sábado, 16 de octubre de 2010

LA CRISIS ALIMENTARIA TIENE ROSTRO DE MUJER

Sus parejas emigraron a EU y ahora ellas encaran los problemas del campo mexicano
Liliana Alcántara / El Universal
Sienten que la tierra las traicionó. Sus parcelas ya no son aptas para cultivar ni maíz ni frijoles. Sus escasos cultivos no encuentran mercado y a sus mesas llevan menos tortillas y leche. Las mujeres del campo no sólo se dicen abandonadas por sus parejas –que emigraron a Estados Unidos– sino también por el gobierno mexicano. Y aclaran: es mentira que la crisis terminó, hay mucha gente con hambre.
Acusan de su precaria situación al mal tiempo pero también a las autoridades de todos los niveles por su ineficiencia, desinterés y desprecio. “No nos dan créditos nomás porque somos mujeres”, dice Zoila José Juan, campesina e integrante de la Red Nacional de Promotoras y Asesoras Rurales (Redpar).
Aseguran que viven en crisis alimentaria y que han tenido que idear solas otras estrategias para sobrevivir.
Dolores Rojas, coordinadora de campañas de incidencia de Oxfam México, considera que las mujeres tienen un papel preponderante en la agricultura, pero vulnerable.
“Debido a los altos índices de migración –dice–, cada vez son más las mujeres que se hacen responsables de la producción de alimentos en el campo. Sin embargo, las fuertes desigualdades de género en el acceso a recursos como la tierra, el crédito para adquirir insumos agrícolas y acceso a la tecnología dificultan su participación en estas actividades y en la toma de decisiones respecto a la tierra, lo que coloca a las mujeres en una condición de vulnerabilidad apremiante”.
Blanca Rubio, investigadora de la Redpar, asegura que en el 2008, cuando comenzó la peor parte de la crisis, las mujeres rurales vieron incrementados los insumos del campo y los precios de los alimentos en un 70%. “Y como ellas son productoras, pero también consumidoras, les afectó mucho. Ahora ni siquiera pueden vender sus artesanías porque el material también es más caro y la demanda es menor porque la gente ya no tiene dinero para comprarlas”.
Dice que lo preocupante es que, en el campo, las familias sobreviven al día, y pese a ello, “el gobierno federal cree que la crisis alimentaria se acabó en el 2008, pero la verdad es que sigue. En ese entonces se hablaba de la necesidad de que hubiera una reserva estratégica de granos y en el proyecto del presupuesto para el 2011 el gobierno federal hay cero pesos para ese propósito”.
Deuda femenina
En México, el 80% de las unidades de producción que están a cargo de mujeres son pequeñas propiedades que no superan las 18 hectáreas. El estudio sobre “El impacto de la crisis alimentaria en las mujeres rurales de bajos ingresos en México 2008-2009” señala que todas las mujeres dedicadas a la agricultura producen maíz y frijol para el autoconsumo, aunque en Sonora, Distrito Federal, Tabasco y Guanajuato, hay mujeres que sólo destinan su cosecha para la venta. “Se trata en general de tierras de temporal y en muchos casos de mala calidad”, refiere el documento editado por Redpar, el Instituto Nacional de Desarrollo Social y la Cámara de Diputados.
Sara Murillo, es campesina. Pertenece a la organización Mujeres de la Frontera Sur, de Tenosique, Tabasco. Ella asegura que su estado es el más golpeado ahora por la crisis alimentaria. “Los precios de la canasta básica se elevaron y, debido a las lluvias y las inundaciones, ya no hay tierras aptas para sembrar maíz y frijol y por eso es que los hombres mejor emigran y las mujeres nos quedamos a cargo”.
Lo que sucede después, dice, es que a falta del envío de remesas, las mujeres comienzan a endeudarse para poder sembrar y alimentar a sus familias.
“La mujer se endeuda para llevar un plato de comida a la casa. Todos los días vivimos agobiadas e inquietas porque vamos a comprar y los precios están disparados”, relata.
Por si eso no fuera suficiente, se queja, su casa tiene dos meses inundada “y cuando eso pasa, perdemos nuestros muebles que compramos con tanto esfuerzo, nuestra siembra de traspatio y nuestros animales y si vamos al gobierno a pedir ayuda nos cierran las puertas”. Dice que, como alternativa, en su comunidad, las mujeres se organizaron para crear 35 grupos de ahorro donde se enseña a los habitantes a administrar sus gastos.
Maura Ordóñez, siembra café en el Soconusco, Chiapas, y dice que el cambio de clima y las lluvias han reducido la producción de ese grano en un 30%. “Nuestra fuente de ingresos está muy afectada porque tendremos problemas para poder cumplir con los pedidos de Estados Unidos, Europa y Japón y ya hemos tenido que pedir apoyo a otros compañeros”.
La solución que ha encontrado su comunidad, comenta, es la siembra de bambú que les servirá para prevenir deslaves en la zona serrana y la costa, así como para la construcción de casas y la elaboración de muebles.
Violencia por crisis
Zoila José Juan señala que ni siquiera el pedir préstamos o créditos es una solución “porque como somos mujeres y no somos estudiadas, nos dicen que no o nos piden a fuerzas el título de propiedad y pues no todas lo tenemos o están a nombre del marido”.
Lamenta que la crisis alimentaria traiga otros problemas para las mujeres del campo. “Cuando hay crisis como ésta, las familias se desintegran porque los hombres se van, los jóvenes ya no quieren dedicarse al campo y si van al otro lado entonces regresan con otras ideas y cuando está toda la familia pues hay mucha violencia por el enojo y la frustración”.
Antes, dice la campesina en tono de broma, “ellos nos mandaban un dólar y ahora nos mandan dolor porque cuando regresan los maridos del otro lado les exigen a sus esposas que en qué se gastaron el dinero, cuando pues una con trabajo sobrevive”.

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