(Foto: EL UNIVERSAL )
Independientemente de los siempre buenos deseos oficiales, la evolución económica de México continua mostrando los primeros signos de un crecimiento más modesto al esperado por ellos.
A la moderación del ciclo económico se le puede asociar una baja en la recaudación de los ingresos tributarios más relevantes. Durante los primeros cinco meses del año, la baja acumulada en el IVA fue de 1.9%, en tanto que para el IETU y el IDE se contabilizó una disminución de 10.2% y de 59.3% respectivamente. Los menores ingresos citados solamente fueron compensados parcialmente por la recaudación vinculada al petróleo y el impuesto sobre la renta que pagan los mexicanos.Lo anterior se encuentra en concordancia con una actividad productiva que vive una fase de desaceleración. Si bien aún es prematuro afirmar el grado y la duración que el menor ritmo de crecimiento exhibirá, lo evidente es que el ciclo económico difícilmente podrá mantener la fase de expansión que se necesita para recuperar lo perdido desde la crisis de 2009.
Los 2 mil 194 patrones registrados en lo que va del año, apenas representan 0.3% más de lo que se tenía en diciembre pasado. No puede dejarse de ver que sin la creación y registro de empresas formales, que otorguen las prestaciones que la ley señala, no solamente se tendrá la persistencia de las altas tasas de desocupación, sino que además implicará que el sector público difícilmente tendrá una mayor recaudación tributaria.
La razón de lo descrito es simple, sin empresas formales que generen empleo y riqueza, no existe la posibilidad de que aumente de manera significativa el pago de impuestos como el IVA, el IETU y el IDE.
Si bien la economía informal representa la salida que han tomado muchos mexicanos para poder subsistir, ello constituye un escape de corto plazo. Las consecuencias de la informalidad tienen ramificaciones en la ilegalidad y la evasión fiscal, por lo que un desempeño económico que no facilita la actividad productiva formal genera un círculo vicioso que acarrea problemas a toda la sociedad, incluyendo a las finanzas públicas.
En este aspecto observar que la economía mexicana ha comenzado a sufrir los primeros estragos de su dependencia con Estados Unidos, y de tener un débil mercado interno, se traduce en un foco amarillo sobre el que debe ponerse toda la atención, fundamentalmente porque puede implicar la prolongación de todos aquellos problemas estructurales a los que las crisis recurrentes nos han llevado.
Además, en las semanas por venir se conocerán las nuevas cifras oficiales sobre la situación de pobreza que aflige a México. Con su publicación, se abrirá el debate sobre la eficiencia del modelo económico y también en referencia a la actuación que en materia de política económica han exhibido tanto el actual gobierno federal como los gobiernos estatales y municipales. Sin lugar a dudas que la tentación de achacar las causas a la recesión de Estados Unidos y a los altos precios de los alimentos será alta. No obstante, es prioritario que se reconozca que la mayor parte de responsabilidad recae en la actuación del sector público mexicano.
Con la elaboración del próximo presupuesto nuevamente se tendrá la oportunidad de comenzar a enmendar el camino, de buscar dar génesis a un presupuesto que realmente tenga resultados en términos económicos y sociales. Si en el Congreso de la Unión y el Poder Ejecutivo no existe el liderazgo y la capacidad de negociación suficientes como para entregar un proyecto de gasto elaborado con mejores criterios, difícilmente se podrán evitar los tiempos por venir y solucionar los problemas estructurales acumulados. El tiempo de la ineficacia se ha terminado, ¿lo entenderán o lo que privará será el calendario electoral de 2012? En unas semanas veremos la respuesta.
*Director del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tec de Monterrey, campus estado de México
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