miércoles, 28 de septiembre de 2011

LA HORA CIUDADANA

SERGIO AGUAYO QUEZADA / EL SIGLO DE TORREÓN
Pese a lo deteriorado de la situación y a lo generalizado de las quejas, existen motivos para la esperanza.
La ciudadanía deseosa de participar en la vida pública tiene ahora más instrumentos para defenderse que en los años sesenta. Contamos con grandes cantidades de información que permiten tener una buena comprensión de la realidad, lo que es indispensable para sustentar las críticas públicas para, en caso de utilizar los códigos adecuados, acceder a los medios de comunicación y difundir las reivindicaciones. Es igualmente posible -aunque bastante costoso y lento- utilizar medios legales y encontrar personas en gobiernos y partidos dispuestas a escuchar y atender las peticiones ciudadanas.
Si estamos mejor, se preguntará el lector, ¿por qué es tan monumental la indiferencia e insensibilidad del político? En parte viene de una salida cómoda: es más fácil desahogarse y vociferar que hacer la inversión de mediano plazo para proponer soluciones y llevarlas a la práctica. También influye que buena parte de la ciudadanía consciente -que en México son dos de cada diez adultos- todavía desconoce la gama de recursos a su disposición. Me apropio en esta ocasión del estilo de los motivadores de moda, para enumerar tres formas de exitosa incidencia en la vida pública.
Darle un peso justo a las elecciones. Quienes a la hora de las botanas despotrican contra políticos y partidos al grito de "¡todos son iguales!", los encontramos a la hora del postre entusiasmados sobre las posibilidades de fulano o zutana en las elecciones presidenciales de 2012. Es parte de la condición humana trasladar a un gran timonel (o con quien parezca serlo) la responsabilidad de cumplir con los sueños colectivos. Los liderazgos por supuesto importan, pero en esta ocasión son insuficientes; es tan profunda nuestra crisis que ninguno de los que pueden llegar a Los Pinos tiene la capacidad para resolverla y eso se refleja en la pobreza propositiva de los aspirantes en el tema de la seguridad.
Es más razonable aceptar que lo electoral tiene un papel limitado, lo que se debe en buena medida a una partidocracia mediocre que monopoliza y controla los accesos a la vida pública. En otras palabras, los conscientes que al final superen el impulso a la anulación del voto y se decidan a visitar la urna en 2012 tienen que complementar ese peregrinaje con una participación cotidiana, paciente y persistente.
El camino de lo concreto. En las condiciones actuales se ve imposible modificar a fondo las reglas del sistema. En esta etapa es más sensato concentrarse en causas pequeñas y viables que refuercen el tejido social que dará sustento a las grandes movilizaciones ciudadanas capaces, por su dimensión y claridad, de forzar las reformas a profundidad. Una complicación adicional es que la sociedad está aprendiendo simultáneamente métodos de trabajo para las zonas en conflicto que al multiplicarse están convirtiendo el territorio nacional en una piel de leopardo. Lo ejemplifico con dos casos.
El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad es un embrión de movimiento nacional capaz de trabajar a la par en zonas en conflicto y en áreas "normales". En unos cuantos meses ya modificó la agenda de discusión nacional para incluir el tema de las víctimas y sirve de referente para una gran cantidad de personas y organismos. Es posible y deseable que se consolide, pero tiene ante sí retos internos y externos.
En otra dimensión estaría un hecho potencialmente revolucionario: en unos meses será posible usar las llamadas "acciones colectivas"; gracias al esfuerzo de un puñado de ciudadanos, políticos y medios de comunicación se lograron los cambios legales que permitirán a una organización o conjunto de personas defender los intereses de todo un grupo social. Las posibilidades son tan grandes como la capacidad de los interesados en sostener una lucha jurídica de mediano y largo plazo. Esto me lleva a un tercer punto.
El revisionismo histórico. Los partidos no hicieron el cambio. Las grandes transformaciones se dieron después de que la sociedad se movilizó. La reforma electoral de 1977 fue una respuesta del régimen a las manifestaciones estudiantiles y a las insurgencias armadas; la de 1996 fue la consecuencia de la rebelión zapatista y de una gran movilización pacífica. La distorsión vino cuando los partidos olvidaron la deuda con la ciudadanía y monopolizaron en su beneficio la vida pública, lo cual ha llevado a esa brecha de representatividad entre partidos y sociedad.
Es de justicia elemental que la sociedad exija el lugar que le corresponde porque lográndolo se justifica la esperanza. Ello requiere de un cambio de actitudes en las y los ciudadanos conscientes. En lugar de quejarse tanto, mejor organizarse para influir en la vida pública. En uno de los momentos más negros de nuestra historia es cuando más oportunidades existen. Es la hora ciudadana.

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