Los ajustes para recibir ayuda exterior dejan al país al borde del estallido social
LUIS DONCEL / EL PAÍS
"Tenemos dinero. Pondremos en marcha planes para reactivar la economía". Muchos en Atenas recuerdan que el socialista Yorgos Papandreu ganó las elecciones con este discurso hace tan solo dos años. Desde entonces, en lugar del maná inversor que anunció el primer ministro, los griegos han visto cómo su nivel de vida se ha desplomado hasta extremos que nunca habían podido imaginar. Son los mismos a los que ya no les extraña que su Gobierno admita que sin ayuda exterior solo le quedaría dinero para pagar en octubre la nómina de maestros y médicos. O los que se han acostumbrado a oír, como se ha vuelto a decir esta semana, que la quiebra del Estado y la salida del euro es inminente. El augurio no se ha cumplido, pero la amenaza sigue ahí. Nadie sabe qué pasará dentro de unos días.
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"Tenemos dinero. Pondremos en marcha planes para reactivar la economía". Muchos en Atenas recuerdan que el socialista Yorgos Papandreu ganó las elecciones con este discurso hace tan solo dos años. Desde entonces, en lugar del maná inversor que anunció el primer ministro, los griegos han visto cómo su nivel de vida se ha desplomado hasta extremos que nunca habían podido imaginar. Son los mismos a los que ya no les extraña que su Gobierno admita que sin ayuda exterior solo le quedaría dinero para pagar en octubre la nómina de maestros y médicos. O los que se han acostumbrado a oír, como se ha vuelto a decir esta semana, que la quiebra del Estado y la salida del euro es inminente. El augurio no se ha cumplido, pero la amenaza sigue ahí. Nadie sabe qué pasará dentro de unos días.
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