miércoles, 3 de marzo de 2010

SALINAS Y EL DESASTRE DE LA BANCA

Rogelio Ramírez de la O / El Universal
Los discursos del expresidente Salinas son repetitivos y siempre asociados a desastres de los que intenta deslindarse. Es irónico y quizás lamentable que el foro para esta diatriba se lo haya dado la Fundación Espinosa Yglesias. En un descuido se lo pudo ahorrar, leyendo el libro del banquero a quien Salinas bloqueó para impedirle recuperar Bancomer, banco al que había hecho el más grande de Hispanoamérica. Así, en las palabras de Manuel Espinosa Yglesias† (Bancomer: Logro y destrucción de un ideal, Planeta ,2000):
“En los años por venir, cuando llegue a hacerse un balance objetivo de la manera en que el presidente Carlos Salinas dirigió la economía nacional, no tengo duda alguna de que así como habrá de cargársele a su cuenta la crisis de 1995 —agravada, es cierto por un error del primer secretario de Hacienda del presidente Zedillo—, también tendrá que atribuírsele a él la crisis bancaria que obligó a emprender el rescate de los bancos” (p. 209).
Aparte del pésimo gusto y falta de categoría de Estado que demuestra el otro expresidente, Ernesto Zedillo, al aceptar el nombramiento al Consejo de Administración de Citigroup, no hay que perder el bosque por ver el árbol. Citigroup es hoy 27% propiedad del gobierno estadounidense, quien provocó este y otros cambios en el Consejo. Como Zedillo no es ningún genio de las finanzas, el apoyo que tiene de las autoridades de ese país se debe en mucho a que no tienen señalamiento de corrupción de él o de su familia, como sí los tienen y escuchan sobre Salinas, el más reciente de Luis Téllez. Cómo estarán las cosas para que así de baja sea la barra para que los altos exfuncionarios mexicanos reciban la estimación estadounidense.
Los Tesobonos se duplicaron en diciembre de 1994 porque estaban indizados al dólar y en ese mes comenzó la gran devaluación. Pero su verdadera explosión ocurrió en el reloj de Salinas. Pasaron de 922 millones de pesos en diciembre de 1992 a 55,576 millones en noviembre de 1994.
Eran bonos en pesos, pero indizados al dólar y por lo tanto protegidos contra la devaluación. Es obvio que si su monto aumentaba era porque los ahorradores temían una devaluación. En lugar de trinar contra Zedillo, Salinas debió hacerlo contra los funcionarios que le decían que la devaluación se podía evitar.
Dijo que él informó a los organismos financieros sobre la situación económica mexicana. Pero en 1995, tanto organismos como analistas extranjeros estaban indignados por el ocultamiento del verdadero déficit fiscal, disfrazado de créditos de la banca de desarrollo.
Lo anterior no exime a Zedillo de su responsabilidad al rescatar a los bancos sin anteponer el interés de México. Que el rescate era obligado todo mundo lo acepta. Pero no que al hacerlo rescatara a los accionistas de sus propios errores y pasara sus deudas a la nación sin asegurarse de que en el futuro pagaran el apoyo.
La venta de Banamex a Citigroup no fue en la presidencia de Zedillo, sino en la de Fox. Y aquí Salinas no dice nada sobre permitirla sin recuperar los miles de millones de dólares de apoyos que el gobierno le había facilitado y que no se cobrara impuestos por tan jugosas ganancias a los accionistas.
Aunque muchos digan que lo anterior no era exigible, a final de cuentas autorizar tan gigantesca operación siempre será una decisión política.
Si Salinas no estaba de acuerdo con el Fobaproa de Zedillo, pudo haber buscado a sus amigos del PAN (que ya lo habían apoyado para quemar las boletas electorales de 1988) para pedirles que no apoyaran al Fobaproa. Pero éste se aprobó con el apoyo del PAN.
Analista económico

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