Mario Draghi / elEconomista.es
Las crisis aceleran siempre los procesos de cambio. Dos años después de la quiebra de Lehman Brothers, no sorprende que los signos de una profunda transformación del panorama financiero sean ya muy visibles, con dos fuerzas impulsoras.
La primera es la diversa percepción del riesgo. Durante años, una visión optimista, que infravaloraba el nivel de riesgo y sobrevaloraba la dispersión del mismo entre los diferentes operadores, fue la postura más común. Una postura que la crisis se llevó por delante. Un nuevo cálculo de todas las categorías de riesgo, una mayor volatilidad, la valoración atenta de determinadas actividades, una verificación más atenta de la calidad del crédito, una mayor atención a la sostenibilidad de la deuda a largo plazo (como ponen en evidencia las recientes tensiones de las deudas públicas en Europa) son otras tantas manifestaciones de este cambio de percepción.
Los modelos de negocio se reexaminan teniendo en cuenta su capacidad de gestionar el riesgo. Ya no vale la complejidad y la escasa transparencia de los instrumentos financieros porque ha crecido la demanda de información transparente, completa y actualizada.
La segunda fuerza de cambio nace de la iniciativa política de las autoridades. Tras Lehman Brothers, se disipó cualquier residuo de duda sobre la necesidad de una profunda reforma del sector financiero. Está clara, ahora, la necesidad de una aproximación común, coordinada a nivel internacional, que implique tanto a las economías avanzadas como a las de los países emergentes.
Siguiendo las indicaciones del G-20 y con la coordinación del Comité para la Estabilidad Financiera, se está procediendo a afrontar los puntos débiles que la crisis puso en evidencia. Un paso fundamental, para garantizar bases más sólidas al sistema financiero, se dio recientemente, con el acuerdo alcanzado por el organismo directivo del Comité de Basilea sobre nuevos parámetros para los bancos en materia de capital y de liquidez. Dichos parámetros elevaron, de forma significativa, la solidez del sistema bancario.
Líneas de actuación sobre las SIFI
Al mismo tiempo, el caso de Lehman nos recuerda que queda mucho por hacer. La de Lehman fue la primera SIFI (sytemically important financial institution, institución de crédito de relevancia sistémica) que se dejó quebrar en esta crisis. Y la última. Porque la opinión pública no volverá a aceptar una repetición de los salvamentos de otras SIFI necesarios tras el hundimiento de Lehman. Afrontar eficazmente el problema de las instituciones "demasiado grandes para quebrar" será, pues, el próximo paso importante en el programa de la reforma global.
El trabajo que se está realizando en este ámbito presenta diversos aspectos. El primero es que las SIFI deben tener una capacidad de absorción de las pérdidas superior a los parámetros mínimos consensuados para el sistema bancario en general.
Esta capacidad de absorción de las pérdidas podría incluir una combinación de supertasas sobre el capital, capital "eventual" convertible en deuda bail-in (es decir, en obligaciones para sacrificar en caso de desfase financiero de la institución, para hacer recaer el precio del salvamento sobre los accionistas y no sobre los contribuyentes). El primer instrumento haría más resistentes a las SIFI, mientras el segundo y el tercero impondrían a estas instituciones una mayor disciplina de mercado.
El segundo aspecto es que las SIFI operarán con los incentivos alcanzados sólo en presencia de un mecanismo de liquidación eficaz. Esta crisis demostró que muchos países no disponen de los poderes ni de los instrumentos ni de la capacidad operativa necesarios en este ámbito.
Un sistema eficaz debe colocar al organismo liquidador en condiciones de transferir actividades o crear entidades puente, para permitir que cualquier SIFI mantenga los servicios financieros esenciales, descargar las pérdidas sobre los accionistas y cerrar progresivamente otros sectores de la empresa. Debe, además, disponer opciones para la liquidación de empresas activas, incluso el poder legal de involucrar en el bail-in a los poseedores de obligaciones de primer grado.
El tercero es mejorar la capacidad de liquidación transnacional. Las SIFI globales operan en muchos países a través de miles de empresas. Sin un sistema de liquidación global, son necesarios no sólo sistemas eficaces a nivel nacional, sino también una profunda capacidad de coordinación transnacional de dichos sistemas, y una planificación del saneamiento y de la liquidación entre las autoridades competentes y la empresa.
Las valoraciones de la liquidez son parte de los planes de saneamiento y liquidación, elaborados por y para las mayores instituciones crediticias internacionales. Si la autoridad del país de origen y de aquel en el que opera el banco consideran que una SIFI es un procedimiento demasiado complejo para poder liquidar la empresa de una forma ordenada, deberán exigir modificaciones en la estructura jurídica y operativa para conseguirlo.
El cuarto aspecto consiste en reforzar la eficacia y la intensidad de la supervisión. Tanto para los bancos en general como para las SIFI en particular, teniendo en cuenta los daños más generales que su quiebra podría provocar. Los países tienen que reforzar la independencia, los recursos y los métodos de los organismos de control y supervisión.
El quinto es que las infraestructuras clave del mercado financiero deben ser reforzadas, para reducir los riesgos de contagio y garantizar que las infraestructuras fundamentales no se tornen, a su vez, fuente de riesgo para el sistema. Un factor clave de transmisión de riesgo es la red de exposición recíproca de las principales empresas, sobre todo en lo referente a los productos financieros derivados y a los mercados crediticios de corto plazo. Mejores estructuras de compensación pueden simplificar y reducir profundamente, a través del netting, esta interconexión de exposiciones entre las diversas contrapartes.
Miradas puestas en el G-20
El Comité para la Estabilidad Financiera y sus miembros están elaborando medidas para afrontar todos los problemas referidos, y presentarán sus recomendaciones en la cumbre del G-20 de Seúl, que se celebrará el próximo mes de noviembre.
Por último, una enseñanza fundamental de esta crisis fue la ausencia de una supervisión eficaz para todo el sistema. Uno de los puntos débiles, y un factor importante de la crisis, fue el shopping normativo, que se desarrolló en el sector bancario en la sombra.
Este sector sigue jugando un papel importante en la intermediación crediticia y en la transformación de liquidez, pero sin someterse al marco normativo en cuando al capital y a la liquidez que se aplica a los bancos. Tras hacer más rígidas las reglas para la banca, tenemos que incluir también en el perímetro normativo a las fuentes de riesgos del sistema que existen fuera de él. Será la prioridad del Comité para la Estabilidad Financiera en el año 2011.
Mario Draghi, gobernador del Banco de Italia.
Las crisis aceleran siempre los procesos de cambio. Dos años después de la quiebra de Lehman Brothers, no sorprende que los signos de una profunda transformación del panorama financiero sean ya muy visibles, con dos fuerzas impulsoras.
La primera es la diversa percepción del riesgo. Durante años, una visión optimista, que infravaloraba el nivel de riesgo y sobrevaloraba la dispersión del mismo entre los diferentes operadores, fue la postura más común. Una postura que la crisis se llevó por delante. Un nuevo cálculo de todas las categorías de riesgo, una mayor volatilidad, la valoración atenta de determinadas actividades, una verificación más atenta de la calidad del crédito, una mayor atención a la sostenibilidad de la deuda a largo plazo (como ponen en evidencia las recientes tensiones de las deudas públicas en Europa) son otras tantas manifestaciones de este cambio de percepción.
Los modelos de negocio se reexaminan teniendo en cuenta su capacidad de gestionar el riesgo. Ya no vale la complejidad y la escasa transparencia de los instrumentos financieros porque ha crecido la demanda de información transparente, completa y actualizada.
La segunda fuerza de cambio nace de la iniciativa política de las autoridades. Tras Lehman Brothers, se disipó cualquier residuo de duda sobre la necesidad de una profunda reforma del sector financiero. Está clara, ahora, la necesidad de una aproximación común, coordinada a nivel internacional, que implique tanto a las economías avanzadas como a las de los países emergentes.
Siguiendo las indicaciones del G-20 y con la coordinación del Comité para la Estabilidad Financiera, se está procediendo a afrontar los puntos débiles que la crisis puso en evidencia. Un paso fundamental, para garantizar bases más sólidas al sistema financiero, se dio recientemente, con el acuerdo alcanzado por el organismo directivo del Comité de Basilea sobre nuevos parámetros para los bancos en materia de capital y de liquidez. Dichos parámetros elevaron, de forma significativa, la solidez del sistema bancario.
Líneas de actuación sobre las SIFI
Al mismo tiempo, el caso de Lehman nos recuerda que queda mucho por hacer. La de Lehman fue la primera SIFI (sytemically important financial institution, institución de crédito de relevancia sistémica) que se dejó quebrar en esta crisis. Y la última. Porque la opinión pública no volverá a aceptar una repetición de los salvamentos de otras SIFI necesarios tras el hundimiento de Lehman. Afrontar eficazmente el problema de las instituciones "demasiado grandes para quebrar" será, pues, el próximo paso importante en el programa de la reforma global.
El trabajo que se está realizando en este ámbito presenta diversos aspectos. El primero es que las SIFI deben tener una capacidad de absorción de las pérdidas superior a los parámetros mínimos consensuados para el sistema bancario en general.
Esta capacidad de absorción de las pérdidas podría incluir una combinación de supertasas sobre el capital, capital "eventual" convertible en deuda bail-in (es decir, en obligaciones para sacrificar en caso de desfase financiero de la institución, para hacer recaer el precio del salvamento sobre los accionistas y no sobre los contribuyentes). El primer instrumento haría más resistentes a las SIFI, mientras el segundo y el tercero impondrían a estas instituciones una mayor disciplina de mercado.
El segundo aspecto es que las SIFI operarán con los incentivos alcanzados sólo en presencia de un mecanismo de liquidación eficaz. Esta crisis demostró que muchos países no disponen de los poderes ni de los instrumentos ni de la capacidad operativa necesarios en este ámbito.
Un sistema eficaz debe colocar al organismo liquidador en condiciones de transferir actividades o crear entidades puente, para permitir que cualquier SIFI mantenga los servicios financieros esenciales, descargar las pérdidas sobre los accionistas y cerrar progresivamente otros sectores de la empresa. Debe, además, disponer opciones para la liquidación de empresas activas, incluso el poder legal de involucrar en el bail-in a los poseedores de obligaciones de primer grado.
El tercero es mejorar la capacidad de liquidación transnacional. Las SIFI globales operan en muchos países a través de miles de empresas. Sin un sistema de liquidación global, son necesarios no sólo sistemas eficaces a nivel nacional, sino también una profunda capacidad de coordinación transnacional de dichos sistemas, y una planificación del saneamiento y de la liquidación entre las autoridades competentes y la empresa.
Las valoraciones de la liquidez son parte de los planes de saneamiento y liquidación, elaborados por y para las mayores instituciones crediticias internacionales. Si la autoridad del país de origen y de aquel en el que opera el banco consideran que una SIFI es un procedimiento demasiado complejo para poder liquidar la empresa de una forma ordenada, deberán exigir modificaciones en la estructura jurídica y operativa para conseguirlo.
El cuarto aspecto consiste en reforzar la eficacia y la intensidad de la supervisión. Tanto para los bancos en general como para las SIFI en particular, teniendo en cuenta los daños más generales que su quiebra podría provocar. Los países tienen que reforzar la independencia, los recursos y los métodos de los organismos de control y supervisión.
El quinto es que las infraestructuras clave del mercado financiero deben ser reforzadas, para reducir los riesgos de contagio y garantizar que las infraestructuras fundamentales no se tornen, a su vez, fuente de riesgo para el sistema. Un factor clave de transmisión de riesgo es la red de exposición recíproca de las principales empresas, sobre todo en lo referente a los productos financieros derivados y a los mercados crediticios de corto plazo. Mejores estructuras de compensación pueden simplificar y reducir profundamente, a través del netting, esta interconexión de exposiciones entre las diversas contrapartes.
Miradas puestas en el G-20
El Comité para la Estabilidad Financiera y sus miembros están elaborando medidas para afrontar todos los problemas referidos, y presentarán sus recomendaciones en la cumbre del G-20 de Seúl, que se celebrará el próximo mes de noviembre.
Por último, una enseñanza fundamental de esta crisis fue la ausencia de una supervisión eficaz para todo el sistema. Uno de los puntos débiles, y un factor importante de la crisis, fue el shopping normativo, que se desarrolló en el sector bancario en la sombra.
Este sector sigue jugando un papel importante en la intermediación crediticia y en la transformación de liquidez, pero sin someterse al marco normativo en cuando al capital y a la liquidez que se aplica a los bancos. Tras hacer más rígidas las reglas para la banca, tenemos que incluir también en el perímetro normativo a las fuentes de riesgos del sistema que existen fuera de él. Será la prioridad del Comité para la Estabilidad Financiera en el año 2011.
Mario Draghi, gobernador del Banco de Italia.
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