El Fondo urge a Europa a acometer ya una nueva ronda de inyecciones de capital en las entidades financieras.- Se reafirma en su estimación de pérdidas para el sector por la crisis de deuda pública.- Calcula el impacto en hasta 300.000 millones, 44.000 por la devaluación de títulos españoles
ALEJANDRO BOLAÑOS | Washington (Enviado especial) / EL PAÍS
“El tiempo se agota". El equipo técnico del Fondo Monetario Internacional ve cada vez más probable que el sistema financiero vuelva a entrar en barrena. Y que provoque, otra vez, un retroceso en las economías occidentales, que aún no se han repuesto de la debacle a la que puso nombre la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers, hace poco más de tres años. El compendio de cifras, gráficos y modelos matemáticos que da forma al nuevo informe de Estabilidad Financiera, divulgado hoy en Washington, exuda la pulsión de la urgencia. Y tiene un destinatario colectivo: los líderes políticos y, singularmente, los de la Unión Europea.
"Hemos vuelto a la zona peligrosa", ha afirmado el director de Asuntos Monetarios del FMI, el español José Viñals, en la presentación del informe. Viñals achacó la evidente crisis de confianza a una triple D: "Débil crecimiento, débiles balances bancarios, débiles decisiones política".
El Fondo cree que la historia, aunque no llegue a sumar un lustro, puede repetirse. En 2008, la quiebra de Lehman Brothers, símbolo de la crisis financiera anclada en las hipotecas basura estadounidenses, provocó una súbita sequía de crédito en Europa y Estados Unidos. Ahora, lo que quema en los balances de los bancos son los títulos de deuda pública de un puñado de países europeos. Y el resultado, subraya el FMI, puede ser similar: otro parón económico, lacerante para sociedades que sufren, en muchos casos, elevados niveles de desempleo y los rigores del ajuste presupuestario en las prestaciones públicas.
"Se necesitan, con urgencia, esfuerzos creíbles para fortalecer la resistencia del sistema financiero", reclaman los expertos del Fondo. El informe del FMI saluda las decisiones de los bancos centrales (mantener los tipos de interés muy bajos o facilitar líneas de crédito a corto plazo), pero reitera que eso solo salva el problema de la "liquidez, no de la solvencia", erosionada en el caso de la banca europea por la tenencia de bonos públicos que pierden valor día a día en los mercados.
Más ayudas públicas a la banca
"A los políticos les diría que dejen de preocuparse de los síntomas y se centren en las causas profundas de la crisis financiera", prosiguió Viñals, en una intervención repleta de alusiones a la necesidad de "decisión política" ante la herencia maldita que dejó la debacle financiera de 2008: mercados inmobiliarios deprimidos tras años de excesos, bancos demasiado endeudados y con pérdidas por depurar, cuentas públicas desbordadas por la recesión y las ayudas al sector bancario.
Para Estados Unidos, el consejo es que sea más ambicioso en las ayudas para facilitar una reducción de las deudas hipotecarias. En el caso de Europa, para pasar la prueba de la credibilidad ante los mercados, sostiene el Fondo, hay que acometer ya una nueva ronda de inyecciones de capital en los bancos, captar fondos que les permitan compensar con holgura el impacto de la crisis de deuda pública en sus balances. Una fórmula que, dado el recelo de los inversores privados ante los bancos europeos más frágiles, obligaría a apurar el trago de hiel de las ayudas públicas a un sector que acumuló enormes ganancias antes de la crisis.
"Sin colchones adicionales de capital, y con los problemas que ya tienen muchos bancos para acceder a financiación, aumentará la presión para que reduzcan su nivel de endeudamiento, y eso les llevará a cortar el crédito a la economía real", argumenta el Fondo. El informe elude precisar si esta nueva ronda de capitalización debe ser obligatoria para los bancos más débiles, como reclamó la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, hace dos semanas. Pero sí pide que se usen fondos públicos, bien nacionales o bien con el apoyo del fondo de rescates de la UE (en cuanto se apruebe su ampliación de funciones), si esas entidades no consiguen captar dinero en el mercado. "Algunas cajas españolas han salido al mercado y han logrado captar capital", enfatizó Viñals, que obvió que ha habido otras que han tenido que ser sostenidas con fondos públicos, ante la imposibilidad de lograr respaldo privado.
El FMI focaliza los riesgos en los bancos europeos que tienen títulos de deuda pública de los países más cuestionados (Grecia, Irlanda, Portugal, Italia, España y Bélgica) y que son muy dependientes de los mercados para su financiación. Son también algunas de las entidades (italianas, francesas, alemanas o belgas) más señaladas por el enorme descenso de la cotización en Bolsa, cercano al 40% en lo que va de año. El informe se reafirma en la estimación que da la medida del riesgo, que ya generó una agria polémica con las autoridades europeas. Según sus cálculos, las pérdidas, medidas a partir de la devaluación que marca el precio de los CDS o seguros de impago de deuda desde principios de 2010, alcanzarían los 204.000 millones de euros. Los títulos italianos (71.000 millones), por su volumen y los griegos (56.000 millones) por la intensidad del desplome son las principales vías de agua. Detrás, los títulos españoles (44.000 millones) mucho más extendidos que portugueses e irlandeses y más castigados que los belgas.
Riesgo de 300.000 millones
El Fondo, que eleva el riesgo a 300.000 millones si se tiene en cuenta la línea de financiación de los bancos europeos a las entidades de los países más presionados, sostiene que el resultado habría sido casi idéntico si hubiese tomado como medida la prima de riesgo frente al bono alemán en el mercado secundario de deuda, mucho más transparente y líquido que el de los CDS. Y reitera que no es una medida de cuál es el volumen de capital necesario en las entidades europeas, que es como fue presentado en el origen de la polémica, una filtración del estudio al diario Financial Times. "Haría falta una prueba de estrés mucho más compleja, entidad por entidad", señala el informe.
El Fondo no cuestiona de forma directa los resultados de los stress tests europeos, publicados a principios del verano, y soslayados por los mercados. Pero sí sugiere dudas sobre como contabilizan las entidades las pérdidas de valor en su cartera de bonos públicos: solo hay una valoración alineada con el precio real en aquellos títulos con los que opera día a día en los mercados, pero no está claro que eso sea así en los que son susceptibles de ser vendidos en el futuro o en los que decide mantener hasta el vencimiento de la deuda. O sea, en casi el 80% de los títulos. "No tenemos información suficiente sobre cómo contabilizan los bancos esas pérdidas potenciales", fue la desasosegante conclusión de Viñals, tres años después del estallido de la crisis financiera. Aunque relegado a un pie de página, el Fondo reclama que las pruebas se hagan también a nivel nacional, una condición que solo cumple España de forma voluntaria. Y a la que se oponen con fiereza otros países, como Alemania.
En lo que discrepa de forma radical el Fondo es en los tiempos. Descrita una situación de colapso inminente, que puede devolver a la recesión a la zona euro y EE UU, el plazo dado por la UE (entre seis y nueve meses) a los bancos con una base de capital más débil para buscar dinero en el mercado privado, antes de activar las más que probables inyecciones públicas, suena, por contraste, excesivo. "Las autoridades de cada país deben decidir cuál es la velocidad, pero es imprescindible que se constituyan colchones de capital adecuados", templó el director de Asuntos Monetarios del Fondo en un aparte con la prensa española.
Sobre el ritmo de reestructuración del sector financiero en España, Viñals, que fue subgobernador del Banco de España, se limitó a señalar que "es esencial que se complete", no sin enfatizar, en un mensaje muy similar al que mantiene el supervisor español, la necesidad de cumplir con el ajuste fiscal y avanzar en las reformas. "La hoja de ruta está muy clara, hay que seguir adelante", concluyó.
ALEJANDRO BOLAÑOS | Washington (Enviado especial) / EL PAÍS
“El tiempo se agota". El equipo técnico del Fondo Monetario Internacional ve cada vez más probable que el sistema financiero vuelva a entrar en barrena. Y que provoque, otra vez, un retroceso en las economías occidentales, que aún no se han repuesto de la debacle a la que puso nombre la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers, hace poco más de tres años. El compendio de cifras, gráficos y modelos matemáticos que da forma al nuevo informe de Estabilidad Financiera, divulgado hoy en Washington, exuda la pulsión de la urgencia. Y tiene un destinatario colectivo: los líderes políticos y, singularmente, los de la Unión Europea.
"Hemos vuelto a la zona peligrosa", ha afirmado el director de Asuntos Monetarios del FMI, el español José Viñals, en la presentación del informe. Viñals achacó la evidente crisis de confianza a una triple D: "Débil crecimiento, débiles balances bancarios, débiles decisiones política".
El Fondo cree que la historia, aunque no llegue a sumar un lustro, puede repetirse. En 2008, la quiebra de Lehman Brothers, símbolo de la crisis financiera anclada en las hipotecas basura estadounidenses, provocó una súbita sequía de crédito en Europa y Estados Unidos. Ahora, lo que quema en los balances de los bancos son los títulos de deuda pública de un puñado de países europeos. Y el resultado, subraya el FMI, puede ser similar: otro parón económico, lacerante para sociedades que sufren, en muchos casos, elevados niveles de desempleo y los rigores del ajuste presupuestario en las prestaciones públicas.
"Se necesitan, con urgencia, esfuerzos creíbles para fortalecer la resistencia del sistema financiero", reclaman los expertos del Fondo. El informe del FMI saluda las decisiones de los bancos centrales (mantener los tipos de interés muy bajos o facilitar líneas de crédito a corto plazo), pero reitera que eso solo salva el problema de la "liquidez, no de la solvencia", erosionada en el caso de la banca europea por la tenencia de bonos públicos que pierden valor día a día en los mercados.
Más ayudas públicas a la banca
"A los políticos les diría que dejen de preocuparse de los síntomas y se centren en las causas profundas de la crisis financiera", prosiguió Viñals, en una intervención repleta de alusiones a la necesidad de "decisión política" ante la herencia maldita que dejó la debacle financiera de 2008: mercados inmobiliarios deprimidos tras años de excesos, bancos demasiado endeudados y con pérdidas por depurar, cuentas públicas desbordadas por la recesión y las ayudas al sector bancario.
Para Estados Unidos, el consejo es que sea más ambicioso en las ayudas para facilitar una reducción de las deudas hipotecarias. En el caso de Europa, para pasar la prueba de la credibilidad ante los mercados, sostiene el Fondo, hay que acometer ya una nueva ronda de inyecciones de capital en los bancos, captar fondos que les permitan compensar con holgura el impacto de la crisis de deuda pública en sus balances. Una fórmula que, dado el recelo de los inversores privados ante los bancos europeos más frágiles, obligaría a apurar el trago de hiel de las ayudas públicas a un sector que acumuló enormes ganancias antes de la crisis.
"Sin colchones adicionales de capital, y con los problemas que ya tienen muchos bancos para acceder a financiación, aumentará la presión para que reduzcan su nivel de endeudamiento, y eso les llevará a cortar el crédito a la economía real", argumenta el Fondo. El informe elude precisar si esta nueva ronda de capitalización debe ser obligatoria para los bancos más débiles, como reclamó la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, hace dos semanas. Pero sí pide que se usen fondos públicos, bien nacionales o bien con el apoyo del fondo de rescates de la UE (en cuanto se apruebe su ampliación de funciones), si esas entidades no consiguen captar dinero en el mercado. "Algunas cajas españolas han salido al mercado y han logrado captar capital", enfatizó Viñals, que obvió que ha habido otras que han tenido que ser sostenidas con fondos públicos, ante la imposibilidad de lograr respaldo privado.
El FMI focaliza los riesgos en los bancos europeos que tienen títulos de deuda pública de los países más cuestionados (Grecia, Irlanda, Portugal, Italia, España y Bélgica) y que son muy dependientes de los mercados para su financiación. Son también algunas de las entidades (italianas, francesas, alemanas o belgas) más señaladas por el enorme descenso de la cotización en Bolsa, cercano al 40% en lo que va de año. El informe se reafirma en la estimación que da la medida del riesgo, que ya generó una agria polémica con las autoridades europeas. Según sus cálculos, las pérdidas, medidas a partir de la devaluación que marca el precio de los CDS o seguros de impago de deuda desde principios de 2010, alcanzarían los 204.000 millones de euros. Los títulos italianos (71.000 millones), por su volumen y los griegos (56.000 millones) por la intensidad del desplome son las principales vías de agua. Detrás, los títulos españoles (44.000 millones) mucho más extendidos que portugueses e irlandeses y más castigados que los belgas.
Riesgo de 300.000 millones
El Fondo, que eleva el riesgo a 300.000 millones si se tiene en cuenta la línea de financiación de los bancos europeos a las entidades de los países más presionados, sostiene que el resultado habría sido casi idéntico si hubiese tomado como medida la prima de riesgo frente al bono alemán en el mercado secundario de deuda, mucho más transparente y líquido que el de los CDS. Y reitera que no es una medida de cuál es el volumen de capital necesario en las entidades europeas, que es como fue presentado en el origen de la polémica, una filtración del estudio al diario Financial Times. "Haría falta una prueba de estrés mucho más compleja, entidad por entidad", señala el informe.
El Fondo no cuestiona de forma directa los resultados de los stress tests europeos, publicados a principios del verano, y soslayados por los mercados. Pero sí sugiere dudas sobre como contabilizan las entidades las pérdidas de valor en su cartera de bonos públicos: solo hay una valoración alineada con el precio real en aquellos títulos con los que opera día a día en los mercados, pero no está claro que eso sea así en los que son susceptibles de ser vendidos en el futuro o en los que decide mantener hasta el vencimiento de la deuda. O sea, en casi el 80% de los títulos. "No tenemos información suficiente sobre cómo contabilizan los bancos esas pérdidas potenciales", fue la desasosegante conclusión de Viñals, tres años después del estallido de la crisis financiera. Aunque relegado a un pie de página, el Fondo reclama que las pruebas se hagan también a nivel nacional, una condición que solo cumple España de forma voluntaria. Y a la que se oponen con fiereza otros países, como Alemania.
En lo que discrepa de forma radical el Fondo es en los tiempos. Descrita una situación de colapso inminente, que puede devolver a la recesión a la zona euro y EE UU, el plazo dado por la UE (entre seis y nueve meses) a los bancos con una base de capital más débil para buscar dinero en el mercado privado, antes de activar las más que probables inyecciones públicas, suena, por contraste, excesivo. "Las autoridades de cada país deben decidir cuál es la velocidad, pero es imprescindible que se constituyan colchones de capital adecuados", templó el director de Asuntos Monetarios del Fondo en un aparte con la prensa española.
Sobre el ritmo de reestructuración del sector financiero en España, Viñals, que fue subgobernador del Banco de España, se limitó a señalar que "es esencial que se complete", no sin enfatizar, en un mensaje muy similar al que mantiene el supervisor español, la necesidad de cumplir con el ajuste fiscal y avanzar en las reformas. "La hoja de ruta está muy clara, hay que seguir adelante", concluyó.
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