Rodolfo Navarrete / El Financiero
Al cierre de la semana pasada se dio a conocer que en septiembre los pedidos manufactureros se contrajeron fuertemente en México, mostrando así que la economía podría estar ingresando a una nueva etapa de desaceleración, después de la efímera recuperación del primer semestre. Pero no sólo eso, ese indicador se ubicó a un paso de ingresar a una zona de pesimismo sobre el futuro de la economía.
En efecto, el INEGI informó el viernes que el indicador de pedidos manufactureros (IPM) cayó de 53.6 en agosto a 50.5 en septiembre.
Este indicador se obtiene de las expectativas de los directores de empresas respecto al volumen esperado de pedidos, la producción esperada, los niveles esperados de personal ocupado, la oportunidad en la entrega de insumos por parte de los proveedores y los inventarios de insumos. Se construye con base en los resultados de la Encuesta Mensual de Opinión Empresarial (EMOE) y permite conocer inmediatamente después de terminado el mes de referencia, las expectativas y la percepción de los empresarios sobre el comportamiento del sector manufacturero. En muchos países se le utiliza como un indicador clave y el más oportuno sobre la evolución de la economía.
La caída registrada del IPM en septiembre obedeció a la contracción de todos y cada uno de sus componentes. Destaca, sin embargo, la contracción en 4.4 puntos del indicador sobre el volumen esperado de la producción, el cual fue seguido de una caída en 4.1 puntos de la entrega esperada de insumos. El volumen esperado de pedidos, por su parte, bajó 2.6 puntos, mientras que el nivel esperado de empleo disminuyó 1.9 puntos. Finalmente, los inventarios se contrajeron en dos puntos.
En resumidas cuentas, estas estadísticas muestran que los empresarios manufactureros vieron un menor dinamismo de la producción manufacturera en septiembre, como consecuencia de la caída de los pedidos y la desacumulación de inventarios. La conjunción de estos elementos determinó también una disminución en el ritmo de creación de nuevos puestos de trabajo.
Si bien, a primera vista, uno podría pensar que la caída de este indicador es coyuntural y que puede haber obedecido a la presencia de algún factor anómalo en ese mes, las cifras desestacionalizadas muestran que éste no es el caso. De acuerdo con ellas, suman ya cinco meses consecutivos de desaceleración de este indicador, siendo las cifras de septiembre las que muestran la caída más importante.
Por otro lado, cabe destacar que la desaceleración del IPM mexicano coincide con la registrada por similar indicador de EU, mostrando de este modo los primeros efectos de la desaceleración económica de Estados Unidos sobre el sector manufacturero mexicano.
Sin lugar a dudas, este resultado va a obligar a cambiar las estimaciones del crecimiento de la economía del tercer y cuarto trimestres de 2010 y, probablemente, de buena parte de las del próximo año. Al respecto, merece recordar que de acuerdo con la última encuesta de expectativas macroeconómicas del Banco de México, se espera que la economía crezca 4 por ciento en el tercer trimestre del presente año y 3 por ciento en el cuarto, con lo que para el conjunto del año se espera un crecimiento de 4.6 por ciento.
Aunque las cifras hasta hoy publicadas llevan a pensar que estos resultados podrían ser un poco mejores que los estimados, de todos modos la información del IPM debería provocar revisiones a la baja, si bien no tanto en el crecimiento de este año, sí en el del próximo.
Esta percepción parece validarse en alguna medida con los resultados de la encuesta del banco central, que al cierre de septiembre mostraron una ligera revisión a la baja de las estimaciones del crecimiento para 2011. Así, de una cifra de 3.65 por ciento de crecimiento estimado en junio del presente año, pasó a 3.50 por ciento en septiembre. Igualmente, el índice de confianza en los negocios de los economistas del sector privado se ubicó en 111 puntos en septiembre, cuando en junio estaba sobre 144 puntos.
Las implicaciones de esta probable desaceleración se darán fundamentalmente sobre el empleo, que contrariamente a lo que ha venido sucediendo en los primeros meses del presente año, observará un menor dinamismo, por lo que el empleo informal tendrá que crecer a pasos agigantados. El dinamismo del consumo también se verá afectado, no sólo por la falta de empleo, sino también por el estancamiento y probable caída de los salarios reales y de la masa salarial. El crédito, por su parte, podría observar una reversión en los próximos meses, sobre todo en lo que se refiere al crédito al consumo.
Como en ocasión de la crisis del año pasado, es de esperar que la política económica no desempeñe un papel contracíclico alguno, no porque no se quiera, sino simplemente por las restricciones que las propias autoridades se han impuesto, principalmente en lo que a la restricción fiscal se refiere. Sobre la política monetaria, esta falta de dinamismo económico aleja la posibilidad de una rápida reducción de la brecha del producto, por lo que podría jugar a favor de un mayor relajamiento de la política monetaria, aunque parece que esto todavía no aparece dentro de los factores de preocupación del banco central.
Economista del sector privado
Al cierre de la semana pasada se dio a conocer que en septiembre los pedidos manufactureros se contrajeron fuertemente en México, mostrando así que la economía podría estar ingresando a una nueva etapa de desaceleración, después de la efímera recuperación del primer semestre. Pero no sólo eso, ese indicador se ubicó a un paso de ingresar a una zona de pesimismo sobre el futuro de la economía.
En efecto, el INEGI informó el viernes que el indicador de pedidos manufactureros (IPM) cayó de 53.6 en agosto a 50.5 en septiembre.
Este indicador se obtiene de las expectativas de los directores de empresas respecto al volumen esperado de pedidos, la producción esperada, los niveles esperados de personal ocupado, la oportunidad en la entrega de insumos por parte de los proveedores y los inventarios de insumos. Se construye con base en los resultados de la Encuesta Mensual de Opinión Empresarial (EMOE) y permite conocer inmediatamente después de terminado el mes de referencia, las expectativas y la percepción de los empresarios sobre el comportamiento del sector manufacturero. En muchos países se le utiliza como un indicador clave y el más oportuno sobre la evolución de la economía.
La caída registrada del IPM en septiembre obedeció a la contracción de todos y cada uno de sus componentes. Destaca, sin embargo, la contracción en 4.4 puntos del indicador sobre el volumen esperado de la producción, el cual fue seguido de una caída en 4.1 puntos de la entrega esperada de insumos. El volumen esperado de pedidos, por su parte, bajó 2.6 puntos, mientras que el nivel esperado de empleo disminuyó 1.9 puntos. Finalmente, los inventarios se contrajeron en dos puntos.
En resumidas cuentas, estas estadísticas muestran que los empresarios manufactureros vieron un menor dinamismo de la producción manufacturera en septiembre, como consecuencia de la caída de los pedidos y la desacumulación de inventarios. La conjunción de estos elementos determinó también una disminución en el ritmo de creación de nuevos puestos de trabajo.
Si bien, a primera vista, uno podría pensar que la caída de este indicador es coyuntural y que puede haber obedecido a la presencia de algún factor anómalo en ese mes, las cifras desestacionalizadas muestran que éste no es el caso. De acuerdo con ellas, suman ya cinco meses consecutivos de desaceleración de este indicador, siendo las cifras de septiembre las que muestran la caída más importante.
Por otro lado, cabe destacar que la desaceleración del IPM mexicano coincide con la registrada por similar indicador de EU, mostrando de este modo los primeros efectos de la desaceleración económica de Estados Unidos sobre el sector manufacturero mexicano.
Sin lugar a dudas, este resultado va a obligar a cambiar las estimaciones del crecimiento de la economía del tercer y cuarto trimestres de 2010 y, probablemente, de buena parte de las del próximo año. Al respecto, merece recordar que de acuerdo con la última encuesta de expectativas macroeconómicas del Banco de México, se espera que la economía crezca 4 por ciento en el tercer trimestre del presente año y 3 por ciento en el cuarto, con lo que para el conjunto del año se espera un crecimiento de 4.6 por ciento.
Aunque las cifras hasta hoy publicadas llevan a pensar que estos resultados podrían ser un poco mejores que los estimados, de todos modos la información del IPM debería provocar revisiones a la baja, si bien no tanto en el crecimiento de este año, sí en el del próximo.
Esta percepción parece validarse en alguna medida con los resultados de la encuesta del banco central, que al cierre de septiembre mostraron una ligera revisión a la baja de las estimaciones del crecimiento para 2011. Así, de una cifra de 3.65 por ciento de crecimiento estimado en junio del presente año, pasó a 3.50 por ciento en septiembre. Igualmente, el índice de confianza en los negocios de los economistas del sector privado se ubicó en 111 puntos en septiembre, cuando en junio estaba sobre 144 puntos.
Las implicaciones de esta probable desaceleración se darán fundamentalmente sobre el empleo, que contrariamente a lo que ha venido sucediendo en los primeros meses del presente año, observará un menor dinamismo, por lo que el empleo informal tendrá que crecer a pasos agigantados. El dinamismo del consumo también se verá afectado, no sólo por la falta de empleo, sino también por el estancamiento y probable caída de los salarios reales y de la masa salarial. El crédito, por su parte, podría observar una reversión en los próximos meses, sobre todo en lo que se refiere al crédito al consumo.
Como en ocasión de la crisis del año pasado, es de esperar que la política económica no desempeñe un papel contracíclico alguno, no porque no se quiera, sino simplemente por las restricciones que las propias autoridades se han impuesto, principalmente en lo que a la restricción fiscal se refiere. Sobre la política monetaria, esta falta de dinamismo económico aleja la posibilidad de una rápida reducción de la brecha del producto, por lo que podría jugar a favor de un mayor relajamiento de la política monetaria, aunque parece que esto todavía no aparece dentro de los factores de preocupación del banco central.
Economista del sector privado
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