viernes, 9 de abril de 2010

LA TELEFONÍA CELULAR RUMBO AL CHOQUE

Enrique Campos Suárez / El Economista
No hay candados suficientes para evitar que hoy Luis Donaldo Colosio, por ejemplo, tenga un celular. La cancelación de las líneas no dadas de alta debería
ser un asunto de seguridad nacional.
Dicen los que simplifican todo que a ellos no les costó trabajo registrar sus teléfonos móviles en el Renaut. Describen que les tomó “segundos” escribir los datos solicitados y “de inmediato” recibieron la confirmación de la alta de su línea.
Acto seguido, se quejan amargamente de la cultura de la prorroguitis tan característica de este país. Fueron los mejores promotores de que no se diera más tiempo a los incumplidos mexicanos que no se tomaron la molestia de dar de alta sus teléfonos.
Pero no, el tema no es lo fácil que le pueda resultar a un periodista dar de alta su teléfono. Ni siquiera es un asunto de poner atención en la capacidad que pudieran tener otros sectores sociales de llevar a cabo satisfactoriamente esta tarea tan fácil para opinadores de notable inteligencia.
El punto es que se trata de un programa fallido de origen. No hay claridad sobre el destino y uso de la información delicada que se genera con el monitoreo de las llamadas. No hay candados suficientes para evitar que hoy Luis Donaldo Colosio, por ejemplo, tenga un celular registrado a su nombre.
No hay quien pueda responder por la multiplicación de puntos de venta de celulares con registro en el Renaut. No hay una explicación de cómo evitar que ahora los asaltos sean para obtener teléfonos funcionando.
No es la prórroga, es el diseño defectuoso. Como tantos otros.
Por ejemplo, proponen ahora los diputados una reforma que, además de borrar de un plumazo la comida chatarra, obligue por decreto a los niños a hacer media hora de ejercicio al día.
Sí, la obesidad es un problema, pero si le decimos a los pequeños que por disposición del Congreso tienen que ponerse a hacer lagartijas en el recreo, seguro que van a “amar” a los diputados.
Si se trata de obligar a que haya “deportes” diario en las escuelas, está muy bien. Sólo que piensen en una de tantas situaciones: el calzado escolar, esos zapatitos negros, son hechos en México. Los tenis deportivos para sus clases de deportes son mayoritariamente... hechos en China.
Puede sonar absurdo este planteamiento, pero seguro que los peleteros de León acabarán quebrando ante un cambio tan drástico en la vestimenta escolar.
En el caso del Renaut, tampoco sirve el tono autocomplaciente de la autoridad. El más reciente comunicado de la Cofetel se alegra de que dos de cada tres celulares está ya registrado.
Perdón, pero que a un día de que se acabe el plazo de registro que implicará la cancelación de las líneas no dadas de alta, que 33% de los móviles esté a punto de desaparecer, debería ser un asunto de seguridad nacional.
La agencia de noticias ESA descubrió que el conteo de registros de la página de esta comisión de telecomunicaciones no está ligado a ninguna base de datos que realmente refleje el avance en los registros.
Es, simplemente, una fórmula matemática para que se modifique cada segundo. Es un reloj, no una estadística. O sea, es una trampa.
Es comprensible que la autoridad quiera convencer a los desidiosos que completen este requisito, pero no parece ser que esos millones de ausentes en el registro respondan sólo a una rebeldía ante la autoridad.
La primera piedra
La fortaleza del peso empieza a molestar a algunos. Claro, los exportadores podrían reclamar una desventaja más al momento de querer vender sus productos. Pero los que realmente buscan influir en la opinión pública para que el peso se devalúe dan la impresión de que persiguen alguna ganancia en el río revuelto.
Un argumento favorito de los que no soportan ver el peso frente al dólar en estos momentos es que México pierde competitividad. Si realmente se resolviera la falta de competencia mexicana con el tipo de cambio, lo podríamos tener a 20 por uno para resolver nuestro gran problema.
Pero no, cuando se cotizaba a 15.50 pesos por dólar, las exportaciones mexicanas se derrumbaron. Así que ahí había algo más que un peso barato.
Piden, exigen al Banco de México que devalúe el peso. Cuando el banco central si algo necesita para controlar las presiones inflacionarias, que hoy son evidentes, es precisamente estabilidad.
Claro que el que compró dólares a 12.50 quiere que se regrese a 14 para echarse a la bolsa una buena ganancia. Pero la estabilidad no es tan mala para todos los demás.

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