sábado, 26 de febrero de 2011

LA ENCHILADA COMPLETA

Diego Petersen Farah / El Universal
Una de las cosas que define y definirá el siglo XXI es la migración. Es un fenómeno mundial resultado del sistema económico. Mientras exista concentración de capital, y no se ve manera de que eso cambie, habrá migración. Pretender un sistema de libre flujo de capitales, bienes y servicios sin un libre flujo de mano de obra es como pedir un hot dog sin salchicha. Hay quienes lo piden, pero no por ello deja de ser absurdo. Hay quienes pueden imponer por su posición de poder la condición del absurdo, como nuestros vecinos del norte, pero eso no le quita lo absurdo.
Como México ha sido tradicionalmente un expulsor de mano de obra, un país de emigrantes, nos cuesta trabajo aceptar que ahora somos también, por diversos motivos, receptor de inmigraciones. El principal sigue siendo el paso hacia Estados Unidos. Somos un territorio de tránsito, pero no nada más. Así como nos costó mucho trabajo entender (y a juzgar por los discursos políticos hay quien todavía no lo entiende) que dejamos de ser un país de paso de la droga para convertirnos en un país consumidor, también dejamos de ser un país exclusivamente de paso de migrantes para convertirnos en un país receptor. Hay dos tipos de migrantes en México: los que se atoran en la frontera norte y no pueden o no quieren regresar a su país de origen, y los que tienen como destino México. Sí, en el subcontinente de los ciegos el tuerto es rey y para muchos centroamericanos las grandes ciudades mexicanas son destino.
Esta doble condición de país expulsor y receptor existe en muy pocos lugares del mundo. La nueva ley de migración es un gran paso en el reconocimiento de este fenómeno y, la cordura y la congruencia prevalecieron frente a los visiones persecutorias. Migrar no es un delito, es una condición de vida normalmente fruto de la injusticia; es también una condición cultural, un asunto de redes sociales (de las de verdad, no las virtuales); pero, sobre todo, es una condición económica.
No va a ser fácil para México en los próximos años esta doble condición. Ambos fenómenos, la emigración e inmigración tenderán a crecer con los efectos económicos y sociales que esto conlleva. Si realmente queremos garantizar la dignidad del migrante en su paso o en su llegada a México eso cuesta y no tardará en hacerse presente el debate de si debemos atender a los extranjeros cuando no podemos atender a los nacionales (nada distinto a lo que pasa en Estados Unidos). Por otro lado, el “empleador” que más crece en México es el crimen organizado, en todas sus facetas —narcotráfico, robo, extorsión, piratería—, y no serán pocos los migrantes que encuentren la oportunidad de trabajo justamente ahí, lo que derivará sin duda en persecuciones xenófobas (nada distinto a lo que pasa en Estados Unidos).
No hay hot dog sin salchicha, ni, parafraseando a Jorge Castañeda, enchilada completa sin chile.
Analista y escritor

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