jueves, 14 de octubre de 2010

GUERRAS DEVALUATORIAS, OTRA VEZ

Jorge Eduardo Navarrete / La Jornada
“Es probable que el resultado formal de una reunión, expresado en un documento oficial que mereció consenso, nunca haya sido descalificado en forma tan tajante por el principal dirigente de la institución concernida. Este insólito rechazo ocurrió el sábado pasado. El documento fue el comunicado de la 22 Reunión del Comité Monetario y Financiero Internacional del FMI. La descalificación estuvo a cargo del director-gerente del Fondo, Dominique Strauss-Kahn. Según la videograbación de la entrevista difundida en su portal por el propio FMI, la demoledora declaración se produjo en una conferencia de prensa al término de la reunión del comité que había aprobado el comunicado. Strauss-Kahn dejó en claro, al responder a una pregunta en la que se objetaba la insuficiencia del lenguaje del documento, que ‘el lenguaje no es eficaz, las palabras no van a hacer que las cosas cambien, se requiere adoptar políticas; la cuestión no es cambiar el lenguaje sino conseguir que, mediante acciones de política más coordinadas, cambie la realidad... Me siento un tanto decepcionado. No podemos seguir hablando, hablando y sólo hablando; lo que necesitamos es acción verdadera y ésta sólo puede hacerse en forma cooperativa’.” Con el párrafo anterior podría haber comenzado una crónica un tanto sarcástica de lo ocurrido, reveladora, sin embargo, del ambiente que se vivió en esa reunión, en la que participaron los ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales de 25 países. Lo que casi todas las crónicas subrayaron fue que desapareció el esprit de corps, que se diluyó la unidad de propósito que se había manifestado en los dos años precedentes, en medio de la crisis. Ahora los planteamientos fueron más dispares, las posiciones más irreductibles y, al final, el lenguaje con el que se trató de expresar un consenso que no existió en la realidad, resultó muy alejado del contenido de los debates y, como se señaló, ineficaz, débil, insuficiente. El trasfondo del debate lo constituyó, como el ministro brasileño de Finanzas, Guido Mantega, adelantó hace dos semanas, el tema que todos hubieran preferido evitar pero que a todos preocupa: otra vez, las guerras devaluatorias.
Aunque los desalineamientos de los tipos de cambio se encuentran alrededor de todo el planeta, pareciera, a juzgar por el sentido del debate, que el único problema real se encuentra en la subvaluación del yuan renminbí, la moneda de China. A principios de octubre, The Economist hizo notar que numerosos países han intervenido en los mercados cambiarios para evitar que sus monedas se aprecien en términos nominales. “A pesar de los encabezados, China no es el único gran interventor. Otros se han esforzado mucho más por mantener deprimida la cotización de su moneda.” Sin embargo, con inusitada frecuencia, el presidente y el primer ministro de ese país han recibido ruegos, sugerencias, exigencias y amenazas para convencerlos de que permitan una revaluación sustancial del yuan. Los oyó Hu de Obama cuando se reunieron en Nueva York en septiembre y los oyó Wen de los líderes europeos en la cumbre anual China-UE, poco después. Un ejemplo de la forma elegante de expresión fue la usada por Strauss-Kahn en la conferencia de prensa ya mencionada: es inevitable, dijo, que se revalúen las monedas de los países ampliamente superavitarios. Las formas vulgares han estado a cargo de algunos legisladores republicanos que han empezado a utilizar la cuestión como un arma electoral contra Obama, acusándolo de ser pro chino y fomentar el empleo en China, pero no en Ohio. En esta materia, el Comité Monetario y Financiero convino en reconocer que, entre los factores que agudizan la vulnerabilidad financiera mundial, se cuentan “los flujos de capital volátiles, los movimientos de los tipos de cambio y las cuestiones relacionadas con la oferta y acumulación de reservas internacionales”. Estos temas, todos muy conflictivos, seguirán siendo estudiados para contribuir a “aumentar la efectividad de las políticas de gestión de las corrientes de capital”. Quizá el año próximo se pueda tomar alguna decisión –o antes, si el Grupo de los 20 decide tomar el toro por los cuernos en Seúl en noviembre.
Otra cuestión de interés en los debates del comité fue la relacionada con los “derrames transfronterizos” (“cross-border spillovers”). Las consecuencias sobre terceros países de las políticas o acciones económicas nacionales fue uno de los temas discutidos hace casi 30 años en la cumbre Norte-Sur de Cancún. Lo que a la sazón preocupaba a los países del Sur eran las políticas monetarias restrictivas que empujaban las tasas de interés “hasta los niveles más altos de la era cristiana”, como dijo con un modicum de exageración Helmut Schmidt, y las repercusiones sobre sus costos de financiamiento y de servicio de la deuda. Hubieron de pasar tres decenios para que las consecuencias negativas sobre terceros, imaginativamente denominadas spillover effects, atrajesen la atención del órgano de decisión política del FMI. Se debatió, sin llegar a un acuerdo, si las acciones de supervisión del fondo, dirigidas normalmente a las políticas nacionales, deben abarcar también las consecuencias externas de esas políticas. Es claro que el “derrame transfronterizo” que muchos tenían en mente era, precisamente, el relacionado con las consecuencias de la subvaluación del yuan y la extraordinaria acumulación de reservas internacionales de China sobre el comercio y las finanzas mundiales, en especial el déficit comercial y la deuda externa estadunidenses. El comité continuará considerando este tema como parte de su revisión de la efectividad de la supervisión ejercida por el fondo, que nunca se ha caracterizado por la objetividad, la ausencia de dobles estándares y la equidad.
Con palabras del comunicado del comité, en medio de una “recuperación frágil y desigual” y ante la necesidad de asegurar un “crecimiento fuerte, sostenible y equilibrado”, todo mundo debe “abstenerse de acciones de política que pudieran afectar este objetivo compartido”. Lo que faltó, naturalmente, fue anunciar cómo y cuándo se ejercería esta saludable restricción y quiénes deberían abstenerse primero.
Hay otra versión de lo ocurrido en estas reuniones. Se encuentra en el portal de la Secretaría de Hacienda: “La política económica de México sustentada en la responsabilidad y el buen manejo recibió el reconocimiento de la comunidad internacional durante [...] la reunión anual de gobernadores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional”. Los aplausos todavía se escuchan.

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