Jorge Zepeda Patterrson / El Universal
El PAN se está quedando sin municiones. El golpe mediático de la corrupción de Larrazabal hizo trizas el último cartucho que podía utilizar para hacer competitivo a su candidato, Ernesto Cordero, frente a la poderosa maquinaria de Peña Nieto, y la emergente candidatura de Ebrard.
Durante meses los panistas se han apertrechando de recursos políticos y morales para la guerra electoral que habrá de venir. Pero las circunstancias y los errores han ido minando brutalmente su arsenal.
Primero fue la esperanza que habían depositado en un cierre sexenal de alto crecimiento económico. Bajo la premisa de que los ciudadanos votan por el bolsillo, Calderón y su equipo habían confiado en que luego de la crisis de 2009, los siguientes dos años y medio la economía tendría un rebote capaz de esparcir una sensación de prosperidad generalizada.
Seguramente fue una de las razones para elegir a Ernesto Cordero, colocarlo en Hacienda y desde allí lanzarlo para cosechar los éxitos económicos.
No ha sido así. En efecto en 2010 la economía creció 5.5%, pero eso no alcanzó para reponer la caída de 6.5 un año antes.
Sin embargo, en círculos oficiales se tenía la esperanza que 2011 y 2012 fuesen mejores o iguales a ese año de recuperación. No lo serán.
En 2011 la economía crecerá 4.0 y 3.5 en 2012, según las autoridades. No está mal, pero dista de ser un crecimiento que genere entusiasmos.
Como van las cosas en Estados Unidos es probable que México termine con resultados menores a lo esperado. Peor aún, todas las economías de América Latina están creciendo a tasas mayores que las nuestras, con lo cual difícilmente el Gobierno puede presentarse como un portento de la gestión macroeconómica.
Ciertamente nuestras finanzas públicas no lo han hecho mal. No hay endeudamiento excesivo, el peso no se ha desplomado y en materia de reservas internacionales rompemos récord cada semestre.
Para desgracia del calderonismo, el buen estado de la macroeconomía no acaba de aterrizar en la micro, que es de donde sale a votar el ciudadano. El empleo no ha mejorado, se ha disparado la desigualdad y las clases medias han perdido poder adquisitivo. En resumen, los votos que espera el PAN no van llegar por la vía de una presunta prosperidad.
La seguridad pública fue la otra gran apuesta calderonista para 2012.
Genaro García Luna convenció al Presidente de que el descabezamiento de los cárteles y la lucha entre ellos producirían un agotamiento y eventualmente un descenso en la criminalidad. Calderón convirtió a esta esperanza en la gran bandera de su sexenio.
Para su desgracia la curva de criminalidad no parece alcanzar su techo. En 2011 volveremos a romper el récord de asesinatos y más allá de las estadísticas, tragedias como la del Casino Royale dejan la sensación de que ha sido una guerra perdida. Difícilmente esto cambiará en los próximos 10 meses.
La mayoría de los mexicanos aprueban el valor y la perseverancia del Presidente para enfrentar a los cárteles, pero estarán encantados de votar cualquier propuesta que ofrezca mejores resultados.
Sin mucho que presumir en materia económica y de seguridad pública, en las últimas semanas los panistas habían regresado a sus fuentes originales y reenfocado sus baterías al talón de Aquiles del priismo: la corrupción.
Los pésimos manejos de las finanzas estatales de Humberto Moreira, cuando el ahora presidente del PRI fue gobernador de Coahuila, ofrecían el mejor de los auspicios a una campaña basada en temas de honestidad y ética. Se decía que el caso de Moreira era apenas el primero de una serie de expedientes de ex gobernadores cuya exhibición pondría en graves aprietos la candidatura de Peña Nieto.
Una vez más, como en el caso del esperado crecimiento y la supuesta derrota del narco, la realidad volvió a deshacer los cuidadosos planes.
El video del hermano del presidente municipal panista de Monterrey recibiendo dinero por la presunta extorsión de casinos puede no ser concluyente, pero una imagen vale más que 10 documentos de la tesorería de Coahuila. Particularmente porque la muerte de 52 personas en el Casino Royale vinculan este acto de corrupción a una tragedia criminal. Pueden no estar relacionados, pero el impacto es brutal.
Larrazabal vacunó a los priistas (y de entrada salvó momentáneamente a Moreira, de quien no se ha vuelto a hablar).
Cuando aparezca el siguiente expediente sobre el pasado oscuro de otro gobernador de ese partido, los priistas simplemente se remitirán a Larrazabal.
El subtexto de su mensaje, sin decirlo, será el siguiente: todas las autoridades son corruptas, la diferencia es que nosotros sabemos gobernar. Y aunque sea un argumento falso, el PAN se ha quedado sin municiones.
Salvo claro, el carisma de Cordero. Ups.
El PAN se está quedando sin municiones. El golpe mediático de la corrupción de Larrazabal hizo trizas el último cartucho que podía utilizar para hacer competitivo a su candidato, Ernesto Cordero, frente a la poderosa maquinaria de Peña Nieto, y la emergente candidatura de Ebrard.
Durante meses los panistas se han apertrechando de recursos políticos y morales para la guerra electoral que habrá de venir. Pero las circunstancias y los errores han ido minando brutalmente su arsenal.
Primero fue la esperanza que habían depositado en un cierre sexenal de alto crecimiento económico. Bajo la premisa de que los ciudadanos votan por el bolsillo, Calderón y su equipo habían confiado en que luego de la crisis de 2009, los siguientes dos años y medio la economía tendría un rebote capaz de esparcir una sensación de prosperidad generalizada.
Seguramente fue una de las razones para elegir a Ernesto Cordero, colocarlo en Hacienda y desde allí lanzarlo para cosechar los éxitos económicos.
No ha sido así. En efecto en 2010 la economía creció 5.5%, pero eso no alcanzó para reponer la caída de 6.5 un año antes.
Sin embargo, en círculos oficiales se tenía la esperanza que 2011 y 2012 fuesen mejores o iguales a ese año de recuperación. No lo serán.
En 2011 la economía crecerá 4.0 y 3.5 en 2012, según las autoridades. No está mal, pero dista de ser un crecimiento que genere entusiasmos.
Como van las cosas en Estados Unidos es probable que México termine con resultados menores a lo esperado. Peor aún, todas las economías de América Latina están creciendo a tasas mayores que las nuestras, con lo cual difícilmente el Gobierno puede presentarse como un portento de la gestión macroeconómica.
Ciertamente nuestras finanzas públicas no lo han hecho mal. No hay endeudamiento excesivo, el peso no se ha desplomado y en materia de reservas internacionales rompemos récord cada semestre.
Para desgracia del calderonismo, el buen estado de la macroeconomía no acaba de aterrizar en la micro, que es de donde sale a votar el ciudadano. El empleo no ha mejorado, se ha disparado la desigualdad y las clases medias han perdido poder adquisitivo. En resumen, los votos que espera el PAN no van llegar por la vía de una presunta prosperidad.
La seguridad pública fue la otra gran apuesta calderonista para 2012.
Genaro García Luna convenció al Presidente de que el descabezamiento de los cárteles y la lucha entre ellos producirían un agotamiento y eventualmente un descenso en la criminalidad. Calderón convirtió a esta esperanza en la gran bandera de su sexenio.
Para su desgracia la curva de criminalidad no parece alcanzar su techo. En 2011 volveremos a romper el récord de asesinatos y más allá de las estadísticas, tragedias como la del Casino Royale dejan la sensación de que ha sido una guerra perdida. Difícilmente esto cambiará en los próximos 10 meses.
La mayoría de los mexicanos aprueban el valor y la perseverancia del Presidente para enfrentar a los cárteles, pero estarán encantados de votar cualquier propuesta que ofrezca mejores resultados.
Sin mucho que presumir en materia económica y de seguridad pública, en las últimas semanas los panistas habían regresado a sus fuentes originales y reenfocado sus baterías al talón de Aquiles del priismo: la corrupción.
Los pésimos manejos de las finanzas estatales de Humberto Moreira, cuando el ahora presidente del PRI fue gobernador de Coahuila, ofrecían el mejor de los auspicios a una campaña basada en temas de honestidad y ética. Se decía que el caso de Moreira era apenas el primero de una serie de expedientes de ex gobernadores cuya exhibición pondría en graves aprietos la candidatura de Peña Nieto.
Una vez más, como en el caso del esperado crecimiento y la supuesta derrota del narco, la realidad volvió a deshacer los cuidadosos planes.
El video del hermano del presidente municipal panista de Monterrey recibiendo dinero por la presunta extorsión de casinos puede no ser concluyente, pero una imagen vale más que 10 documentos de la tesorería de Coahuila. Particularmente porque la muerte de 52 personas en el Casino Royale vinculan este acto de corrupción a una tragedia criminal. Pueden no estar relacionados, pero el impacto es brutal.
Larrazabal vacunó a los priistas (y de entrada salvó momentáneamente a Moreira, de quien no se ha vuelto a hablar).
Cuando aparezca el siguiente expediente sobre el pasado oscuro de otro gobernador de ese partido, los priistas simplemente se remitirán a Larrazabal.
El subtexto de su mensaje, sin decirlo, será el siguiente: todas las autoridades son corruptas, la diferencia es que nosotros sabemos gobernar. Y aunque sea un argumento falso, el PAN se ha quedado sin municiones.
Salvo claro, el carisma de Cordero. Ups.
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