Francisco Suárez Dávila / El Universal
Con José Antonio Meade, la Secretaría de Hacienda regresa a los Hacendarios de carrera y con mayúscula, cuyo compromiso es con el país, no con una competencia electoral. Es el primer secretario que llega después de ocupar dos subsecretarías: la de Hacienda y la de Ingresos. Lo común era ascender de la de Hacienda.
Meade es economista y abogado; egresado del ITAM, pero también de la UNAM, equilibrios convenientes. No proviene de la escuela del Banco de México, sino de una carrera hacendaria de 21 años, con cargos en seguros, SAR, IPAB y fundador de Financiera Rural. Ha participado en 14 paquetes económicos: cuatro en posiciones de relevancia. En momentos difíciles de negociación con el Congreso, el secretario recurría a los “tres mosqueteros”, sus directores generales: Meade, Conesa y José Antonio González, para “sacar al buey de la barranca”. Tiene credibilidad con legisladores de todos los partidos. Como buen negociador es suave en la forma, duro en el fondo y sabe escuchar. Llega, pues, con buenas armas para manejar el Programa 2012.
Tiene algunos “pequeños retos”: El Programa Económico 2012 es heredado, no lo hizo él. Es una ventaja. ¿Se diseñó contra otro “catarrito” o para prevenir una “pulmonía”? Ha sido considerado por diversos analistas como “más de lo mismo”, “inercial” y “plano”. Se ostenta como contracíclico. No lo es. Lo que esto quiere decir es que el gobierno ingresa más dinero a la circulación vía gasto de lo que retira vía impuestos, para estimular la economía. Éste reduce aún más el déficit del año pasado y es un pequeñísimo 0.25% del PIB. El gasto total es inferior al crecimiento esperado, y la inversión cae. ¿Tiene gran colchón?
En el debate mundial los gobiernos se dividen entre quienes “obedecen a los mercados” y quienes se les oponen por supervivencia social; los que defienden la austeridad fiscal a ultranza y los que exhortan a los que tengan margen a que estimulen la recuperación. México parece obedecer a los mercados, aunque tenga margen de acción. Es un presupuesto conservador, con estimaciones de crecimiento muy optimistas. Si nada ocurre y “la Virgen de Guadalupe ayuda”, la “puede librar”. El primer reto es qué hará si la economía mundial entra en otra crisis, porque es evidente que la economía europea está “prendida con alfileres y los que le quedan pueden caerse”. ¿Tendrá entonces que hacer un segundo programa?
Otro reto es la titánica batalla fiscal —con lo electoral en juego— con los estados. Está castigado el gasto en carreteras y agricultura, sabiendo que, como siempre, los diputados “piden más y les dan más”. ¿De dónde se cubren los hoyos? ¿acaso habrá grandes reasignaciones?
En materia tributaria, el reto es ¿“no hacer olas o hacer, al menos, una transición hacia una reforma futura”? El IETU es un eficaz impuesto recaudatorio de control, pero es un “pegote”; un segundo IVA disfrazado que castiga a las empresas en la recesión. ¿Por qué no aprovechar el puente de Manlio y Labastida para introducir un IVA parejo con canasta básica? ¿Por qué no plantear, como lo hacen todos los grandes países, un ISR a personas físicas, más progresivo hacia los ingresos millonarios, en uno de los países más desiguales?
En la presidencia del G-20, que México asume en noviembre, ¿puede ocupar un papel de liderazgo en lo económico-financiero? ¿En la reforma bancaria regulatoria pendiente o en la arquitectura de los organismos financieros? ¿Establecerá puentes con los BRIC’s y América Latina?
El proceso electoral representa en sí la más eficaz política contracíclica en la que competirán gobierno federal, estados y municipios con todas las “canicas” que tengan. El secretario tendrá el reto de conducir el proceso de ejercicio presupuestal con eficacia, transparencia e imparcialidad. Tiene mucho que hacer en poco tiempo. Tiene las capacidades. ¡Le deseamos éxito!
Con José Antonio Meade, la Secretaría de Hacienda regresa a los Hacendarios de carrera y con mayúscula, cuyo compromiso es con el país, no con una competencia electoral. Es el primer secretario que llega después de ocupar dos subsecretarías: la de Hacienda y la de Ingresos. Lo común era ascender de la de Hacienda.
Meade es economista y abogado; egresado del ITAM, pero también de la UNAM, equilibrios convenientes. No proviene de la escuela del Banco de México, sino de una carrera hacendaria de 21 años, con cargos en seguros, SAR, IPAB y fundador de Financiera Rural. Ha participado en 14 paquetes económicos: cuatro en posiciones de relevancia. En momentos difíciles de negociación con el Congreso, el secretario recurría a los “tres mosqueteros”, sus directores generales: Meade, Conesa y José Antonio González, para “sacar al buey de la barranca”. Tiene credibilidad con legisladores de todos los partidos. Como buen negociador es suave en la forma, duro en el fondo y sabe escuchar. Llega, pues, con buenas armas para manejar el Programa 2012.
Tiene algunos “pequeños retos”: El Programa Económico 2012 es heredado, no lo hizo él. Es una ventaja. ¿Se diseñó contra otro “catarrito” o para prevenir una “pulmonía”? Ha sido considerado por diversos analistas como “más de lo mismo”, “inercial” y “plano”. Se ostenta como contracíclico. No lo es. Lo que esto quiere decir es que el gobierno ingresa más dinero a la circulación vía gasto de lo que retira vía impuestos, para estimular la economía. Éste reduce aún más el déficit del año pasado y es un pequeñísimo 0.25% del PIB. El gasto total es inferior al crecimiento esperado, y la inversión cae. ¿Tiene gran colchón?
En el debate mundial los gobiernos se dividen entre quienes “obedecen a los mercados” y quienes se les oponen por supervivencia social; los que defienden la austeridad fiscal a ultranza y los que exhortan a los que tengan margen a que estimulen la recuperación. México parece obedecer a los mercados, aunque tenga margen de acción. Es un presupuesto conservador, con estimaciones de crecimiento muy optimistas. Si nada ocurre y “la Virgen de Guadalupe ayuda”, la “puede librar”. El primer reto es qué hará si la economía mundial entra en otra crisis, porque es evidente que la economía europea está “prendida con alfileres y los que le quedan pueden caerse”. ¿Tendrá entonces que hacer un segundo programa?
Otro reto es la titánica batalla fiscal —con lo electoral en juego— con los estados. Está castigado el gasto en carreteras y agricultura, sabiendo que, como siempre, los diputados “piden más y les dan más”. ¿De dónde se cubren los hoyos? ¿acaso habrá grandes reasignaciones?
En materia tributaria, el reto es ¿“no hacer olas o hacer, al menos, una transición hacia una reforma futura”? El IETU es un eficaz impuesto recaudatorio de control, pero es un “pegote”; un segundo IVA disfrazado que castiga a las empresas en la recesión. ¿Por qué no aprovechar el puente de Manlio y Labastida para introducir un IVA parejo con canasta básica? ¿Por qué no plantear, como lo hacen todos los grandes países, un ISR a personas físicas, más progresivo hacia los ingresos millonarios, en uno de los países más desiguales?
En la presidencia del G-20, que México asume en noviembre, ¿puede ocupar un papel de liderazgo en lo económico-financiero? ¿En la reforma bancaria regulatoria pendiente o en la arquitectura de los organismos financieros? ¿Establecerá puentes con los BRIC’s y América Latina?
El proceso electoral representa en sí la más eficaz política contracíclica en la que competirán gobierno federal, estados y municipios con todas las “canicas” que tengan. El secretario tendrá el reto de conducir el proceso de ejercicio presupuestal con eficacia, transparencia e imparcialidad. Tiene mucho que hacer en poco tiempo. Tiene las capacidades. ¡Le deseamos éxito!
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