprescindible que sostiene a cualquier tipo de ecosistema. No hay posibilidad de establecimiento de casi ninguna planta si el suelo de un lugar se ha perdido por erosión o su fertilidad se ha reducido drásticamente por alguna razón. Por ello, muchos programas de reforestación que no han tomado en cuenta el “estado de salud” de los suelos, han fracasado rotundamente.
La primera observación hecha en el estudio es la enorme variación en las metodologías utilizadas para las estimaciones de erosión y, en consecuencia, los niveles que la misma alcanza en México, que van desde concluir que la erosión cubre de 40 hasta 98% del territorio nacional. Un estudio más reciente de Semarnat y el Colegio de Postgraduados, ubica esta cifra en alrededor de 45%. La evaluación hecha por los autores de las investigaciones sobre suelos que existen en el país, indica que apenas 2% de ellas están apoyadas por resultados de laboratorio y que la mayoría son estudios de una sola vez en una localidad y no cubren periodos que permitan valorar los efectos de la erosión en el tiempo. Además, las evaluaciones de la erosión sobre la productividad agrícola de los suelos están dolorosamente subrepresentadas.
Los costos estimados están basados en la revisión de 140 estudios realizados en suelos con pendientes menores a 5% (es decir, bastante planos), realizados en los últimos 40 años, y representan casi 28 mil km cuadrados. Los autores se apresuran a resaltar la dificultad de comparación entre los estudios hechos en México por diferencias metodológicas, de escala y temporales. Extrapolando al resto de los suelos del país no cubiertos por ecosistemas, los autores estiman que la pérdida de suelos en México debe representar entre mil 100 millones y 2 mil 200 millones de dólares anuales. En contraste, la inversión en programas de protección y restauración de suelos en Sagarpa y Semarnat, no rebasa el 3% de sus presupuestos. El costo de la erosión por hectárea les “cuesta” a los campesinos 85% del subsidio que reciben por Procampo. Este es un escenario en verdad dramático. Restaurar suelos perdidos por erosión hídrica toma décadas, con todos los cuidados. No podremos restaurar ni reforestar lo mucho que hay por recuperar del país si no tenemos suelos aptos para ello.
Biólogo investigador de la UNAM

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