Pillos como Roubini predican el fin del euro en la academia mientras especulan en el mercado
XAVIER VIDAL-FOLCH / EL PAÍS
Las consignas son lacónicas: "Recojamos los beneficios del año" cerrando posiciones en deuda europea. "Por la preocupación sobre la banca francesa y Grecia... ¡coged el dinero y corred! (diferenciales, puntos básicos)". O en el original inglés, "Take the money and run!, (spreads, bps)". Eso sí, quizá "podremos esperar volver a entrar" en bonos de bancos franceses "al tipo de suspensión de pagos de tres entidades".
Es el consejo del experto David Nowakoswy, en el boletín del 15 de septiembre, a las 11.20 horas, de RGE Market Strategy, un departamento de consultoría de la empresa... Roubini Global Economics, que preside Nouriel Roubini.
Ah, ¿pero acaso este Roubini no es el famoso Doctor Catástrofe (Doctor Doom), el brillante profesor de la escuela de negocios de la Universidad de Nueva York, uno de los pocos que predijo la crisis? Y que lo hizo con exactitud en su artículo de febrero de 2008 Riesgo de un colapso financiero: "Nos encontraremos con una recesión económica global conforme las pérdidas y restricción del crédito se expandan por el planeta. Veremos pánico, ventas desesperadas y desplome en el precio de los activos que traerán consigo quiebras de entidades sistemáticamente importantes".
¿Pasa algo raro? Sí. La labor del profesor y la del asesor de inversores y bancos centrales puede ser incompatible. Roubini, envuelto en su aureola de profeta y profesor objetivo postula día sí, día también, el impago de Grecia y la ruptura de la zona euro. Y eso "alimenta el pánico, para beneficio de sus clientes que apuestan a un descenso de los bonos públicos, un magnífico caso de conflicto de intereses, porque siempre olvida precisar que él está personalmente interesado en el cumplimiento de sus previsiones", denunció el día 21 en su blog Coulisses de Bruxelles el periodista Jean Quatremer.
Antes, el 9 de mayo, ya culpó al financiero bizantino de la distribución del rumor de que Grecia había propuesto su quiebra, atribuyéndolo al ministro de Finanzas Papaconstantinou, en la reunión del 17 de abril del Instituto Internacional de Finanzas. Rumor que fue aventado por la agencia Dow Jones, el FT, el Die Welt y los boletines del City Group.
Lo que es incontestable es que la asesoría de Roubini llama a deshacer posiciones en deudas europeas, mientras su presidente libra desde la academia una cruzada en pro de la quiebra de Atenas y de la ruptura de la unión monetaria.
¿Es exagerada la palabra "cruzada"?
Espiguemos entre sus escritos y declaraciones: "Podemos contemplar la ruptura de la unión monetaria, es un riesgo creciente (Bloomberg, 27 de enero de 2010). "El colapso del euro" afectará "al crecimiento de sus principales socios comerciales" (FT, 1 de junio de 2010). La inestabilidad podría "desembocar en la salida del euro de sus miembros más débiles" (La Tribune, 3 de enero 2011). "La idea de salir del euro es considerada como inconcebible incluso en Atenas y Lisboa, pero escenarios que hoy son vistos como inconcebibles podrían no ser tan inverosímiles": los periféricos deben "salir del euro, volver a las monedas nacionales y lograr una fuerte depreciación real y nominal" (FT, 14 de junio de 2011). Para escapar al caos, Grecia "debe iniciar ahora el impago, salir voluntariamente de la eurozona y volver al dracma" (FT, 20 de septiembre de 2011).
Así que el profesor y el asesor forman una sociedad de gananciales; su mano académica aprieta para que suceda lo peor, y su mano financiera recoge el beneficio cuando va sucediendo lo peor.
Esa conducta de pillo es la opuesta a la de los académicos escrupulosos. Cuando Paul Krugman inició su columna en The New York Times abandonó todo asesoramiento; lo mismo hizo Josep Stiglitz cuando entró en el Banco Mundial; y Larry Summers canceló su curso de Harvard en 2009 cuando se convirtió en asesor económico de la Casa Blanca, como relata Roberto Petrini (Proceso a los economistas, Alianza, Madrid, 2010).
Este periodista italiano retrata vicios del oficio como la venalidad, la soberbia o el fanatismo ideológico, que han contribuido a la crisis casi tanto como los de los banqueros de Wall Street. La francesa Florence Noiville (Soy economista y os pido disculpas, Deusto, Barcelona, 2011) viene a completar ese retrato con su feroz crítica a las enseñanzas que imparten las escuelas de negocios. En resumen: "Ellos piensan: 'puede que el barco se hunda, pero en mi camarote no hay agua'; es lo que llamo la traición de los expertos".
XAVIER VIDAL-FOLCH / EL PAÍS
Las consignas son lacónicas: "Recojamos los beneficios del año" cerrando posiciones en deuda europea. "Por la preocupación sobre la banca francesa y Grecia... ¡coged el dinero y corred! (diferenciales, puntos básicos)". O en el original inglés, "Take the money and run!, (spreads, bps)". Eso sí, quizá "podremos esperar volver a entrar" en bonos de bancos franceses "al tipo de suspensión de pagos de tres entidades".
Es el consejo del experto David Nowakoswy, en el boletín del 15 de septiembre, a las 11.20 horas, de RGE Market Strategy, un departamento de consultoría de la empresa... Roubini Global Economics, que preside Nouriel Roubini.
Ah, ¿pero acaso este Roubini no es el famoso Doctor Catástrofe (Doctor Doom), el brillante profesor de la escuela de negocios de la Universidad de Nueva York, uno de los pocos que predijo la crisis? Y que lo hizo con exactitud en su artículo de febrero de 2008 Riesgo de un colapso financiero: "Nos encontraremos con una recesión económica global conforme las pérdidas y restricción del crédito se expandan por el planeta. Veremos pánico, ventas desesperadas y desplome en el precio de los activos que traerán consigo quiebras de entidades sistemáticamente importantes".
¿Pasa algo raro? Sí. La labor del profesor y la del asesor de inversores y bancos centrales puede ser incompatible. Roubini, envuelto en su aureola de profeta y profesor objetivo postula día sí, día también, el impago de Grecia y la ruptura de la zona euro. Y eso "alimenta el pánico, para beneficio de sus clientes que apuestan a un descenso de los bonos públicos, un magnífico caso de conflicto de intereses, porque siempre olvida precisar que él está personalmente interesado en el cumplimiento de sus previsiones", denunció el día 21 en su blog Coulisses de Bruxelles el periodista Jean Quatremer.
Antes, el 9 de mayo, ya culpó al financiero bizantino de la distribución del rumor de que Grecia había propuesto su quiebra, atribuyéndolo al ministro de Finanzas Papaconstantinou, en la reunión del 17 de abril del Instituto Internacional de Finanzas. Rumor que fue aventado por la agencia Dow Jones, el FT, el Die Welt y los boletines del City Group.
Lo que es incontestable es que la asesoría de Roubini llama a deshacer posiciones en deudas europeas, mientras su presidente libra desde la academia una cruzada en pro de la quiebra de Atenas y de la ruptura de la unión monetaria.
¿Es exagerada la palabra "cruzada"?
Espiguemos entre sus escritos y declaraciones: "Podemos contemplar la ruptura de la unión monetaria, es un riesgo creciente (Bloomberg, 27 de enero de 2010). "El colapso del euro" afectará "al crecimiento de sus principales socios comerciales" (FT, 1 de junio de 2010). La inestabilidad podría "desembocar en la salida del euro de sus miembros más débiles" (La Tribune, 3 de enero 2011). "La idea de salir del euro es considerada como inconcebible incluso en Atenas y Lisboa, pero escenarios que hoy son vistos como inconcebibles podrían no ser tan inverosímiles": los periféricos deben "salir del euro, volver a las monedas nacionales y lograr una fuerte depreciación real y nominal" (FT, 14 de junio de 2011). Para escapar al caos, Grecia "debe iniciar ahora el impago, salir voluntariamente de la eurozona y volver al dracma" (FT, 20 de septiembre de 2011).
Así que el profesor y el asesor forman una sociedad de gananciales; su mano académica aprieta para que suceda lo peor, y su mano financiera recoge el beneficio cuando va sucediendo lo peor.
Esa conducta de pillo es la opuesta a la de los académicos escrupulosos. Cuando Paul Krugman inició su columna en The New York Times abandonó todo asesoramiento; lo mismo hizo Josep Stiglitz cuando entró en el Banco Mundial; y Larry Summers canceló su curso de Harvard en 2009 cuando se convirtió en asesor económico de la Casa Blanca, como relata Roberto Petrini (Proceso a los economistas, Alianza, Madrid, 2010).
Este periodista italiano retrata vicios del oficio como la venalidad, la soberbia o el fanatismo ideológico, que han contribuido a la crisis casi tanto como los de los banqueros de Wall Street. La francesa Florence Noiville (Soy economista y os pido disculpas, Deusto, Barcelona, 2011) viene a completar ese retrato con su feroz crítica a las enseñanzas que imparten las escuelas de negocios. En resumen: "Ellos piensan: 'puede que el barco se hunda, pero en mi camarote no hay agua'; es lo que llamo la traición de los expertos".
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