Orlando Delgado Selley / Proceso
Finalmente, el parlamento griego aprobó por 151 votos, de 300 posibles, el plan de ajuste de 78 mil 400 millones de euros exigido por la “troika infernal”: el Banco Central Europeo (BCE), el FMI y la Comisión Europea, y presentado por el gobierno socialista de ese país.
Con esta aprobación, a lo que no se sumó el principal partido de oposición de derecha, se desbloqueará el último tramo de los recursos aprobados en mayo de 2010 por parte de la Unión Europea.
Grecia no estará en bancarrota el mes próximo, los mercados respirarán aliviados. El gobierno griego podrá cumplir con los pagos de su deuda y, mucho más importante, aunque esto no parece interesarle mucho a los “mercados”, podrá pagar sueldos a empleados públicos y pensiones a jubilados.
Los actores políticos griegos, lo mismo que los europeos, saben que con esta aprobación lo único que se gana es tiempo. Este tiempo lo usarán los ministros europeos para diseñar el segundo paquete de apoyo para rescatar al gobierno griego.
Este paquete incluirá las medidas aprobadas por el parlamento griego, recursos adicionales de la Unión Europea superiores a 100 mil millones de euros y, lo que ha suscitado importantes controversias, la participación “voluntaria” de los banqueros privados europeos, que pudieran seguir lo propuesto por banqueros franceses: aceptar alargar hasta 30 años el plazo de vencimiento del 70% de la deuda. De este 70%, el 20% sería en la forma de bonos cupón cero, es decir, con intereses pagaderos hasta el vencimiento final del bono.
Los diputados griegos aprobaron un programa de ajuste con:
–Aumentos de impuestos que elevarán la recaudación 2 mil 300 millones de euros en 2012; 3 mil 380 millones en 2013; 152 millones en 2014, y 699 millones en 2015.
–La aplicación de una “tasa de impuestos solidaria” que gravará adicionalmente los ingresos entre 1 y 5%.
–Reducción del ingreso mínimo sin gravamen de 12 mil euros anuales a ocho mil.
–Aumento del IVA: bares y restaurantes incrementaran este impuesto del 13 al 23%.
–Privatizaciones (la lotería pública, la caja postal, la operación de los puertos de Salónica y El Piero, y posiblemente la empresa eléctrica estatal.
–Despido de 150 mil empleados públicos (de un total de 700 mil) y extinción de contratos temporales.
–Reducción de 5 mil millones de euros en los beneficios sociales.
El ministro griego de Finanzas, Evangelos Venizelos, reconoció que las medidas aprobadas son “injustas” y “duras”, pero resaltó que serán “positivas”. Lo mismo nos dijeron en México y en toda América Latina cuando se aplicaron los programas de ajuste y estabilización recetados por el FMI para salir de una crisis que duró una década. Venizelos añadió que el voto de cada uno de los 151 diputados que votaron a favor de este ajuste podrá considerarse como “un acto de valentía”.
Así que mientras los “valientes” diputados griegos aceptan castigar nueva e injustamente a sus compatriotas –este es el segundo plan de ajuste– los ministros de economía europeos discuten la posibilidad de que los acreedores privados acepten contribuir en el paquete de rescate de Grecia. Lo hacen con un cuidado enorme, porque tienen que convencer a las agencias calificadoras de que no se trata de una reestructuración, sino de apoyos voluntarios. Los gobernantes europeos también se propusieron convencer a la oposición griega para que demostrara su “patriotismo” y voluntariamente votara a favor del paquete de ajuste. No lo lograron.
Los partidos políticos europeos de derecha buscaron obligar a la derecha griega para que en la votación del parlamento griego se lograra una amplia mayoría, lo que exigía la participación de esa oposición, con el fin de que los “mercados” reaccionaran favorablemente y recuperaran la confianza en Grecia. Tampoco lo lograron, pese a que esa derecha cuando gobernó Grecia alteró las cifras del déficit fiscal y de la deuda, asesorados por Goldman Sachs y es, a todas luces, la causante de la tragedia actual. Prefieren mantenerse ajenos a las medidas de ajuste.
Se han envuelto en la bandera griega para gritar que no aceptarán “recetar más de la misma medicina que está matando la economía griega”. Piensan que pronto caerá el gobierno del socialista Yorgos Papandreu y que ellos llegarán a “salvar al país del desastre”. De modo que su decisión política, supuestamente del lado de la población, es simple cálculo político. La población griega, sin embargo, tendrá que pagar por esa decisión, ya que provocará que “los mercados” sigan exigiendo una altísima prima de riesgo, que ya es superior a los 12 puntos porcentuales.
Esos grandes inversionistas y los bancos mismos han logrado que, pese al salvamento europeo de mayo de 2010, las tasas crecieran, lo que para ellos ha significado mayores ingresos. Su razonamiento es que el riesgo aumentó y, en consecuencia, requieren un pago adicional para cubrirlo.
Lo cierto es que ese riesgo no se ha concretado, de modo que su ganancia creció a costa del castigo aplicado a la población. Por esta razón es que podría habérseles exigido que todos los acreedores privados “obligatoriamente” alargaran los plazos de vencimiento. Pero la fuerza que estos inversionistas tienen en gobiernos europeos es considerable. Tienen una fuerza adicional: la creada por el mito de que los mercados tienen vida propia y sus intereses son, por obra y gracia de la mano invisible, los de las poblaciones.
No es así. Los mercados financieros de deuda son manejados por grupos que cuentan con los recursos que necesitan los gobiernos. Para esos grupos se trata de comprar bonos emitidos por un cierto país a un plazo dado y recibir a cambio el pago de un interés. Su razonamiento es simple: compro bonos porque gano dinero. No importa si el gobierno al que le prestan lo usa provechosamente para su población. Si el monto de la deuda les parece alto, simplemente cobran más. Prestan frecuentemente sabiendo que el gobierno no informa adecuadamente a las instancias de supervisión internacional de su volumen de endeudamiento. Saben que las cuentas se alteran con conocimiento, para eso hay asesores especializados como Goldman Sachs.
Lo cierto es que casi siempre ganan. Con Grecia lo han hecho, lo están haciendo y todo parece que lo seguirán haciendo. Los trabajadores públicos y privados, los jubilados, la población entera, pierden. No ganaron antes con los excesos de un gobierno tramposo. Pero para los gobiernos tanto de izquierdas como de derechas lo primero que hay que garantizar es que los poderosos mantengan a salvo su dinero. Los indignados que están creciendo en Europa saben que si no cambian drásticamente la manera de hacer política, la manera de tomar decisiones que afectan a millones de personas, ellos serán los que paguen.
Finalmente, el parlamento griego aprobó por 151 votos, de 300 posibles, el plan de ajuste de 78 mil 400 millones de euros exigido por la “troika infernal”: el Banco Central Europeo (BCE), el FMI y la Comisión Europea, y presentado por el gobierno socialista de ese país.
Con esta aprobación, a lo que no se sumó el principal partido de oposición de derecha, se desbloqueará el último tramo de los recursos aprobados en mayo de 2010 por parte de la Unión Europea.
Grecia no estará en bancarrota el mes próximo, los mercados respirarán aliviados. El gobierno griego podrá cumplir con los pagos de su deuda y, mucho más importante, aunque esto no parece interesarle mucho a los “mercados”, podrá pagar sueldos a empleados públicos y pensiones a jubilados.
Los actores políticos griegos, lo mismo que los europeos, saben que con esta aprobación lo único que se gana es tiempo. Este tiempo lo usarán los ministros europeos para diseñar el segundo paquete de apoyo para rescatar al gobierno griego.
Este paquete incluirá las medidas aprobadas por el parlamento griego, recursos adicionales de la Unión Europea superiores a 100 mil millones de euros y, lo que ha suscitado importantes controversias, la participación “voluntaria” de los banqueros privados europeos, que pudieran seguir lo propuesto por banqueros franceses: aceptar alargar hasta 30 años el plazo de vencimiento del 70% de la deuda. De este 70%, el 20% sería en la forma de bonos cupón cero, es decir, con intereses pagaderos hasta el vencimiento final del bono.
Los diputados griegos aprobaron un programa de ajuste con:
–Aumentos de impuestos que elevarán la recaudación 2 mil 300 millones de euros en 2012; 3 mil 380 millones en 2013; 152 millones en 2014, y 699 millones en 2015.
–La aplicación de una “tasa de impuestos solidaria” que gravará adicionalmente los ingresos entre 1 y 5%.
–Reducción del ingreso mínimo sin gravamen de 12 mil euros anuales a ocho mil.
–Aumento del IVA: bares y restaurantes incrementaran este impuesto del 13 al 23%.
–Privatizaciones (la lotería pública, la caja postal, la operación de los puertos de Salónica y El Piero, y posiblemente la empresa eléctrica estatal.
–Despido de 150 mil empleados públicos (de un total de 700 mil) y extinción de contratos temporales.
–Reducción de 5 mil millones de euros en los beneficios sociales.
El ministro griego de Finanzas, Evangelos Venizelos, reconoció que las medidas aprobadas son “injustas” y “duras”, pero resaltó que serán “positivas”. Lo mismo nos dijeron en México y en toda América Latina cuando se aplicaron los programas de ajuste y estabilización recetados por el FMI para salir de una crisis que duró una década. Venizelos añadió que el voto de cada uno de los 151 diputados que votaron a favor de este ajuste podrá considerarse como “un acto de valentía”.
Así que mientras los “valientes” diputados griegos aceptan castigar nueva e injustamente a sus compatriotas –este es el segundo plan de ajuste– los ministros de economía europeos discuten la posibilidad de que los acreedores privados acepten contribuir en el paquete de rescate de Grecia. Lo hacen con un cuidado enorme, porque tienen que convencer a las agencias calificadoras de que no se trata de una reestructuración, sino de apoyos voluntarios. Los gobernantes europeos también se propusieron convencer a la oposición griega para que demostrara su “patriotismo” y voluntariamente votara a favor del paquete de ajuste. No lo lograron.
Los partidos políticos europeos de derecha buscaron obligar a la derecha griega para que en la votación del parlamento griego se lograra una amplia mayoría, lo que exigía la participación de esa oposición, con el fin de que los “mercados” reaccionaran favorablemente y recuperaran la confianza en Grecia. Tampoco lo lograron, pese a que esa derecha cuando gobernó Grecia alteró las cifras del déficit fiscal y de la deuda, asesorados por Goldman Sachs y es, a todas luces, la causante de la tragedia actual. Prefieren mantenerse ajenos a las medidas de ajuste.
Se han envuelto en la bandera griega para gritar que no aceptarán “recetar más de la misma medicina que está matando la economía griega”. Piensan que pronto caerá el gobierno del socialista Yorgos Papandreu y que ellos llegarán a “salvar al país del desastre”. De modo que su decisión política, supuestamente del lado de la población, es simple cálculo político. La población griega, sin embargo, tendrá que pagar por esa decisión, ya que provocará que “los mercados” sigan exigiendo una altísima prima de riesgo, que ya es superior a los 12 puntos porcentuales.
Esos grandes inversionistas y los bancos mismos han logrado que, pese al salvamento europeo de mayo de 2010, las tasas crecieran, lo que para ellos ha significado mayores ingresos. Su razonamiento es que el riesgo aumentó y, en consecuencia, requieren un pago adicional para cubrirlo.
Lo cierto es que ese riesgo no se ha concretado, de modo que su ganancia creció a costa del castigo aplicado a la población. Por esta razón es que podría habérseles exigido que todos los acreedores privados “obligatoriamente” alargaran los plazos de vencimiento. Pero la fuerza que estos inversionistas tienen en gobiernos europeos es considerable. Tienen una fuerza adicional: la creada por el mito de que los mercados tienen vida propia y sus intereses son, por obra y gracia de la mano invisible, los de las poblaciones.
No es así. Los mercados financieros de deuda son manejados por grupos que cuentan con los recursos que necesitan los gobiernos. Para esos grupos se trata de comprar bonos emitidos por un cierto país a un plazo dado y recibir a cambio el pago de un interés. Su razonamiento es simple: compro bonos porque gano dinero. No importa si el gobierno al que le prestan lo usa provechosamente para su población. Si el monto de la deuda les parece alto, simplemente cobran más. Prestan frecuentemente sabiendo que el gobierno no informa adecuadamente a las instancias de supervisión internacional de su volumen de endeudamiento. Saben que las cuentas se alteran con conocimiento, para eso hay asesores especializados como Goldman Sachs.
Lo cierto es que casi siempre ganan. Con Grecia lo han hecho, lo están haciendo y todo parece que lo seguirán haciendo. Los trabajadores públicos y privados, los jubilados, la población entera, pierden. No ganaron antes con los excesos de un gobierno tramposo. Pero para los gobiernos tanto de izquierdas como de derechas lo primero que hay que garantizar es que los poderosos mantengan a salvo su dinero. Los indignados que están creciendo en Europa saben que si no cambian drásticamente la manera de hacer política, la manera de tomar decisiones que afectan a millones de personas, ellos serán los que paguen.
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