BARÓMETRO FINANCIERO
Rodolfo Navarrete / El Financiero
Uno de los riesgos más importantes que enfrenta México en materia de inflación es el efecto que podría tener el incremento de los precios de los alimentos y materias primas en los mercados internacionales.
Esto ha llevado a los bancos centrales de algunos países en el mundo a incrementar sus tasas de interés de política monetaria y, en consecuencia, a frenar en alguna medida el ritmo de crecimiento económico. El caso más notorio es el del Banco Central Europeo, que debido a este fenómeno aumentó la semana pasada la tasa de interés de referencia.
En su último comunicado de política monetaria, el Banco de México dio cuenta de esta preocupación, al señalar que vigilará con especial atención los precios de los granos y de otras materias primas.
Como es de esperar, el efecto que tenga sobre la inflación el aumento en los precios mundiales de las materias primas va a depender principalmente del tamaño, la persistencia y los mecanismos de propagación que se den en México.
En el caso del precio de los alimentos, el índice agregado de precios de éstos de la FAO se encuentra hoy en día en máximos históricos; pero no sólo eso, sino que desde junio del año pasado empezó a registrarse una aceleración en el crecimiento del precio de los alimentos que, hasta febrero de este año, representa un incremento acumulado de 40 por ciento.
Esta cifra es superior a 31 por ciento observado durante enero y septiembre de 2007, año en que se registró un episodio parecido al actual con el precio mundial de los alimentos. Vale decir que la velocidad con que están aumentando los precios de los alimentos es superior a la registrada en 2007.
No obstante, el mercado mundial de futuros de los alimentos anticipa la posibilidad de observar una relativa estabilización de los precios en los próximos meses, aunque poco se puede decir de si esto efectivamente se va a presentar.
En lo que respecta a la propagación interna del aumento de los precios internacionales de los precios de las materias primas alimenticias, cabe mencionar que el ritmo de crecimiento de los precios internos ha sido menor que el de los precios internacionales, producto principalmente de que la apreciación del tipo de cambio observada en el periodo compensó en parte la magnitud del aumento del precio en dólares.
Esto es lo que explica que el incremento en el precio interno de los alimentos hasta el momento sea igual que el que se registró en 2007. Vale recordar que en aquella ocasión los precios internacionales de los alimentos aumentaron menos que ahora, pero el tipo de cambio no alcanzó a compensar tal incremento debido a que prácticamente no se alteró.
Por otro lado, lo que torna aún más peligroso el movimiento de alza que registran los precios internacionales de los alimentos es que ha sido generalizada. Afecta los precios de los aceites, cereales, carne, azúcar y lácteos, entre otros.
Si bien en principio el aumento en el precio internacional de los alimentos no debería pasar de un problema de cambio de precios relativos, no deja de inquietar que en algún momento se puedan generar efectos adicionales o de segundo orden sobre las expectativas inflacionarias y los salarios que pondrían en peligro el logro los objetivos inflacionarios.
Respecto a los precios de la energía, si bien México permanece relativamente aislado de los efectos directos del aumento en los precios internacionales del petróleo y del resto de combustibles (principalmente gasolina), debido a los subsidios que aplica el gobierno para mantener controlados los precios de estos productos, se debe mencionar que el incremento en el precio de la gasolina, por ejemplo, durante el periodo junio de 2010 hasta el momento es superior al registrado en un periodo similar desde enero de 2007.
Esto obedece principalmente al hecho de que hoy en día se tiene una política mucho más clara sobre el aumento en el precio de este combustible (ocho centavos por litro cada mes), que el que se tenía en aquella época.
Como es de suponer, el mayor incremento en los precios de las gasolinas debería tener efectos inflacionarios directos que podrían en algún momento afectar el comportamiento de la inflación.
Lo preocupante de este caso es que el aumento en el precio de los combustibles no es producto exclusivamente del incremento en los precios internacionales del petróleo, sino que constituye parte de la política económica, por lo que los efectos acumulados de tales aumentos bien podrían desencadenar una peligrosa espiral inflacionaria.
Finalmente, sobre el tipo de cambio, a diferencia de 2007, hoy en día éste desempeña un papel antiinflacionario importante. Sin embargo, no puede ser parte relevante de la política de la lucha contra la inflación, debido a que se encuentra bajo la influencia de un conjunto de factores que lo tornan volátil, aunque todo parece indicar que en el caso de México se encuentra relativamente cerca de su valor de equilibrio.
El problema es que si la política contra la inflación sigue esperanzada en la apreciación cambiaria, se corre el riesgo de mermar el ritmo de crecimiento económico y provocar deflación.
Si uno observa las cifras de la inflación de marzo, misma que por primer vez en varios años se aproximó cercanamente al objetivo del banco central (3.04 contra 3 por ciento), no percibe un peligro inflacionario. Todo lo contrario. Pero todo parece ser producto de una apariencia.
Economista del sector privado
Rodolfo Navarrete / El Financiero
Uno de los riesgos más importantes que enfrenta México en materia de inflación es el efecto que podría tener el incremento de los precios de los alimentos y materias primas en los mercados internacionales.
Esto ha llevado a los bancos centrales de algunos países en el mundo a incrementar sus tasas de interés de política monetaria y, en consecuencia, a frenar en alguna medida el ritmo de crecimiento económico. El caso más notorio es el del Banco Central Europeo, que debido a este fenómeno aumentó la semana pasada la tasa de interés de referencia.
En su último comunicado de política monetaria, el Banco de México dio cuenta de esta preocupación, al señalar que vigilará con especial atención los precios de los granos y de otras materias primas.
Como es de esperar, el efecto que tenga sobre la inflación el aumento en los precios mundiales de las materias primas va a depender principalmente del tamaño, la persistencia y los mecanismos de propagación que se den en México.
En el caso del precio de los alimentos, el índice agregado de precios de éstos de la FAO se encuentra hoy en día en máximos históricos; pero no sólo eso, sino que desde junio del año pasado empezó a registrarse una aceleración en el crecimiento del precio de los alimentos que, hasta febrero de este año, representa un incremento acumulado de 40 por ciento.
Esta cifra es superior a 31 por ciento observado durante enero y septiembre de 2007, año en que se registró un episodio parecido al actual con el precio mundial de los alimentos. Vale decir que la velocidad con que están aumentando los precios de los alimentos es superior a la registrada en 2007.
No obstante, el mercado mundial de futuros de los alimentos anticipa la posibilidad de observar una relativa estabilización de los precios en los próximos meses, aunque poco se puede decir de si esto efectivamente se va a presentar.
En lo que respecta a la propagación interna del aumento de los precios internacionales de los precios de las materias primas alimenticias, cabe mencionar que el ritmo de crecimiento de los precios internos ha sido menor que el de los precios internacionales, producto principalmente de que la apreciación del tipo de cambio observada en el periodo compensó en parte la magnitud del aumento del precio en dólares.
Esto es lo que explica que el incremento en el precio interno de los alimentos hasta el momento sea igual que el que se registró en 2007. Vale recordar que en aquella ocasión los precios internacionales de los alimentos aumentaron menos que ahora, pero el tipo de cambio no alcanzó a compensar tal incremento debido a que prácticamente no se alteró.
Por otro lado, lo que torna aún más peligroso el movimiento de alza que registran los precios internacionales de los alimentos es que ha sido generalizada. Afecta los precios de los aceites, cereales, carne, azúcar y lácteos, entre otros.
Si bien en principio el aumento en el precio internacional de los alimentos no debería pasar de un problema de cambio de precios relativos, no deja de inquietar que en algún momento se puedan generar efectos adicionales o de segundo orden sobre las expectativas inflacionarias y los salarios que pondrían en peligro el logro los objetivos inflacionarios.
Respecto a los precios de la energía, si bien México permanece relativamente aislado de los efectos directos del aumento en los precios internacionales del petróleo y del resto de combustibles (principalmente gasolina), debido a los subsidios que aplica el gobierno para mantener controlados los precios de estos productos, se debe mencionar que el incremento en el precio de la gasolina, por ejemplo, durante el periodo junio de 2010 hasta el momento es superior al registrado en un periodo similar desde enero de 2007.
Esto obedece principalmente al hecho de que hoy en día se tiene una política mucho más clara sobre el aumento en el precio de este combustible (ocho centavos por litro cada mes), que el que se tenía en aquella época.
Como es de suponer, el mayor incremento en los precios de las gasolinas debería tener efectos inflacionarios directos que podrían en algún momento afectar el comportamiento de la inflación.
Lo preocupante de este caso es que el aumento en el precio de los combustibles no es producto exclusivamente del incremento en los precios internacionales del petróleo, sino que constituye parte de la política económica, por lo que los efectos acumulados de tales aumentos bien podrían desencadenar una peligrosa espiral inflacionaria.
Finalmente, sobre el tipo de cambio, a diferencia de 2007, hoy en día éste desempeña un papel antiinflacionario importante. Sin embargo, no puede ser parte relevante de la política de la lucha contra la inflación, debido a que se encuentra bajo la influencia de un conjunto de factores que lo tornan volátil, aunque todo parece indicar que en el caso de México se encuentra relativamente cerca de su valor de equilibrio.
El problema es que si la política contra la inflación sigue esperanzada en la apreciación cambiaria, se corre el riesgo de mermar el ritmo de crecimiento económico y provocar deflación.
Si uno observa las cifras de la inflación de marzo, misma que por primer vez en varios años se aproximó cercanamente al objetivo del banco central (3.04 contra 3 por ciento), no percibe un peligro inflacionario. Todo lo contrario. Pero todo parece ser producto de una apariencia.
Economista del sector privado
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