Alberto Aziz Nassif / El Universal
Sin saber cuál será el resultado de la nueva generación de reformas políticas —que ahora se empezarán a discutir en el Poder Legislativo—, es importante reconocer el momento actual. México atraviesa por una complicada situación que tiene diversas piezas: desde los graves problemas económicos de una crisis y un modelo que no genera inclusión y bienestar para más de la mitad de la población, pasando por las tensiones de gobernabilidad que cada día fragmentan más la conducción de gobierno, hasta llegar a un severo desgaste institucional de impunidad e ineficacia y, para rematar, una falta de credibilidad y apoyo al sistema democrático. Ante este panorama, es razonable pensar en la necesidad de una reforma de fondo que haga posible una reestructuración del sistema político.
La iniciativa del ejecutivo, en diciembre pasado, abrió un ciclo de propuestas que se ha completado con los proyectos del PRI y la izquierda (PRD, PT y Convergencia). Hay tres propuestas de reformas, pero sólo hay algunas coincidencias, en algunos casos pueden ser complementarias y en otros están en posiciones opuestas. En perspectiva comparada, las propuestas tienen diversos acentos y alcances. La propuesta Calderón-PAN establece mecanismos de reelección amplia, figuras de participación ciudadana y redistribución de facultades para los tres poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial. La propuesta del PRI está diseñada para una reestructuración del presidencialismo con la ratificación legislativa del gabinete presidencial, así como la autonomía del Ministerio Público y la modificación del fuero. La propuesta de la izquierda tiene un alcance más amplio, con un énfasis en las figuras de participación ciudadana, la transformación de poderes, cambios al sistema de representación electoral y nuevas figuras como la de un Consejo Social y Económico del Estado.
A la complejidad de problemas que se han acumulado en los últimos años, hoy se puede añadir que las reformas caminan por un estrecho margen de posibilidad, que en cualquier momento se puede cerrar. En un escenario paralelo al de las reformas, se desarrolla un espacio electoral de alta competencia, alianzas electorales y reacomodo de siglas y actores, que contamina el juego parlamentario y obstaculiza los consensos. Sin embargo, a estas alturas resulta difícil considerar que no habrá algún tipo de reforma política, pero nunca se sabe. Imaginemos, como hipótesis, que sí habrá reforma. En ese caso se pueden dar varias posibilidades, revisemos dos escenarios:
A) Uno muy estrecho tendría como eje una enorme contaminación de lo electoral y un consenso mínimo. En esta posibilidad quedarían quizá la reelección, la reducción de las dos cámaras, menos diputados y senadores, y algunas figuras restringidas de referéndum. Posiblemente también alguna modificación a la figura de veto. Esta sería la reforma en un espacio dominado por la competencia electoral en los estados y los impactos de las alianzas entre PRD y PAN en contra del PRI. Estaríamos en la lógica de la fragmentación política y las reformas limitadas. Sus impactos para cambiar los instrumentos de gobernabilidad serían mínimos y no habría ninguna transformación política importante en el sistema. Sería más de lo mismo.
B) Otra posibilidad es una reforma amplia que incorpore diversas propuestas y se amplíen los consensos para que todas las fuerzas políticas tengan representación. En ese caso serían complementarios los proyectos y la discusión estaría centrada en los detalles y las reglas de operación que, por otra parte, son fundamentales. En un escenario de reforma amplia podrían entrar la reelección legislativa, la reducción de las cámaras, un nuevo equilibrio de poderes con mayores facultades al Legislativo para la ratificación de gabinete, incluso una figura de jefe de gabinete; nuevas facultades de autonomía al Ministerio Público y mayor capacidad de fiscalización al Congreso, con iniciativa preferente y veto parcial al Ejecutivo; modificaciones al fuero para acotar la impunidad. En este paquete podrían entrar las figuras de participación desde las candidaturas ciudadanas, el referéndum, plebiscito e iniciativa popular y, muy probablemente, quedaría fuera la revocación de mandato. Para que se pueda dar esta posibilidad reformadora se necesitan movimientos rápidos y distanciamiento entre el espacio legislativo y la arena electoral, lo cual supone que la reforma se haga antes del inicio formal de las campañas, es decir, entre fines de marzo y la primera quincena de abril. Este escenario sí permitiría un cambio importante en el sistema político.
Veamos qué pasa en los próximos días…
Sin saber cuál será el resultado de la nueva generación de reformas políticas —que ahora se empezarán a discutir en el Poder Legislativo—, es importante reconocer el momento actual. México atraviesa por una complicada situación que tiene diversas piezas: desde los graves problemas económicos de una crisis y un modelo que no genera inclusión y bienestar para más de la mitad de la población, pasando por las tensiones de gobernabilidad que cada día fragmentan más la conducción de gobierno, hasta llegar a un severo desgaste institucional de impunidad e ineficacia y, para rematar, una falta de credibilidad y apoyo al sistema democrático. Ante este panorama, es razonable pensar en la necesidad de una reforma de fondo que haga posible una reestructuración del sistema político.
La iniciativa del ejecutivo, en diciembre pasado, abrió un ciclo de propuestas que se ha completado con los proyectos del PRI y la izquierda (PRD, PT y Convergencia). Hay tres propuestas de reformas, pero sólo hay algunas coincidencias, en algunos casos pueden ser complementarias y en otros están en posiciones opuestas. En perspectiva comparada, las propuestas tienen diversos acentos y alcances. La propuesta Calderón-PAN establece mecanismos de reelección amplia, figuras de participación ciudadana y redistribución de facultades para los tres poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial. La propuesta del PRI está diseñada para una reestructuración del presidencialismo con la ratificación legislativa del gabinete presidencial, así como la autonomía del Ministerio Público y la modificación del fuero. La propuesta de la izquierda tiene un alcance más amplio, con un énfasis en las figuras de participación ciudadana, la transformación de poderes, cambios al sistema de representación electoral y nuevas figuras como la de un Consejo Social y Económico del Estado.
A la complejidad de problemas que se han acumulado en los últimos años, hoy se puede añadir que las reformas caminan por un estrecho margen de posibilidad, que en cualquier momento se puede cerrar. En un escenario paralelo al de las reformas, se desarrolla un espacio electoral de alta competencia, alianzas electorales y reacomodo de siglas y actores, que contamina el juego parlamentario y obstaculiza los consensos. Sin embargo, a estas alturas resulta difícil considerar que no habrá algún tipo de reforma política, pero nunca se sabe. Imaginemos, como hipótesis, que sí habrá reforma. En ese caso se pueden dar varias posibilidades, revisemos dos escenarios:
A) Uno muy estrecho tendría como eje una enorme contaminación de lo electoral y un consenso mínimo. En esta posibilidad quedarían quizá la reelección, la reducción de las dos cámaras, menos diputados y senadores, y algunas figuras restringidas de referéndum. Posiblemente también alguna modificación a la figura de veto. Esta sería la reforma en un espacio dominado por la competencia electoral en los estados y los impactos de las alianzas entre PRD y PAN en contra del PRI. Estaríamos en la lógica de la fragmentación política y las reformas limitadas. Sus impactos para cambiar los instrumentos de gobernabilidad serían mínimos y no habría ninguna transformación política importante en el sistema. Sería más de lo mismo.
B) Otra posibilidad es una reforma amplia que incorpore diversas propuestas y se amplíen los consensos para que todas las fuerzas políticas tengan representación. En ese caso serían complementarios los proyectos y la discusión estaría centrada en los detalles y las reglas de operación que, por otra parte, son fundamentales. En un escenario de reforma amplia podrían entrar la reelección legislativa, la reducción de las cámaras, un nuevo equilibrio de poderes con mayores facultades al Legislativo para la ratificación de gabinete, incluso una figura de jefe de gabinete; nuevas facultades de autonomía al Ministerio Público y mayor capacidad de fiscalización al Congreso, con iniciativa preferente y veto parcial al Ejecutivo; modificaciones al fuero para acotar la impunidad. En este paquete podrían entrar las figuras de participación desde las candidaturas ciudadanas, el referéndum, plebiscito e iniciativa popular y, muy probablemente, quedaría fuera la revocación de mandato. Para que se pueda dar esta posibilidad reformadora se necesitan movimientos rápidos y distanciamiento entre el espacio legislativo y la arena electoral, lo cual supone que la reforma se haga antes del inicio formal de las campañas, es decir, entre fines de marzo y la primera quincena de abril. Este escenario sí permitiría un cambio importante en el sistema político.
Veamos qué pasa en los próximos días…
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