Francisco Suárez Dávila / El Universal
In memoriam Humberto Murrieta
Los ríos de tinta que han corrido sobre el affaire Cassez y las imprudentes declaraciones de altos funcionarios del gobierno estadounidense, han hecho que la opinión pública voltee la atención hacia la política exterior mexicana, que había sido relegada. Es evidente que hay amenazas reales a nuestra soberanía, provenientes tanto del exterior, como del interior. Los eventos recientes han evidenciado una política reactiva y errática. Se requiere configurar una política exterior de Estado frente a estas amenazas, no una que a veces se torna “bananera”.
Frente a Francia, la defensa del gobierno mexicano ha sido deficiente. Se ha concentrado en la forma, en el procedimiento jurídico, con sus serias fallas. Su fuerza está en el fondo, que sustentó el último fallo judicial: ¡Cassez es cómplice amante del líder de una banda que ha perpetrado varios secuestros! ¡El punto a defender, ante Francia y ante el mundo, es que Sarkozy protege a una criminal secuestradora! No sólo el gobierno, la activa sociedad civil mexicana agraviada reclama que se aplique la justicia aquí.
Francia es un gran país y tiene una diplomacia prestigiada con figuras como Talleyrand o De Gaulle. Sarkozy regresa a los nefastos precedentes de la “guerra de los pasteles”. Diplomacia bravucona ante casos individuales, pero paralizada —como toda Europa— ante las grandes convulsiones y matanzas del mundo árabe. Es un acto indigno subordinar la vasta relación con México, sabotear el rico intercambio cultural por la defensa de una delincuente, para elevar su muy caída popularidad electoral, incitando las bajas pasiones chauvinistas de los franceses. ¿Qué gobierno procede así? El de Sarkozy, que tomó la decisión inicua de expulsar a los gitanos y que, por su interferencia política en los procesos judiciales, ha provocado una insólita manifestación de protesta de su judicatura. La ínclita canciller Alliot-Marie, su vocera, acaba de ser acusada por la oposición de contubernio con el dictador depuesto Ben Alí de Túnez. Por realizar un viaje vacacional a ese país con sus padres, hacer negocios con un empresario vinculado con el régimen y usar su avión, ¡porque “se lo encontró” en el aeropuerto!
Después de desatinos y enredos, digna decisión del gobierno de suspender el Año de México. Sensatas declaraciones de “llevar el asunto hasta donde quiera Francia”. Bien articulada la defensa de la comunidad cultural francesa y mexicana, y destacadamente la de Carlos Fuentes.
Hay deficiencias similares en cuanto al debate de seguridad con Estados Unidos. El Estado mexicano ha sido incapaz de demostrar, ante la opinión pública estadounidense, que su país no ha hecho nada para controlar la demanda de drogas, sus redes de distribución internas. ¿Qué capo o funcionario estadounidense coludido ha sido arrestado? ¿No hay? Tampoco actúa contra el flujo de “armas de asalto” con que ahora matan a sus agentes o hieren a sus congresistas o para controlar el lavado de dinero que manejan sus bancos. ¿Qué sucedería si, con la misma lógica, México determinara que se dedicará a controlar los flujos de droga internos, pero se desentenderá de los de exportación en los puntos fronterizos, donde se matan mexicanos, para hacerlo problema de la aduana estadounidense, tan hábil para poner muros contra las personas. O bien despenalizar aquí (igual que algunos estados de EU) la droga, como ellos legalizan las compras de armas de “asalto”? Si mandan más agentes, habrá riesgo de más muertes.
También estamos en la pasarela del Congreso de Estados Unidos por el Plan Mérida, para recibir una bicoca de menos de 200 millones de dólares para cacharros militares, condicionados a “meterse hasta la cocina” en nuestras instituciones. Trato a país bananero. México, gran país, puede declinar esta miserable ayuda y presentarse, no como limosnero, sino como un cliente comprador importante de armas y tecnología de punta, con mayor presupuesto a nuestro Ejército.
Pero hay fallas en esa política exterior en todos los ámbitos. Calderón no debió firmar la carta alentando la esperanza de arreglos con Sarkozy. ¿Por qué nos representa en la inauguración de la presidenta de Brasil un subsecretario? Perdemos espacios en Centroamérica. Hablamos de armas convencionales, cuando se discute desarme nuclear. ¿Qué aportamos en las reuniones de los BRIC? ¿Qué hará Calderón con la presidencia de la Cumbre del G-20 en México, en noviembre del 2012, a días de que entregue el poder (después de recibir la estafeta de su “amigo” Sarkozy). Institucionalmente la foto más cara de despedida rodeado por jefes de Estado. Nuestra política exterior mediocre, debe pasar de la pasividad reactiva o la ocurrencia, a una asignatura prioritaria con visión estratégica. ¡El Congreso y la sociedad deben involucrarse y exigir!
Ex subsecretario de Hacienda
In memoriam Humberto Murrieta
Los ríos de tinta que han corrido sobre el affaire Cassez y las imprudentes declaraciones de altos funcionarios del gobierno estadounidense, han hecho que la opinión pública voltee la atención hacia la política exterior mexicana, que había sido relegada. Es evidente que hay amenazas reales a nuestra soberanía, provenientes tanto del exterior, como del interior. Los eventos recientes han evidenciado una política reactiva y errática. Se requiere configurar una política exterior de Estado frente a estas amenazas, no una que a veces se torna “bananera”.
Frente a Francia, la defensa del gobierno mexicano ha sido deficiente. Se ha concentrado en la forma, en el procedimiento jurídico, con sus serias fallas. Su fuerza está en el fondo, que sustentó el último fallo judicial: ¡Cassez es cómplice amante del líder de una banda que ha perpetrado varios secuestros! ¡El punto a defender, ante Francia y ante el mundo, es que Sarkozy protege a una criminal secuestradora! No sólo el gobierno, la activa sociedad civil mexicana agraviada reclama que se aplique la justicia aquí.
Francia es un gran país y tiene una diplomacia prestigiada con figuras como Talleyrand o De Gaulle. Sarkozy regresa a los nefastos precedentes de la “guerra de los pasteles”. Diplomacia bravucona ante casos individuales, pero paralizada —como toda Europa— ante las grandes convulsiones y matanzas del mundo árabe. Es un acto indigno subordinar la vasta relación con México, sabotear el rico intercambio cultural por la defensa de una delincuente, para elevar su muy caída popularidad electoral, incitando las bajas pasiones chauvinistas de los franceses. ¿Qué gobierno procede así? El de Sarkozy, que tomó la decisión inicua de expulsar a los gitanos y que, por su interferencia política en los procesos judiciales, ha provocado una insólita manifestación de protesta de su judicatura. La ínclita canciller Alliot-Marie, su vocera, acaba de ser acusada por la oposición de contubernio con el dictador depuesto Ben Alí de Túnez. Por realizar un viaje vacacional a ese país con sus padres, hacer negocios con un empresario vinculado con el régimen y usar su avión, ¡porque “se lo encontró” en el aeropuerto!
Después de desatinos y enredos, digna decisión del gobierno de suspender el Año de México. Sensatas declaraciones de “llevar el asunto hasta donde quiera Francia”. Bien articulada la defensa de la comunidad cultural francesa y mexicana, y destacadamente la de Carlos Fuentes.
Hay deficiencias similares en cuanto al debate de seguridad con Estados Unidos. El Estado mexicano ha sido incapaz de demostrar, ante la opinión pública estadounidense, que su país no ha hecho nada para controlar la demanda de drogas, sus redes de distribución internas. ¿Qué capo o funcionario estadounidense coludido ha sido arrestado? ¿No hay? Tampoco actúa contra el flujo de “armas de asalto” con que ahora matan a sus agentes o hieren a sus congresistas o para controlar el lavado de dinero que manejan sus bancos. ¿Qué sucedería si, con la misma lógica, México determinara que se dedicará a controlar los flujos de droga internos, pero se desentenderá de los de exportación en los puntos fronterizos, donde se matan mexicanos, para hacerlo problema de la aduana estadounidense, tan hábil para poner muros contra las personas. O bien despenalizar aquí (igual que algunos estados de EU) la droga, como ellos legalizan las compras de armas de “asalto”? Si mandan más agentes, habrá riesgo de más muertes.
También estamos en la pasarela del Congreso de Estados Unidos por el Plan Mérida, para recibir una bicoca de menos de 200 millones de dólares para cacharros militares, condicionados a “meterse hasta la cocina” en nuestras instituciones. Trato a país bananero. México, gran país, puede declinar esta miserable ayuda y presentarse, no como limosnero, sino como un cliente comprador importante de armas y tecnología de punta, con mayor presupuesto a nuestro Ejército.
Pero hay fallas en esa política exterior en todos los ámbitos. Calderón no debió firmar la carta alentando la esperanza de arreglos con Sarkozy. ¿Por qué nos representa en la inauguración de la presidenta de Brasil un subsecretario? Perdemos espacios en Centroamérica. Hablamos de armas convencionales, cuando se discute desarme nuclear. ¿Qué aportamos en las reuniones de los BRIC? ¿Qué hará Calderón con la presidencia de la Cumbre del G-20 en México, en noviembre del 2012, a días de que entregue el poder (después de recibir la estafeta de su “amigo” Sarkozy). Institucionalmente la foto más cara de despedida rodeado por jefes de Estado. Nuestra política exterior mediocre, debe pasar de la pasividad reactiva o la ocurrencia, a una asignatura prioritaria con visión estratégica. ¡El Congreso y la sociedad deben involucrarse y exigir!
Ex subsecretario de Hacienda
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