Antonio Navalón / El Universal
¿Puede ganar la paz interior EU sin que México tenga suerte en su problema con el narco? No. ¿Puede México encontrar una salida airosa a este cáncer de la falsa guerra contra el narco sin EU? No. Hay que leer con atención la segunda llamada que nos hace el gobierno de Obama, mientras intenta recomponer desde los restos del naufragio del imperio una salida racional a la política antinarco del gobierno mexicano.
Primero fue Napolitano quien dijo que la estrategia en la lucha contra los cárteles está llena de buena intención pero es ineficaz. Vinieron la rasgadura de vestimentas y declaraciones de nuestros secretarios de Estado. Lo cierto es que nunca se rectificó esa apreciación. Una cosa es la buena intención y otra los resultados. Ahora, hay que leer con cuidado el segundo aviso para el gobierno mexicano por parte de EU, a través de Hillary Clinton, quien pidió cambiar la estrategia contra el narco, con menos uniformes, más labor de inteligencia y la construcción de una alternativa en la que se trabaja en la embajada de EU en México, que recomienda no sólo se contemplen medidas militares sino también las sociales, creando más puestos de trabajo para que los sicarios no sean casi la única salida en un sistema económico, político y social que fracasa en la creación de alternativas. ¿Y Arizona…?
Luego está el problema de una guerra con un comandante en jefe que es el Presidente poniendo la cara, mientras los militares —con su lealtad y su eficiencia en ayudar— dan la batalla conscientes de que la están librando en condiciones difíciles y sin el marco legal que soporte su actuación.
Los civiles, sin embargo, desaparecen en momentos. Y en política es sabido que después de una gran premonición unificadora de todas las policías y luego de un gran empecinamiento por hacerla realidad, si el responsable se esfumó es porque en situaciones así suele haber un secreto.
García Luna sigue siendo el secretario de Seguridad Pública; es el hombre que durante siete años tuvo la responsabilidad, el poder y los medios para hacer la policía, que es mala, corrupta e infiable y su fracaso es causante de que el Ejército esté en las calles. La pregunta es: ¿hasta en un país tan tolerante como México, cuántos años más son necesarios, 70?
El viaje a Washington, que Calderón inicia con el corazón en el sur pero teniendo, inevitablemente, que pensar en el norte, estará también de la mano con quien sí conoce el gran secreto, el embajador Sarukhán.
Y mientras esperamos saber quién es de verdad el comandante en jefe de la guerra contra el narco se da la desaparición violenta de Diego Fernández. Si fue causada por sus asuntos personales, grave, pero si fue por motivos políticos o del crimen organizado, estamos ante la ruptura de todos los equilibrios que equivale a si fueran secuestrados al mismo tiempo el secretario de Gobernación y el procurador de la República.
¿Puede ganar la paz interior EU sin que México tenga suerte en su problema con el narco? No. ¿Puede México encontrar una salida airosa a este cáncer de la falsa guerra contra el narco sin EU? No. Hay que leer con atención la segunda llamada que nos hace el gobierno de Obama, mientras intenta recomponer desde los restos del naufragio del imperio una salida racional a la política antinarco del gobierno mexicano.
Primero fue Napolitano quien dijo que la estrategia en la lucha contra los cárteles está llena de buena intención pero es ineficaz. Vinieron la rasgadura de vestimentas y declaraciones de nuestros secretarios de Estado. Lo cierto es que nunca se rectificó esa apreciación. Una cosa es la buena intención y otra los resultados. Ahora, hay que leer con cuidado el segundo aviso para el gobierno mexicano por parte de EU, a través de Hillary Clinton, quien pidió cambiar la estrategia contra el narco, con menos uniformes, más labor de inteligencia y la construcción de una alternativa en la que se trabaja en la embajada de EU en México, que recomienda no sólo se contemplen medidas militares sino también las sociales, creando más puestos de trabajo para que los sicarios no sean casi la única salida en un sistema económico, político y social que fracasa en la creación de alternativas. ¿Y Arizona…?
Luego está el problema de una guerra con un comandante en jefe que es el Presidente poniendo la cara, mientras los militares —con su lealtad y su eficiencia en ayudar— dan la batalla conscientes de que la están librando en condiciones difíciles y sin el marco legal que soporte su actuación.
Los civiles, sin embargo, desaparecen en momentos. Y en política es sabido que después de una gran premonición unificadora de todas las policías y luego de un gran empecinamiento por hacerla realidad, si el responsable se esfumó es porque en situaciones así suele haber un secreto.
García Luna sigue siendo el secretario de Seguridad Pública; es el hombre que durante siete años tuvo la responsabilidad, el poder y los medios para hacer la policía, que es mala, corrupta e infiable y su fracaso es causante de que el Ejército esté en las calles. La pregunta es: ¿hasta en un país tan tolerante como México, cuántos años más son necesarios, 70?
El viaje a Washington, que Calderón inicia con el corazón en el sur pero teniendo, inevitablemente, que pensar en el norte, estará también de la mano con quien sí conoce el gran secreto, el embajador Sarukhán.
Y mientras esperamos saber quién es de verdad el comandante en jefe de la guerra contra el narco se da la desaparición violenta de Diego Fernández. Si fue causada por sus asuntos personales, grave, pero si fue por motivos políticos o del crimen organizado, estamos ante la ruptura de todos los equilibrios que equivale a si fueran secuestrados al mismo tiempo el secretario de Gobernación y el procurador de la República.
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