lunes, 3 de mayo de 2010

OTRA ENSEÑANZA PARA EL EMPLEO

Clemente González Soler / elEconomista.es
Quizás la violencia de la crisis y la falta evidente de ideas para cambiar la dirección de los acontecimientos nos haya privado de analizar la incidencia de un factor como el trabajo y su cualificación para superarla. Porque es evidente que, sin el concurso de un capital humano que responda a las expectativas, las cosas se van a poner mucho más difíciles.
En España, en los últimos veinte años, hemos perdido un enorme peso industrial, y con él se ha producido un abandono de las profesiones y los oficios de Formación Profesional, sin que nadie haya dado la voz de alarma, a pesar de representar la base de la industria.
Quizás a este respecto, constituya un síntoma o una secuela el hecho de que hoy los funcionarios superen en un 25% a los trabajadores en el sector secundario (en una relación de 3,1 millones de trabajadores públicos frente a 2,3 de la industria, cuando esta última genera el 15% del PIB).
Empresa y universidad no van de la mano
Uno de los principales problemas con que tropieza nuestro sistema productivo es la ausencia de una comunicación real, intensiva y planificada entre la Universidad, y el sistema formativo en general, con la Empresa, de cara a detectar las necesidades de empleo futuras.
Resulta hasta cierto punto una contradicción que la creación de empleo corresponda a la empresa y que, sin embargo, la orientación de las carreras profesionales esté ligada a criterios académicos, más que basados en un correcto diagnóstico de lo que el mercado necesita o va a necesitar en términos de perfiles, servicios y necesidades futuras.
El ocaso de los oficios
Hay que decirlo alto y claro: no hay formación ni vocación ni cultura hacia los oficios. La estructura de la oferta profesional presenta una bipolarización entre los licenciados superiores y los trabajadores sin cualificar, fruto de unos índices de abandono y fracaso escolar como no se conocen en ningún otro país de nuestro entorno. Y en medio, el más absoluto vacío de profesionales, tan necesarios en los oficios de la industria.
Plan de enseñanza
El Gobierno y las comunidades autónomas, como entidades competentes en materia de enseñanza, tienen que preguntar a las empresas qué necesidades relativas al capital humano tendrán en los próximos años y orientar la formación en ese sentido.
En un contexto además de elevado desempleo como el que padece España, se hace más necesariasi cabe esa planificación de las enseñanzas, que parta de un diagnóstico conjunto con las fuerzas productivas. Hay que decir, a tenor de los últimos datos, que son precisamente las comunidades que apuestan por la industria y miran al exterior, como Navarra o País Vasco, las primeras que han empezado a superar la crisis y donde la incidencia del paro es mucho menor.
Desgraciadamente, se ha demostrado que el triángulo Administración-Universidad-Empresa, dentro de los parámetros en que se desarrolla esta relación, no funciona en España. Aunque cueste reconocerlo, los políticos no están muchas veces a la altura de las circunstancias en este campo. Y, desde luego, mal podrán advertir las tendencias y necesidades de la empresa si viven de espaldas a ella, si no conocen ni han conocido su día a día porque, sencillamente, y hasta cierto punto, han puesto distancia con la realidad productiva.
Mirar hacía el exterior
Otros países tienen más asimilada esta relación, quizás porque hace muchos años que llegaron a la conclusión de que no puede haber compartimentos estancos en la sociedad, con intereses gremiales que terminan en la misma frontera donde acaba la Universidad, la política o la empresa.
En los países más competitivos e innovadores, como Estados Unidos, es raro encontrar profesores consagrados en exclusiva a la Universidad. En muchos casos provienen del ámbito de la empresa o a cada instante están haciendo viajes de ida y vuelta de uno a otro ámbito, lo que tiene su reflejo en numerosos programas de ciencia aplicada y registro de patentes.
A este respecto, los datos cantan: las patentes registradas en España alcanzan a duras penas el millar al año, frente una media de 5.000 en la UE, y el ratio de eficiencia en I+D+i también queda por los suelos: por cada millón de dólares invertidos en innovación, España genera 0,27 patentes, frente a 5 de los líderes industriales.
Hay que recordar que todo conocimiento que no aporte valor al mundo de la empresa no va a ayudar a que nuestros jóvenes encuentren empleo, y esto debería hacer reflexionar a nuestros responsables políticos, y también a los propios interesados en que las cosas cambien.
La reactivación económica que haga descender el paro en España no tendrá sólo que ver con parámetros macro, sino con la propia empleabilidad de los trabajadores, que se medirá en términos de preparación y adaptación a las necesidades de las empresas en proceso de recuperación. Cuanto antes reaccionemos, mejor preparados estaremos para la postcrisis.
Clemente González Soler, presidente de la Asociación para el Desarrollo de la Empresa Familiar de Madrid (Adefam).

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