Datos de la segunda encuesta sobre Migración y Dinámica Poblacional en el Distrito Federal, realizada a principios de diciembre de 2009, indican que el año pasado, sólo 30% de las familias recibieron envíos monetarios, pero fueron en menor cantidad
SARA PANTOJA/ El Universal
Tania Pérez tiene seis meses de embarazo, una hija de cinco años y una pareja sin papeles y empleo en Nueva York, Estados Unidos.
Desde hace tres meses, Baldemar Pacheco dejó de enviarle dinero porque la fábrica de construcción donde trabajó durante 15 años quebró y no recibió un solo dolar de finiquito.
“Cada mes me mandaba mil o mil 500 pesos y eso me servía para la escuela de mi hija, comprarle ropa, su despensa y para ir pasándola, pero ahora nos la vemos más difícil porque ya no me puede mandar nada”, dice.
La historia de Tania es una de las 179 familias que acudieron al gobierno en busca de ayuda; en lo que va del año no han recibido remesas de familiares, dice la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades (Sederec).
Datos de la segunda encuesta sobre Migración y Dinámica Poblacional en el Distrito Federal, realizada a principios de diciembre de 2009, indican que el año pasado, sólo 30% de las familias recibieron envíos monetarios, pero fueron en menor cantidad.
En 2008 los migrantes solían enviar en promedio dos veces al mes hasta 6 mil pesos, el año pasado sólo hicieron un envío y fue por un poco más de 5 mil.
Rosa Márquez, titular de la Sederec, explica que esta disminución provocó que los familiares dejaran de ahorrar, comprarse ropa, invertir en el arreglo de la casa e incluso, en la escuela de los hijos; ahora sólo va a alimentación.
La situación es de tal gravedad, añade, que la dependencia capitalina detectó al menos tres casos en los que las familias han tenido que enviar dinero desde el Distrito Federal para ayudarle a sus migrantes en Estados Unidos.
La encuesta reveló que de 2008 a 2009 creció el número de personas que tiene un familiar en Canadá y EU; subió de 47.5% a 49.1%, entre un estimado de 6 millones 400 mil personas.
Esperanza por nacer
Hasta ahora, el embarazo de Tania ha sido un obstáculo para encontrar un trabajo que la ayude a pagar la luz, el agua y el gas que ocupa en el cuarto que le prestan en la casa de su mamá para vivir. “A los lados que voy me dicen que no me dan trabajo porque estoy embarazada. Tampoco puedo hacer mucho porque no tengo quién me cuide a mi hija”.
Por eso va de puerta en puerta o con las mamás de la escuela vendiendo productos de belleza por catálogo. Lo que la mantiene en pie es la esperanza de que cuando nazca su bebé cruce de nuevo la frontera para reunirse con Baldemar. No sería la primera vez pues ella vivió en El Bronx en el 2008. Allá conoció al padre del hijo que espera.
El problema es que él ya está pensando en regresar a la ciudad de México pues el comercio informal no le deja muchas posibilidades para continuar. Peor aún, su situación migratoria no le ayuda mucho pues hace dos años tuvo un problema con la justicia y perdió su permiso de residencia. La crisis económica y el deseo de estar con su nueva familia refuerzen su idea de regresar al DF.
Según la encuesta aplicada por la Sederec a 63% de los migrantes que tienen familia en el DF le afectó de alguna manera la crisis en Estados Unidos.
De ese porcentaje, 30% dijeron que sus familiares han pensado en regresar a la ciudad porque el bolsillo y la situación migratoria no dan para más.
A Giovana, de 18 años de edad, así le ocurrió. Llegó a Texas por seguir al que pronto sería el padre de su hijo, pero él murió recientemente a causa de una enfermedad en el riñón.
Como no tenía documentación legal, ella entró a trabajar en un gimnasio de Texas, donde limpiaba los aparatos para hacer ejercicio. “Ganaba como 5 mil pesos a la quincena, pero no le alcanzaba. Vivía con su hijo y una muchacha, cuenta su madre, quien pide el anonimato.
Cuando podía, Giovana mandaba desde mil hasta mil 800 pesos a su casa en el DF. Con eso, su madre hacía casi milagros para poder comprarle lo más necesario a sus otras tres hijas, además de atender a su hija menor que sufre de un retraso sicomotor. Migración deportó a Giovana la semana pasada.
SARA PANTOJA/ El Universal
Tania Pérez tiene seis meses de embarazo, una hija de cinco años y una pareja sin papeles y empleo en Nueva York, Estados Unidos.
Desde hace tres meses, Baldemar Pacheco dejó de enviarle dinero porque la fábrica de construcción donde trabajó durante 15 años quebró y no recibió un solo dolar de finiquito.
“Cada mes me mandaba mil o mil 500 pesos y eso me servía para la escuela de mi hija, comprarle ropa, su despensa y para ir pasándola, pero ahora nos la vemos más difícil porque ya no me puede mandar nada”, dice.
La historia de Tania es una de las 179 familias que acudieron al gobierno en busca de ayuda; en lo que va del año no han recibido remesas de familiares, dice la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades (Sederec).
Datos de la segunda encuesta sobre Migración y Dinámica Poblacional en el Distrito Federal, realizada a principios de diciembre de 2009, indican que el año pasado, sólo 30% de las familias recibieron envíos monetarios, pero fueron en menor cantidad.
En 2008 los migrantes solían enviar en promedio dos veces al mes hasta 6 mil pesos, el año pasado sólo hicieron un envío y fue por un poco más de 5 mil.
Rosa Márquez, titular de la Sederec, explica que esta disminución provocó que los familiares dejaran de ahorrar, comprarse ropa, invertir en el arreglo de la casa e incluso, en la escuela de los hijos; ahora sólo va a alimentación.
La situación es de tal gravedad, añade, que la dependencia capitalina detectó al menos tres casos en los que las familias han tenido que enviar dinero desde el Distrito Federal para ayudarle a sus migrantes en Estados Unidos.
La encuesta reveló que de 2008 a 2009 creció el número de personas que tiene un familiar en Canadá y EU; subió de 47.5% a 49.1%, entre un estimado de 6 millones 400 mil personas.
Esperanza por nacer
Hasta ahora, el embarazo de Tania ha sido un obstáculo para encontrar un trabajo que la ayude a pagar la luz, el agua y el gas que ocupa en el cuarto que le prestan en la casa de su mamá para vivir. “A los lados que voy me dicen que no me dan trabajo porque estoy embarazada. Tampoco puedo hacer mucho porque no tengo quién me cuide a mi hija”.
Por eso va de puerta en puerta o con las mamás de la escuela vendiendo productos de belleza por catálogo. Lo que la mantiene en pie es la esperanza de que cuando nazca su bebé cruce de nuevo la frontera para reunirse con Baldemar. No sería la primera vez pues ella vivió en El Bronx en el 2008. Allá conoció al padre del hijo que espera.
El problema es que él ya está pensando en regresar a la ciudad de México pues el comercio informal no le deja muchas posibilidades para continuar. Peor aún, su situación migratoria no le ayuda mucho pues hace dos años tuvo un problema con la justicia y perdió su permiso de residencia. La crisis económica y el deseo de estar con su nueva familia refuerzen su idea de regresar al DF.
Según la encuesta aplicada por la Sederec a 63% de los migrantes que tienen familia en el DF le afectó de alguna manera la crisis en Estados Unidos.
De ese porcentaje, 30% dijeron que sus familiares han pensado en regresar a la ciudad porque el bolsillo y la situación migratoria no dan para más.
A Giovana, de 18 años de edad, así le ocurrió. Llegó a Texas por seguir al que pronto sería el padre de su hijo, pero él murió recientemente a causa de una enfermedad en el riñón.
Como no tenía documentación legal, ella entró a trabajar en un gimnasio de Texas, donde limpiaba los aparatos para hacer ejercicio. “Ganaba como 5 mil pesos a la quincena, pero no le alcanzaba. Vivía con su hijo y una muchacha, cuenta su madre, quien pide el anonimato.
Cuando podía, Giovana mandaba desde mil hasta mil 800 pesos a su casa en el DF. Con eso, su madre hacía casi milagros para poder comprarle lo más necesario a sus otras tres hijas, además de atender a su hija menor que sufre de un retraso sicomotor. Migración deportó a Giovana la semana pasada.
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