viernes, 23 de septiembre de 2011

BANXICO ¡PARA QUÉ ESPERAR!

¡Para qué esperar!. Las señales de desaceleración económica en EU cada vez son más visibles y notorias, y México, como era de esperar, no será inmune, como nunca lo ha sido, a este nuevo ciclo bajista. Desafortunadamente, y pese a los esfuerzos de la industria mexicana por diversificarse hacia otros mercados, sus vínculos con la manufactura de EU siguen siendo muy intensos. Por lo que las señales de menor dinamismo en la industria de EU no tardarán en reflejarse en la manufactura mexicana.
Una buena muestra es lo que sucedió con las exportaciones de vehículos en agosto: las exportaciones totales se contrajeron un 3.3%, y las destinadas a EU, el principal mercado mexicano, se hundieron un 14.5%. Esas cifras de ventas de vehículos son las más oportunas y nos dicen un poco hacia dónde pueden ir los tiros. Como comentó el director general de la AMIA, Fausto Cuevas, las exportaciones de agosto son una “alerta” de lo que podría venirse encima en caso de una nueva crisis económica en EU.
Pero no sólo se perciben esas señales en el sector de transporte. Las exportaciones no manufactureras de México están concentradas en muy pocos productos. En torno al 60% de las exportaciones totales se concentran, además de en transporte (23%), en computadoras y productos electrónicos (otro 23%), equipo eléctrico y electrodomésticos (8%) y maquinaria excluyendo transporte (5%). Y en todos ellos es evidente una marcada desaceleración de las exportaciones. En julio, por ejemplo, el componente de computadoras y productos electrónicos se contrajo un 7.7% cuando hace un año crecían a tasas de más del 30%.
El sector exportador ha sido en buena medida el motor de la recuperación en México, en tanto la demanda interna, el consumo y la inversión, ha permanecido bastante rezagada. Por lo que un nuevo traspiés de la industria estadounidense que debilitara a las exportaciones y que se filtrara al resto de la economía a través de un menor empleo, y socavara el aún débil gasto de consumo e inversión dejaría a la economía mexicana de nuevo muy vulnerable a una recesión.
En esta coyuntura, las autoridades no deben permanecer impasibles. El costo social de la reciente crisis económica ha sido muy alto y se deberían tratar de amortiguar el impacto negativo de una nueva recaída sobre el empleo y la pobreza. Dejar todo el esfuerzo en manos de Obama y Bernanke, que ya están trabajando para intentar rescatar a su economía con un nuevo programa de estímulos fiscales y nuevas medidas de expansión monetaria, no sería lo responsable.
Se debería hacer algo internamente. Aparentemente, no será desde el lado fiscal. El proyecto de presupuesto que acaba de anunciar el gobierno de Calderón no propone una ampliación del déficit. Por el contrario, lo que propone es una mayor disciplina presupuestaria, una de las grandes banderas de su administración y, en buena medida, uno de los escudos que ha protegido a la economía mexicana de las recientes turbulencias ocasionadas por la crisis de deuda soberana en Europa y el miedo a una nueva recesión.
Excluida una política fiscal expansiva, el único mecanismo de política económica que resta es la política monetaria. Y en este caso, Banxico sí ha dejado claro que estaría dispuesto a hacer uso de ella. Para eso, sugiere que se cumpla una de estas dos condiciones: que el comportamiento de la economía mexicana se siga deteriorando, o que los bancos centrales de los países desarrollados apliquen medidas monetarias aún más laxas para ayudar a la economía. Pues bien, todo parece indicar que ambas condiciones se darán en un futuro cercano. No hay señales de que la tendencia de la economía de EU y, por tanto, la mexicana, se vaya a revertir de forma apreciable en el corto plazo; y es de esperar que la Fed introduzca nuevas medidas para reducir aún más las tasas de interés de largo plazo (posiblemente reemplace activos de corto plazo de su hoja de balance por otros de más largo plazo).
De ser así, y salvo que se produzca un derrumbe en el peso que denote una pérdida de confianza de los inversionistas en la economía mexicana, Banxico no tendría por qué posponer un recorte de tasas en el actual escenario de baja inflación. Cuanto antes se actúe, de forma preventiva, mejor, dado que lleva un tiempo el traslado del recorte de tasas de referencia a todo el especto de tasas de interés de la economía y, por tanto, su impacto en el consumo y la inversión. A su vez, una depreciación controlada del peso daría un empujoncito al sector exportador ahora que pierde fuerza. Y, sobre todo, se omitirían esos costos que Banxico quiere evitar, en términos de pobreza y empleo, por el hecho de mantener unas tasas demasiado altas. Finalmente, Carstens, con las elecciones aún lejanas, evitaría que se asociara un recorte de tasas con intereses políticos, él que fue secretario de Hacienda bajo la égida de Calderón. Entonces, ¡para qué esperar!
Fuente: El Semanario

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