miércoles, 6 de julio de 2011

LA CÁTEDRA DE LA EFICACIA ELECTORAL

Mauricio Merino / El Universal
Ninguna de las variables que integran la ecuación electoral es completamente predecible. Un buen candidato puede cometer errores y perder fuerza en el camino; una circunstancia favorable puede cambiar en unas horas; una determinada percepción del éxito —o del fracaso— puede modificarse ante un evento nuevo; un programa o una estrategia bien planeadas al principio pueden convertirse en lozas con el correr del tiempo, etcétera. Pero lo que no cambia nunca es la necesidad de contar con una maquinaria de partido suficientemente amplia y poderosa para ganar votos.
El domingo pasado, el PRI tuvo casi todas las variables a favor: candidatos bien seleccionados, campañas bien planeadas, prestigios (y desprestigios encontrados) bien articulados con sus intereses, y muchos y muy graves errores cometidos por sus adversarios a lo largo del camino. Pero no tengo ninguna duda de que la variable principal que marcó la diferencia entre ganar y arrasar —como tituló este diario su edición del lunes— fue la maquinaria de partido que puso en operación desde mucho tiempo antes de la jornada electoral. Un enorme aparato político de campo que convencía, persuadía, amenazaba o compraba votos, según fuera el caso, en cada cuadra y aun en cada casa.
Creo que sería una tontería supina pasar toda la cuenta de los triunfos del otrora hegemónico a esa sola operación, pues las elecciones son mucho más complejas que una compra-venta al menudeo de voluntades bobas o corruptas. Por supuesto que las demás variables de la ecuación citada también contribuyeron a favorecer los intereses del partido vencedor —aunque no sepamos todavía en qué medida singular influyó cada una de ellas. Pero entre todas, lo que se convirtió en una verdadera cátedra para sus adversarios fue la forma en que los aparatos del priísmo manejaron la estrategia electoral de campo: la infantería electoral —como le llaman los expertos para distinguirla de las labores de aviación— en la que sacó a flote toda la añejada experiencia del pasado.
Escribo cátedra, y no abuso o trapacería, porque todos hicieron lo mismo, pero el PRI lo hizo mejor: el viejo maestro impuso sus saberes sobre los alumnos jóvenes (o al menos morosos), y les volvió a enseñar cómo se organiza una elección echando mano de todos los recursos disponibles para evitar la derrota o, como el domingo pasado, aplastando al adversario en cada esquina.
Nadie debería llamarse a engaño, pues la lección se dio a la luz del día y desde hace meses y, sobre todo, porque tras los catedráticos del PRI vinieron todos los demás tratando de emular a su maestro. Y a estas alturas, no sé si lo más reprochable es que todos los partidos hayan reproducido esas malas artes en vez de enfrentarlas oportunamente con gallardía y pundonor, o que encima lo hayan hecho mal y además se quejen. Como si no supieran que se sabe, la diferencia en ese territorio no fue la operación de infantería de un solo partido sobre los demás, sino el éxito de la eficacia cínica sobre la doble moral.
Tomada esa lección, lo peor vendrá durante los siguientes meses. Dudo mucho que tras la paliza del domingo, los partidos derrotados y sus gobiernos hayan cobrado conciencia sobre la necesidad de limpiar y dignificar el ambiente electoral para evitar que las maquinarias clientelares vuelvan a hacer la diferencia entre ganar y apabullar. Por el contrario, los alumnos tratarán de superar al catedrático y saben que cuentan con apenas doce meses para conseguirlo. Ya aprendieron que la conjugación de otras variables menos cínicas y más cercanas a nuestros ideales democráticos no alcanzaría para ganarle al PRI y que la batalla habrá de resolverse abajo: en los territorios sucios de las trincheras donde avanzan palmo a palmo las infanterías.
Si alguna esperanza había de asistir a un final de sexenio más o menos elegante y digno, con una sucesión presidencial ordenada y democrática, el domingo la perdimos. A partir de ahora, la eficacia electoral será la única clave para comprender y alinear los esfuerzos de partidos y gobiernos. Y dado que el presidente Calderón ha sido uno de los alumnos más aventajados de la clase, será difícil que el gobierno federal no se convierta —como lo hicieron los gobiernos estatales del partido vencedor este domingo— en el cuartel general de las infanterías del PAN. Y entretanto, Morena, el aparato construido y dirigido por el comandante AMLO, quizás comience a alimentarse con los dineros de la izquierda que hasta ahora le habían sido escatimados.
No sabemos quién ganará el 2012. Pero ya hay un triunfo cultural: el de la cátedra del PRI.

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