El segundo rescate debe ser más generoso: no salva solo a la banca, sino a la ciudadanía
XAVIER VIDAL-FOLCH / EL PAÍS
¡Albricias! Grecia, jabato atormentado y continuamente desahuciado, palpita. Ahora le toca cumplir a la parte europea, y al FMI, con un segundo rescate que sea Rescate, simétrico al segundo ajuste heleno, y no soga al cuello del ahorcable.
Antes, urge deshacer un entuerto, tan repetido como falso. El rescate a Grecia no será solo un salvamento a los bancos europeos (franceses y alemanes), que también. Tampoco lo ha sido el primero.
De los más de 330.000 millones de deuda pública griega en circulación, solo el 27% está en manos de la banca, por el 43% de otros inversores (gestores de activos, fondos, bancos centrales), el 14% en el BCE y el 16% en la UE y el FMI. Por tanto, la mayoría está en manos de ahorradores y contribuyentes. Serán ellos los principales rescatados, no la banca. Lo siento porque esto rompe el esquema convergente del populismo ultraliberal y del progresismo antifinanciero, que propugnan al unísono, por razones opuestas, el impago de Atenas: unos para humillar al Estado réprobo, otros para salvar a sus ciudadanos del sufrimiento de los actuales ajustes. Lo siento, pero es que es así. Si hay que rescatar a Grecia será también en beneficio de la banca, pero no solo, ni principalmente, en su favor.
Los buenos argumentos de crítica al exceso del poder financiero y al imperio de los mercados sobre la política son justo los contrarios a los que ahora se utilizan. ¿Por qué Europa no debería salvar al (deficiente) Estado griego, cuando salvó a la (ineficiente) gran banca europea con inyecciones muy superiores?
La deuda griega asciende a 330.000 millones de euros. ¿Mucho? Los Gobiernos de la UE inyectaron en vena 311.400 millones al capital de sus bancos tras la crisis de Lehman Brothers. Y si se añaden las ayudas indirectas, garantías, compras de activos y otras, el apoyo total ascendió a 3,7 billones de euros. ¿Merecen salvavidas los bancos, y los Estados no?
A los banqueros hay que criticarlos por otros motivos. Por inventar y colocar activos ficticios y tóxicos (hipotecas subprime en Wall Street o hipotecas forzadas en España); por falsear el mercado; por dar premios excesivos a sus dirigentes más mimados; por operar en paraísos fiscales y eludir al fisco... y por todas las trampas que narra el periodista francés Marc Roche en su ágil libelo El banco, cómo Goldman Sachs dirige el mundo (Deusto, 2.011). Pero no por ser objeto parcial del rescate a Grecia.
Hay más. En virtud del sano egoísmo y de la presión de los Gobiernos, la banca europea contribuirá al segundo rescate. Se verá cómo. Pero la francesa ya ha dicho que alargará los plazos de buena parte de la deuda helena. Hasta 30 años.
Es indispensable que los Gobiernos, la UE y el FMI sigan esa senda, sobre todo si es verdad, como dicen los más ortodoxos, que el drama de Atenas no es de liquidez, sino de solvencia. A cambio del sacrificio ciudadano, les toca ser generosos. El 2 de mayo de 2010 organizaron un primer rescate de 110.000 millones, a devolver en tres años y a un tipo de interés próximo al 5,5%. El pasado 11 de marzo suavizaron esas condiciones, alargando el plazo a siete años y medio y rebajando el tipo al 4,5%. Gobiernos: ¡Aprended del fracasado plan! ¡Imitad a los bancos franceses!
Las soluciones técnicas disponibles, que equivalgan a condonaciones parciales sin parecerlo, son infinitas si hay voluntad política de ayudar a la rehabilitación del exangüe país de Papandreu. Entre otras destacan cuatro. 1) Alargar los plazos de devolución de los créditos. 2) Crear eurobonos que sustituyan parte de los bonos de los países enfermos; 3) Un fondo presupuestario europeo con mecanismos de integración fiscal (dos puntos del IVA recaudarían unos 80.000 millones); 4) Un impuesto europeo solo para casos de crisis, para compensar la austeridad y/o para estimular la actividad, en la línea de nuevos miniplanes Marshall que reclaman, junto al ofrecimiento de catarsis, las mentes griegas más autocríticas y lúcidas, como la del profesor Loukas Tsoukalis. Apretarse el cinturón, sí; incentivar el crecimiento, también.
XAVIER VIDAL-FOLCH / EL PAÍS
¡Albricias! Grecia, jabato atormentado y continuamente desahuciado, palpita. Ahora le toca cumplir a la parte europea, y al FMI, con un segundo rescate que sea Rescate, simétrico al segundo ajuste heleno, y no soga al cuello del ahorcable.
Antes, urge deshacer un entuerto, tan repetido como falso. El rescate a Grecia no será solo un salvamento a los bancos europeos (franceses y alemanes), que también. Tampoco lo ha sido el primero.
De los más de 330.000 millones de deuda pública griega en circulación, solo el 27% está en manos de la banca, por el 43% de otros inversores (gestores de activos, fondos, bancos centrales), el 14% en el BCE y el 16% en la UE y el FMI. Por tanto, la mayoría está en manos de ahorradores y contribuyentes. Serán ellos los principales rescatados, no la banca. Lo siento porque esto rompe el esquema convergente del populismo ultraliberal y del progresismo antifinanciero, que propugnan al unísono, por razones opuestas, el impago de Atenas: unos para humillar al Estado réprobo, otros para salvar a sus ciudadanos del sufrimiento de los actuales ajustes. Lo siento, pero es que es así. Si hay que rescatar a Grecia será también en beneficio de la banca, pero no solo, ni principalmente, en su favor.
Los buenos argumentos de crítica al exceso del poder financiero y al imperio de los mercados sobre la política son justo los contrarios a los que ahora se utilizan. ¿Por qué Europa no debería salvar al (deficiente) Estado griego, cuando salvó a la (ineficiente) gran banca europea con inyecciones muy superiores?
La deuda griega asciende a 330.000 millones de euros. ¿Mucho? Los Gobiernos de la UE inyectaron en vena 311.400 millones al capital de sus bancos tras la crisis de Lehman Brothers. Y si se añaden las ayudas indirectas, garantías, compras de activos y otras, el apoyo total ascendió a 3,7 billones de euros. ¿Merecen salvavidas los bancos, y los Estados no?
A los banqueros hay que criticarlos por otros motivos. Por inventar y colocar activos ficticios y tóxicos (hipotecas subprime en Wall Street o hipotecas forzadas en España); por falsear el mercado; por dar premios excesivos a sus dirigentes más mimados; por operar en paraísos fiscales y eludir al fisco... y por todas las trampas que narra el periodista francés Marc Roche en su ágil libelo El banco, cómo Goldman Sachs dirige el mundo (Deusto, 2.011). Pero no por ser objeto parcial del rescate a Grecia.
Hay más. En virtud del sano egoísmo y de la presión de los Gobiernos, la banca europea contribuirá al segundo rescate. Se verá cómo. Pero la francesa ya ha dicho que alargará los plazos de buena parte de la deuda helena. Hasta 30 años.
Es indispensable que los Gobiernos, la UE y el FMI sigan esa senda, sobre todo si es verdad, como dicen los más ortodoxos, que el drama de Atenas no es de liquidez, sino de solvencia. A cambio del sacrificio ciudadano, les toca ser generosos. El 2 de mayo de 2010 organizaron un primer rescate de 110.000 millones, a devolver en tres años y a un tipo de interés próximo al 5,5%. El pasado 11 de marzo suavizaron esas condiciones, alargando el plazo a siete años y medio y rebajando el tipo al 4,5%. Gobiernos: ¡Aprended del fracasado plan! ¡Imitad a los bancos franceses!
Las soluciones técnicas disponibles, que equivalgan a condonaciones parciales sin parecerlo, son infinitas si hay voluntad política de ayudar a la rehabilitación del exangüe país de Papandreu. Entre otras destacan cuatro. 1) Alargar los plazos de devolución de los créditos. 2) Crear eurobonos que sustituyan parte de los bonos de los países enfermos; 3) Un fondo presupuestario europeo con mecanismos de integración fiscal (dos puntos del IVA recaudarían unos 80.000 millones); 4) Un impuesto europeo solo para casos de crisis, para compensar la austeridad y/o para estimular la actividad, en la línea de nuevos miniplanes Marshall que reclaman, junto al ofrecimiento de catarsis, las mentes griegas más autocríticas y lúcidas, como la del profesor Loukas Tsoukalis. Apretarse el cinturón, sí; incentivar el crecimiento, también.
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