José Blanco / La Jornada
El fundamentalismo neoliberal implantado en los inicios de los 80 ha quedado a la altura del betún: la actual crisis financiera, producto del fundamentalismo, tiene a la economía mundial en virtual estado de coma, pero aun así para los líderes del mundo "desarrollado" continúa siendo la biblia.
El pensamiento fundamentalista se guía por unos principios que de veras creen válidos bajo cualesquiera circunstancias. Es un pensamiento absolutamente ciego al mundo real. La fe religiosa en sus "modelos" es tan inquebrantable que si una observación sobre un hecho contundente tiene lugar y no cabe en el modelito, simplemente debe ser excluido del análisis por cuanto "los mercados son perfectos"; si algo anda mal en el mundo económico, en una "falla del mercado" y es producto, dicen, de interferencias humanas contra natura: contra la sacrosanta naturaleza libérrima de "los mercados".
Usted lo habrá oído mil veces. Las "fallas de mercado" se resuelven "con más mercado". Usted acaso puede pensar que esto no es sino una inmensa pueril tontería, pero es un hecho real como la luz del día que éste es el pensamiento que abarca todo el cerebro de los poderes del mundo, guiados por el fundamentalismo neoliberal de nuestros días. No hay lugar para una idea distinta de sus dogmáticas creencias.
En este juego de Juan Pirulero, los estados se han endeudado cada vez más para salvar a "los mercados" y, acto seguido, "los mercados" los castigan por haberse endeudado. Vea si no es tragicómico que el gobierno estadunidense se endeude meteóricamente, tras lo cual los recursos de la deuda se los tragan los hoyos negros de los bancos, y en la siguiente escena Standard&Poor’s (S&P) pone una nota al gobierno estadunidense rebajando la calidad de sus bonos y letras.
S&P no degradó la calificación del sistema político estadunidense. No degradó la calificación del mercado de valores. Degradó la calificación de los bonos y las letras del Tesoro de EU. Pero en la escena siguiente al neoliberalismo se le aparece un cisne negro: en la apertura de mercados del día siguiente, los inversores salieron masivamente de los valores en bolsa para recalar en el puerto seguro de los degradados bonos y letras del Tesoro estadunidense. Y esto ocurrió masivamente no sólo con los inversores estadunidenses.
Los halcones del déficit, con un lenguaje que para el ciudadano de a pie suena a sentido común, como nunca vociferan contra el déficit fiscal de los estados; y sus dirigentes, dominados por el fundamentalismo –sin importar su ideología partidaria–, se ponen sumisamente a hacer su tarea, desde luego recortando gastos y privatizando bienes públicos; aunque acto seguido las bolsas se caen porque el recorte del déficit indefectiblemente lastrará el crecimiento económico del futuro inmediato y los capitales, por tanto, se refugiarán en valores seguros. S&P hace entonces un ridículo monumental.
Los terroristas del déficit no cesan de hablar de la temible amenaza de la deuda que podemos dejar "a nuestros hijos y nietos", derivada de un apoyo fiscal significativo a la producción y el empleo (sólo se vale la deuda para salvar bancos). Estos terroristas habitan en todas las instituciones financieras nacionales e internacionales. A pesar de que, en este momento, no existe problema alguno de déficit a largo plazo.
Mientras las tasas de interés (hoy casi cero) se mantengan por debajo de la tasa de crecimiento de la economía, los niveles de endeudamiento en relación con el PIB tenderán a estabilizarse y aun a declinar.
El horrible "problema del déficit" es un cuento fundamentalista que, entre otras cosas, jamás se especifica. Hoy, ¿qué es exactamente lo que sucedería?: ¿suplantación pública de la actividad económica privada?, ¿inflación?, ¿altas tasas de interés a largo plazo? ¿Qué rayos es exactamente lo que nos pasaría? Porque en las condiciones actuales, un estímulo fiscal vigoroso, en Estados Unidos, por ejemplo, nada de eso puede ocurrir con una tasa de desempleo superior a 10 por ciento, con deflación por sobrendeudamiento y con tasas de interés cercanas a cero.
Pero hay otra perspicaz visión sobre los terroristas del déficit: Christopher Hayes escribió a mediados del año pasado en The Nation: “ Tal vez el aspecto más egregio del modo en que se nos vendió la guerra de Irak fue la falsedad de su pretexto. Realmente, nunca hubo armas de destrucción masiva, según terminó por admitir el propio Paul Wolfowitz. Las armas de destrucción masiva sólo eran ‘algo en lo que todo el mundo coincidía’. Y así ocurre también con los déficit públicos. A los conservadores y a sus aliados neoliberales les traen sin cuidado los déficit; lo que les importa es la austeridad: destripar el Estado democrático y social de derecho y redistribuir la riqueza hacia arriba. Ése es el objetivo. Los déficit son sólo ‘algo en lo que todo el mundo coincide’, las armas de destrucción masiva de esta crisis de todo punto fabricada. El senador John Kyl, de Arizona, en declaraciones a la cadena [ultraderechista] Fox News, ha llegado al punto de admitirlo abiertamente. Hay que evitar cualquier incremento del gasto, dijo, ‘pero nunca debería evitarse el coste de una decisión deliberada de reducir los impuestos a los americanos’. Ahí lo tienen, pues”.
El fundamentalismo neoliberal implantado en los inicios de los 80 ha quedado a la altura del betún: la actual crisis financiera, producto del fundamentalismo, tiene a la economía mundial en virtual estado de coma, pero aun así para los líderes del mundo "desarrollado" continúa siendo la biblia.
El pensamiento fundamentalista se guía por unos principios que de veras creen válidos bajo cualesquiera circunstancias. Es un pensamiento absolutamente ciego al mundo real. La fe religiosa en sus "modelos" es tan inquebrantable que si una observación sobre un hecho contundente tiene lugar y no cabe en el modelito, simplemente debe ser excluido del análisis por cuanto "los mercados son perfectos"; si algo anda mal en el mundo económico, en una "falla del mercado" y es producto, dicen, de interferencias humanas contra natura: contra la sacrosanta naturaleza libérrima de "los mercados".
Usted lo habrá oído mil veces. Las "fallas de mercado" se resuelven "con más mercado". Usted acaso puede pensar que esto no es sino una inmensa pueril tontería, pero es un hecho real como la luz del día que éste es el pensamiento que abarca todo el cerebro de los poderes del mundo, guiados por el fundamentalismo neoliberal de nuestros días. No hay lugar para una idea distinta de sus dogmáticas creencias.
En este juego de Juan Pirulero, los estados se han endeudado cada vez más para salvar a "los mercados" y, acto seguido, "los mercados" los castigan por haberse endeudado. Vea si no es tragicómico que el gobierno estadunidense se endeude meteóricamente, tras lo cual los recursos de la deuda se los tragan los hoyos negros de los bancos, y en la siguiente escena Standard&Poor’s (S&P) pone una nota al gobierno estadunidense rebajando la calidad de sus bonos y letras.
S&P no degradó la calificación del sistema político estadunidense. No degradó la calificación del mercado de valores. Degradó la calificación de los bonos y las letras del Tesoro de EU. Pero en la escena siguiente al neoliberalismo se le aparece un cisne negro: en la apertura de mercados del día siguiente, los inversores salieron masivamente de los valores en bolsa para recalar en el puerto seguro de los degradados bonos y letras del Tesoro estadunidense. Y esto ocurrió masivamente no sólo con los inversores estadunidenses.
Los halcones del déficit, con un lenguaje que para el ciudadano de a pie suena a sentido común, como nunca vociferan contra el déficit fiscal de los estados; y sus dirigentes, dominados por el fundamentalismo –sin importar su ideología partidaria–, se ponen sumisamente a hacer su tarea, desde luego recortando gastos y privatizando bienes públicos; aunque acto seguido las bolsas se caen porque el recorte del déficit indefectiblemente lastrará el crecimiento económico del futuro inmediato y los capitales, por tanto, se refugiarán en valores seguros. S&P hace entonces un ridículo monumental.
Los terroristas del déficit no cesan de hablar de la temible amenaza de la deuda que podemos dejar "a nuestros hijos y nietos", derivada de un apoyo fiscal significativo a la producción y el empleo (sólo se vale la deuda para salvar bancos). Estos terroristas habitan en todas las instituciones financieras nacionales e internacionales. A pesar de que, en este momento, no existe problema alguno de déficit a largo plazo.
Mientras las tasas de interés (hoy casi cero) se mantengan por debajo de la tasa de crecimiento de la economía, los niveles de endeudamiento en relación con el PIB tenderán a estabilizarse y aun a declinar.
El horrible "problema del déficit" es un cuento fundamentalista que, entre otras cosas, jamás se especifica. Hoy, ¿qué es exactamente lo que sucedería?: ¿suplantación pública de la actividad económica privada?, ¿inflación?, ¿altas tasas de interés a largo plazo? ¿Qué rayos es exactamente lo que nos pasaría? Porque en las condiciones actuales, un estímulo fiscal vigoroso, en Estados Unidos, por ejemplo, nada de eso puede ocurrir con una tasa de desempleo superior a 10 por ciento, con deflación por sobrendeudamiento y con tasas de interés cercanas a cero.
Pero hay otra perspicaz visión sobre los terroristas del déficit: Christopher Hayes escribió a mediados del año pasado en The Nation: “ Tal vez el aspecto más egregio del modo en que se nos vendió la guerra de Irak fue la falsedad de su pretexto. Realmente, nunca hubo armas de destrucción masiva, según terminó por admitir el propio Paul Wolfowitz. Las armas de destrucción masiva sólo eran ‘algo en lo que todo el mundo coincidía’. Y así ocurre también con los déficit públicos. A los conservadores y a sus aliados neoliberales les traen sin cuidado los déficit; lo que les importa es la austeridad: destripar el Estado democrático y social de derecho y redistribuir la riqueza hacia arriba. Ése es el objetivo. Los déficit son sólo ‘algo en lo que todo el mundo coincide’, las armas de destrucción masiva de esta crisis de todo punto fabricada. El senador John Kyl, de Arizona, en declaraciones a la cadena [ultraderechista] Fox News, ha llegado al punto de admitirlo abiertamente. Hay que evitar cualquier incremento del gasto, dijo, ‘pero nunca debería evitarse el coste de una decisión deliberada de reducir los impuestos a los americanos’. Ahí lo tienen, pues”.
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