Alberto Aziz Nassif / El Universal
A la memoria de don Samuel Ruiz
Las elecciones en Guerrero se pueden leer como una muestra de qué está pasando con la política en el país. La visibilidad que dan unos comicios estatales permite ver contradicciones y absurdos a disposición de la clase política para hacer lo que convenga a sus intereses. El juego que se hace con los rituales electorales se llama pragmatismo, violencia, clientelismo, todo menos perspectivas para el desarrollo de ese estado, que tiene índices de pobreza muy elevados y necesidades de bienestar en educación, salud, infraestructura. Lo que importa es ganar, los costos no tienen importancia, eso es Guerrero, y así serán las próximas contiendas electorales hasta llegar a la sucesión presidencial de 2012.
Han quedado en el olvido la política, los partidos y los proyectos, cuando expresaban diferencias, cuando las siglas de un partido abrían la posibilidad de imaginar cambios, cuando elegir representantes tenía sentido porque el voto ciudadano se sumaba a otros miles para hacer políticas públicas y resolver problemas importantes. Alguna vez existió la idea de que la alternancia hacía cambios, porque había diferencias importantes si ganaba la oposición o si continuaba el mismo partido en el poder. Esa perspectiva se fue diluyendo y quedó como una utopía.
En su lugar, nos llenamos de comicios que cada día son más sucios, con competencias donde predominan los intereses fácticos y los medios masivos en la política partidista y en sus candidatos. Poco a poco, la alternancia se generalizó, pero sus resultados dejaron espacios muy similares, incluso, en ocasiones, más deteriorados que antes de la alternancia. Se privilegió el pragmatismo, siempre sano en la vida política, pero al extremo de que hizo irreconocible las diferencias entre candidatos, partidos y proyectos. El que estaba en un partido y no obtenía una candidatura al día siguiente era el candidato en otro partido; el intercambio de candidatos se volvió moneda común. Cada día se agudiza más este fenómeno que podemos denominar transpolítica. Políticos intercambiables para mantener el juego de privilegios de los que ganan, independientemente de quién ocupe los cargos.
Así, con mucho dinero público, acceso a radio y televisión y con árbitros a modo, los partidos y sus élites desplegaron el juego de la política como reparto de privilegios, altos salarios y pocos mecanismos para rendir cuentas. El único factor que interrumpe ese juego son las elecciones, momentos en que cada tres o seis años hay que convencer a los electores de que el reparto del pastel es para todos. Para ello se usan los recursos públicos disponibles, porque para la mitad de los electores su condición ciudadana se encuentra muy vulnerable y los hace parte de la ingeniería del clientelismo, de los intercambios de votos por apoyos: el espacio de las despensas, los materiales de construcción, las promesas de incorporación a los programas sociales y la latosa obligación de prestar la credencial de elector, asistir al mitin, ir al desayuno y luego pasar lista para votar en una casilla.
Las caras de los candidatos enmarcadas en los colores de los partidos y las coaliciones no hacen prácticamente ninguna diferencia. Si el juego era entre Manuel Añorve o Ángel Heladio Aguirre, sabemos que ambos vienen del mismo origen, el PRI, pero ahora uno trae la cachucha de sus viejos rivales perredistas. Los partidos forman coaliciones que adoptan nombres y consignas y así llegan al elector. En este caso fueron: “Guerrero nos Une”, frente a la otra coalición que se llamó “Tiempos Mejores para Guerrero”; cada una podría ser título de alguna telenovela. Pero la realidad de ese estado es que se encuentra en el sótano del desarrollo nacional, con indicadores que lo ubican en el sitio 30 de los estados del país, y no se puede dar el lujo de seguir perdiendo el tiempo en un juego político de promesas sexenales y limitados resultados.
El domingo pasado ganó Ángel Aguirre, y el PRD retiene el gobierno del estado, pero hay que esperar a ver qué sucede con la agenda de gobierno. Es probable que esta elección termine impugnada en el tribunal, como ya lo ha anunciado el PRI. Sin embargo, será difícil anularla porque hay una diferencia de más de 158 mil votos, más de 13%. Así termina una elección donde hubo de todo lo que acompaña estos procesos, desde intercambio de candidatos, violencia, golpes y un asesinato, pasando por el uso de expedientes judiciales y la acusación de dinero sucio en las campañas, hasta la declinación de un candidato. El domingo pasado Guerrero fue una primera probadita política del país…
Investigador del CIESAS
A la memoria de don Samuel Ruiz
Las elecciones en Guerrero se pueden leer como una muestra de qué está pasando con la política en el país. La visibilidad que dan unos comicios estatales permite ver contradicciones y absurdos a disposición de la clase política para hacer lo que convenga a sus intereses. El juego que se hace con los rituales electorales se llama pragmatismo, violencia, clientelismo, todo menos perspectivas para el desarrollo de ese estado, que tiene índices de pobreza muy elevados y necesidades de bienestar en educación, salud, infraestructura. Lo que importa es ganar, los costos no tienen importancia, eso es Guerrero, y así serán las próximas contiendas electorales hasta llegar a la sucesión presidencial de 2012.
Han quedado en el olvido la política, los partidos y los proyectos, cuando expresaban diferencias, cuando las siglas de un partido abrían la posibilidad de imaginar cambios, cuando elegir representantes tenía sentido porque el voto ciudadano se sumaba a otros miles para hacer políticas públicas y resolver problemas importantes. Alguna vez existió la idea de que la alternancia hacía cambios, porque había diferencias importantes si ganaba la oposición o si continuaba el mismo partido en el poder. Esa perspectiva se fue diluyendo y quedó como una utopía.
En su lugar, nos llenamos de comicios que cada día son más sucios, con competencias donde predominan los intereses fácticos y los medios masivos en la política partidista y en sus candidatos. Poco a poco, la alternancia se generalizó, pero sus resultados dejaron espacios muy similares, incluso, en ocasiones, más deteriorados que antes de la alternancia. Se privilegió el pragmatismo, siempre sano en la vida política, pero al extremo de que hizo irreconocible las diferencias entre candidatos, partidos y proyectos. El que estaba en un partido y no obtenía una candidatura al día siguiente era el candidato en otro partido; el intercambio de candidatos se volvió moneda común. Cada día se agudiza más este fenómeno que podemos denominar transpolítica. Políticos intercambiables para mantener el juego de privilegios de los que ganan, independientemente de quién ocupe los cargos.
Así, con mucho dinero público, acceso a radio y televisión y con árbitros a modo, los partidos y sus élites desplegaron el juego de la política como reparto de privilegios, altos salarios y pocos mecanismos para rendir cuentas. El único factor que interrumpe ese juego son las elecciones, momentos en que cada tres o seis años hay que convencer a los electores de que el reparto del pastel es para todos. Para ello se usan los recursos públicos disponibles, porque para la mitad de los electores su condición ciudadana se encuentra muy vulnerable y los hace parte de la ingeniería del clientelismo, de los intercambios de votos por apoyos: el espacio de las despensas, los materiales de construcción, las promesas de incorporación a los programas sociales y la latosa obligación de prestar la credencial de elector, asistir al mitin, ir al desayuno y luego pasar lista para votar en una casilla.
Las caras de los candidatos enmarcadas en los colores de los partidos y las coaliciones no hacen prácticamente ninguna diferencia. Si el juego era entre Manuel Añorve o Ángel Heladio Aguirre, sabemos que ambos vienen del mismo origen, el PRI, pero ahora uno trae la cachucha de sus viejos rivales perredistas. Los partidos forman coaliciones que adoptan nombres y consignas y así llegan al elector. En este caso fueron: “Guerrero nos Une”, frente a la otra coalición que se llamó “Tiempos Mejores para Guerrero”; cada una podría ser título de alguna telenovela. Pero la realidad de ese estado es que se encuentra en el sótano del desarrollo nacional, con indicadores que lo ubican en el sitio 30 de los estados del país, y no se puede dar el lujo de seguir perdiendo el tiempo en un juego político de promesas sexenales y limitados resultados.
El domingo pasado ganó Ángel Aguirre, y el PRD retiene el gobierno del estado, pero hay que esperar a ver qué sucede con la agenda de gobierno. Es probable que esta elección termine impugnada en el tribunal, como ya lo ha anunciado el PRI. Sin embargo, será difícil anularla porque hay una diferencia de más de 158 mil votos, más de 13%. Así termina una elección donde hubo de todo lo que acompaña estos procesos, desde intercambio de candidatos, violencia, golpes y un asesinato, pasando por el uso de expedientes judiciales y la acusación de dinero sucio en las campañas, hasta la declinación de un candidato. El domingo pasado Guerrero fue una primera probadita política del país…
Investigador del CIESAS
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