El Observador
Samuel García / El Semanario
Es impensable, Joaquín”. Fue la respuesta del secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, a la insistencia de López Dóriga sobre la posibilidad de que se mantengan los diferendos entre republicanos y demócratas de ampliar el techo de la deuda antes del 2 de agosto, provocando problemas al Tesoro estadunidense para cumplir con sus obligaciones financieras.
Y sí, es impensable. Aunque la posibilidad —remota quizá para la mayor parte de los analistas— existe.
De hecho ayer durante su testimonio en el Capitolio, Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, contestó así ante esta posibilidad: “El supuesto es que en la medida que sea posible, el Tesoro desearía tratar de hacer pagos sobre el capital e intereses de la deuda gubernamental, porque no hacerlo ciertamente llevaría al sistema financiero a un enorme desastre y tendría impactos mayores sobre la economía global”.
Evidentemente que Bernanke estaba explicando un escenario hasta ahora imaginario y a la vez intentando convencer a los legisladores de la urgencia del acuerdo para eliminar su ocurrencia.
Sin embargo, ello no borra de un plomazo el remoto escenario aunque parezca muy descabellado.
No nos olvidemos que en su momento nos pareció descabellada la posible desaparición de poderosos bancos de inversión estadounidenses, lo que finalmente ocurrió.
Para las agencias calificadoras de riesgos la posibilidad es latente.
Ya han advertido en varias ocasiones que el enorme endeudamiento público estadunidense combinado con un pobre desempeño económico haría inevitable un incremento en el nivel de riesgo de la deuda estadunidense.
De hecho esa posibilidad comenzó a concretarse ayer cuando Moody’s puso en revisión a la baja la nota AAA de Estados Unidos porque considera que la posibilidad de fracaso en las conversaciones que sostiene el presidente Barack Obama y los líderes republicanos para incrementar el techo de la deuda, realmente existe.
La pregunta es qué debe hacer México dada la muy estrecha relación financiera, económica, y comercial con Estados Unidos. Evidentemente que aunque este escenario se considere “impensable”, la posibilidad de ocurrencia obliga a construir escenarios y estrategias de respuesta que, supongo, tanto el gobierno federal como el banco central, han considerado.
De hecho aunque no se llegue propiamente a la moratoria de la deuda estadunidense, la enorme y creciente deuda que agobia al vecino del norte le obligará a fuertes recortes en el gasto público, posiblemente a una demanda de mayores primas de riesgo (tasas de interés) y a un mayor debilitamiento del dólar.
Definitivamente esto no es un catarrito de la economía mundial, sino una pulmonía bastante seria que requiere de un arsenal de medidas creativas de política económica y de médicos experimentados para enfrentarla, pero también para sacarle provecho en la medida de lo posible.
Ahora es cuando la experiencia pregonada en el exterior de nuestro gobernador del banco central y el expertise de los funcionarios de Hacienda y Economía debe pronunciarse.
La complicación es que todo este difícil panorama se desarrolla justo durante un periodo electoral en México, cuando las tentaciones populistas de corto plazo se multiplican en la mesa de los políticos de cara a los comicios.
Samuel García / El Semanario
Es impensable, Joaquín”. Fue la respuesta del secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, a la insistencia de López Dóriga sobre la posibilidad de que se mantengan los diferendos entre republicanos y demócratas de ampliar el techo de la deuda antes del 2 de agosto, provocando problemas al Tesoro estadunidense para cumplir con sus obligaciones financieras.
Y sí, es impensable. Aunque la posibilidad —remota quizá para la mayor parte de los analistas— existe.
De hecho ayer durante su testimonio en el Capitolio, Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, contestó así ante esta posibilidad: “El supuesto es que en la medida que sea posible, el Tesoro desearía tratar de hacer pagos sobre el capital e intereses de la deuda gubernamental, porque no hacerlo ciertamente llevaría al sistema financiero a un enorme desastre y tendría impactos mayores sobre la economía global”.
Evidentemente que Bernanke estaba explicando un escenario hasta ahora imaginario y a la vez intentando convencer a los legisladores de la urgencia del acuerdo para eliminar su ocurrencia.
Sin embargo, ello no borra de un plomazo el remoto escenario aunque parezca muy descabellado.
No nos olvidemos que en su momento nos pareció descabellada la posible desaparición de poderosos bancos de inversión estadounidenses, lo que finalmente ocurrió.
Para las agencias calificadoras de riesgos la posibilidad es latente.
Ya han advertido en varias ocasiones que el enorme endeudamiento público estadunidense combinado con un pobre desempeño económico haría inevitable un incremento en el nivel de riesgo de la deuda estadunidense.
De hecho esa posibilidad comenzó a concretarse ayer cuando Moody’s puso en revisión a la baja la nota AAA de Estados Unidos porque considera que la posibilidad de fracaso en las conversaciones que sostiene el presidente Barack Obama y los líderes republicanos para incrementar el techo de la deuda, realmente existe.
La pregunta es qué debe hacer México dada la muy estrecha relación financiera, económica, y comercial con Estados Unidos. Evidentemente que aunque este escenario se considere “impensable”, la posibilidad de ocurrencia obliga a construir escenarios y estrategias de respuesta que, supongo, tanto el gobierno federal como el banco central, han considerado.
De hecho aunque no se llegue propiamente a la moratoria de la deuda estadunidense, la enorme y creciente deuda que agobia al vecino del norte le obligará a fuertes recortes en el gasto público, posiblemente a una demanda de mayores primas de riesgo (tasas de interés) y a un mayor debilitamiento del dólar.
Definitivamente esto no es un catarrito de la economía mundial, sino una pulmonía bastante seria que requiere de un arsenal de medidas creativas de política económica y de médicos experimentados para enfrentarla, pero también para sacarle provecho en la medida de lo posible.
Ahora es cuando la experiencia pregonada en el exterior de nuestro gobernador del banco central y el expertise de los funcionarios de Hacienda y Economía debe pronunciarse.
La complicación es que todo este difícil panorama se desarrolla justo durante un periodo electoral en México, cuando las tentaciones populistas de corto plazo se multiplican en la mesa de los políticos de cara a los comicios.
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