viernes, 15 de julio de 2011

LA IZQUIERDA Y EL PAN

José Fernández Santillán / El Universal
A la memoria de don Adolfo Sánchez Vázquez
El sábado 9 de julio, día en el que se conmemoró el centenario del nacimiento de doña Amalia Solórzano viuda de Cárdenas, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, su hijo, rechazó la idea de que el PRD realice un acuerdo electoral con el PAN: ese arreglo —dijo— “resulta contradictorio, pues ambos partidos tienen proyectos diferentes y confrontados”.
A los pocos días, sin embargo, el miércoles 13 de julio, en Colima, moderó su planteamiento al admitir que el PRD podría ir en alianza con el PAN siempre y cuando los conservadores admitieran a un candidato de izquierda.
A mi parecer esa fue una concesión innecesaria que le da oxígeno a lo expresado por Marcelo Ebrard en el sentido de que es conveniente pensar en una coalición parlamentaria con el blanquiazul para el 2012.
Con la variación señalada, a mi parecer, Cuauhtémoc se acercó a los argumentos esgrimidos por los aliancistas que son, según ellos mismos lo han admitido, de orden coyuntural y pragmático, en tanto que debilitó los razonamientos de orden histórico e ideológico. Pasó por alto que el PAN nació en 1939 para oponerse a la línea gubernamental emprendida, precisamente, por su padre, el presidente Lázaro Cárdenas, en favor de las reformas sociales, el laicismo y la subordinación de todos los poderes al poder del Estado. Es preciso reconocer, al respecto, que Andrés Manuel López Obrador ha sido más consecuente al desechar cualquier tipo de negociación con el PAN.
En aras del cálculo de conveniencia y oportunidad se hace a un lado que el fundador de Acción Nacional, Manuel Gómez Morín, y sus seguidores se pronunciaron en contra de lo que es un punto de referencia de la izquierda, la Revolución Mexicana: “Ya sufrimos durante años a los tartufos de la revolución, debemos mantenernos en guardia contra los tartufos de la limpieza, del orden, del patriotismo, de los valores morales”. (Diez años de México: informes del jefe de Acción Nacional, 1950, p. 77). Esa repulsa en contra del movimiento armado iniciado por don Francisco I. Madero se mantiene hasta el día de hoy en muchos aspectos. Entre ellos, se encuentra el llamado “revisionismo histórico” que presenta a la justicia social y el nacionalismo como cosas del pasado, mientras que el neoliberalismo y el entreguismo son lo novedoso.
Por eso es preciso poner en pie lo que ha sido tergiversado; vale decir, lo que verdaderamente huele a naftalina es el respaldo a los herederos de los polkos, quienes en 1847 derrocaron al presidente don Valentín Gómez Farías y facilitaron la entrada a nuestro país de las tropas norteamericanas; de aquellos que se levantaron en armas contra la Constitución liberal de 1857 al grito de “religión y fueros”; de los que trajeron a Maximiliano de Habsburgo; de quienes durante el porfiriato sostuvieron que las clases acomodadas eran las que naturalmente estaban destinadas a ejercer y usufructuar el poder.
Pero vengamos a nuestro tiempo: las recientes elecciones en el Estado de México representaron, para la izquierda la oportunidad de reencontrarse y medir sus propias capacidades, sin artificios. Los lamentos por no haberse vinculado al PAN o estar pensando en acercarse de nuevo a él salen sobrando.
No sólo por razones prácticas, sino especialmente por motivos históricos e ideológicos, la izquierda debe recuperar sus principios doctrinarios. De esa forma se dará cuenta de que la prioridad es derrotar democráticamente a la derecha.

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