Orlando Delgado Selley / Proceso
El más reciente reporte de la Oficina de Estadísticas del Trabajo de Estados Unidos informa que el mercado laboral en ese país empezó este año con medio millón de puestos menos respecto de los que tuvo en enero de 2000.
Los números, como advierte un estudio del Economic Policy Institute, atestiguan la magnitud de la crisis actual del mercado de trabajo, así como la enorme debilidad del crecimiento del empleo durante el ciclo expansivo de 2000-07.
El dato es verdaderamente impresionante: en 11 años, con una larga expansión y una crisis profunda pero de duración relativamente corta, esa economía ha perdido 500 mil puestos de trabajo.
Si nos concentramos solamente en el periodo crítico reciente, tenemos la siguiente imagen. Desde que inició la recesión en diciembre de 2007 hasta febrero de 2010, hace justamente un año, se perdieron en Estados Unidos 8.7 millones de empleos, de los que hasta enero de 2011 se habían recuperado sólo un millón.
De modo que siguen perdidos 7.7 millones de empleos.
Este dato, aunque es apabullante, subestima significativamente el impacto de la recesión, ya que si se considera el crecimiento de la población, tendríamos que se habrían requerido 3.7 millones de puestos de trabajo adicionales, lo que eleva a 11.4 millones el número de empleos que se necesitarían para estar en el nivel de desempleo previo a la recesión.
Hace cuatro meses, el responsable del Sistema de la Reserva Federal estadunidense, Ben Bernanke, haciéndose eco de la tragedia que significa el desempleo, informó al mundo que como su economía estaba recuperándose más lentamente de lo esperado --afectando directamente la posibilidad de que los millones de trabajadores sin empleo pudieran volver al trabajo-- , la FED había decidido instrumentar “acciones no convencionales”, consistentes en inyectarle a la economía de Estados Unidos unos 600 mil millones de dólares.
Esta cantidad se dosificaría en ocho partes, cada una de 75 mil millones, los que se introducirían mensualmente a través de compras de bonos de largo plazo que se venden en el mercado de dinero.
El anuncio provocó fuertes reacciones de casi todos los gobiernos del mundo. La razón era que esa medida heterodoxa de la Reserva Federal le daría a las empresas financieras estadunidenses liquidez, ya que ellas recibirían el dinero porque serían quienes venderían a la FED los bonos de largo plazo.
Con ese dinero en la mano, los bancos buscarían dónde invertirlo. En su maltrecha economía, con tasas cercanas a cero, no lo colocarían, sino que buscarían rendimientos más jugosos, los que encontrarían, como era de esperarse, en mercados financieros de los países emergentes de cualquier lugar del mundo.
De esta forma, el dinero creado por la FED para estimular su economía se movería hacia otros países.
Sabemos por experiencia propia que eso ha sido exactamente lo que ha pasado. Miles de millones de dólares se han dirigido a comprar Cetes y otros títulos de deuda gubernamental en México, o el equivalente en Chile, Colombia, India, etcétera.
Los impactos de esas entradas de “capitales golondrinos” sobre los tipos de cambio también los conocemos: nuestro peso se mantiene en un poco más de 12 por dólar. Lo que no sabemos es si la medida ha estado funcionando para la economía estadunidense. Dos serían los factores a considerar, el crecimiento de la economía y, el más importante, la creación masiva de nuevos empleos que permitan ir reduciendo con firmeza el enorme número de personas en paro, lo que permite valorar el efecto social de estas medidas.
Con la información de enero de 2011 puede concluirse que para alcanzar la tasa de desempleo que se tenía antes de la recesión, haría falta que el mercado de trabajo añadiera 285 mil nuevos empleos durante 60 meses consecutivos. Esto no está ocurriendo.
De octubre a diciembre pasado, los nuevos trabajos creados han sido un poco más de 130 mil mensuales.
Y enero fue un mes complicado en el que se crearon apenas 36 mil trabajos. Así que pese a la medida monetaria excepcional decidida e instrumentada por la FED, el mercado de trabajo estadunidense evoluciona muy por debajo de lo estimado y más todavía por debajo de lo que se necesita.
En estos meses en los que el mercado de dinero ha recibido puntualmente su medicina de 75 mil millones de dólares, la reacción del mercado de trabajo ha sido crear apenas 426 mil empleos, cuando debería crear un millón 425 mil empleos sólo para recuperar en cinco años la situación pre-crisis.
De modo que la recuperación del mercado de trabajo se alargará en el tiempo a poco menos de seis años. No ha ocurrido lo mismo con el desempeño general de la economía. En el cuarto trimestre hubo un crecimiento de 3.2%, superando el 2.6% del tercer trimestre, lo que indica una cierta aceleración.
La información sobre ingreso y gasto personal da cuenta de ligerísimos avances: el ingreso personal aumentó 0.5% en octubre y 0.4% en noviembre y diciembre, y el gasto personal lo hizo en 0.7%, 0.3% y 0.7%, respectivamente. De modo que la mejoría en las condiciones generales de la población en aquel país es apenas perceptible.
La economía se recupera, pero los ingresos y el trabajo de la mayoría no. Los beneficios del crecimiento son atrapados por unos cuantos y esto no puede resolverse con medidas monetarias, sino con decisiones y acciones fiscales. Decisiones que propone el presidente Barack Obama y que tendría que aprobarlas un Congreso dominado por republicanos.
Los desempleados no dejaran de estar en esa condición durante un largo tiempo. Así que probablemente habrá medidas monetarias heterodoxas adicionales, ante la incapacidad para hacer lo que realmente hace falta: aumentar el gasto dirigiéndolo directamente a crear empleo. Roosevelt lo hizo.
Comentarios: odselley@gmail.com
El más reciente reporte de la Oficina de Estadísticas del Trabajo de Estados Unidos informa que el mercado laboral en ese país empezó este año con medio millón de puestos menos respecto de los que tuvo en enero de 2000.
Los números, como advierte un estudio del Economic Policy Institute, atestiguan la magnitud de la crisis actual del mercado de trabajo, así como la enorme debilidad del crecimiento del empleo durante el ciclo expansivo de 2000-07.
El dato es verdaderamente impresionante: en 11 años, con una larga expansión y una crisis profunda pero de duración relativamente corta, esa economía ha perdido 500 mil puestos de trabajo.
Si nos concentramos solamente en el periodo crítico reciente, tenemos la siguiente imagen. Desde que inició la recesión en diciembre de 2007 hasta febrero de 2010, hace justamente un año, se perdieron en Estados Unidos 8.7 millones de empleos, de los que hasta enero de 2011 se habían recuperado sólo un millón.
De modo que siguen perdidos 7.7 millones de empleos.
Este dato, aunque es apabullante, subestima significativamente el impacto de la recesión, ya que si se considera el crecimiento de la población, tendríamos que se habrían requerido 3.7 millones de puestos de trabajo adicionales, lo que eleva a 11.4 millones el número de empleos que se necesitarían para estar en el nivel de desempleo previo a la recesión.
Hace cuatro meses, el responsable del Sistema de la Reserva Federal estadunidense, Ben Bernanke, haciéndose eco de la tragedia que significa el desempleo, informó al mundo que como su economía estaba recuperándose más lentamente de lo esperado --afectando directamente la posibilidad de que los millones de trabajadores sin empleo pudieran volver al trabajo-- , la FED había decidido instrumentar “acciones no convencionales”, consistentes en inyectarle a la economía de Estados Unidos unos 600 mil millones de dólares.
Esta cantidad se dosificaría en ocho partes, cada una de 75 mil millones, los que se introducirían mensualmente a través de compras de bonos de largo plazo que se venden en el mercado de dinero.
El anuncio provocó fuertes reacciones de casi todos los gobiernos del mundo. La razón era que esa medida heterodoxa de la Reserva Federal le daría a las empresas financieras estadunidenses liquidez, ya que ellas recibirían el dinero porque serían quienes venderían a la FED los bonos de largo plazo.
Con ese dinero en la mano, los bancos buscarían dónde invertirlo. En su maltrecha economía, con tasas cercanas a cero, no lo colocarían, sino que buscarían rendimientos más jugosos, los que encontrarían, como era de esperarse, en mercados financieros de los países emergentes de cualquier lugar del mundo.
De esta forma, el dinero creado por la FED para estimular su economía se movería hacia otros países.
Sabemos por experiencia propia que eso ha sido exactamente lo que ha pasado. Miles de millones de dólares se han dirigido a comprar Cetes y otros títulos de deuda gubernamental en México, o el equivalente en Chile, Colombia, India, etcétera.
Los impactos de esas entradas de “capitales golondrinos” sobre los tipos de cambio también los conocemos: nuestro peso se mantiene en un poco más de 12 por dólar. Lo que no sabemos es si la medida ha estado funcionando para la economía estadunidense. Dos serían los factores a considerar, el crecimiento de la economía y, el más importante, la creación masiva de nuevos empleos que permitan ir reduciendo con firmeza el enorme número de personas en paro, lo que permite valorar el efecto social de estas medidas.
Con la información de enero de 2011 puede concluirse que para alcanzar la tasa de desempleo que se tenía antes de la recesión, haría falta que el mercado de trabajo añadiera 285 mil nuevos empleos durante 60 meses consecutivos. Esto no está ocurriendo.
De octubre a diciembre pasado, los nuevos trabajos creados han sido un poco más de 130 mil mensuales.
Y enero fue un mes complicado en el que se crearon apenas 36 mil trabajos. Así que pese a la medida monetaria excepcional decidida e instrumentada por la FED, el mercado de trabajo estadunidense evoluciona muy por debajo de lo estimado y más todavía por debajo de lo que se necesita.
En estos meses en los que el mercado de dinero ha recibido puntualmente su medicina de 75 mil millones de dólares, la reacción del mercado de trabajo ha sido crear apenas 426 mil empleos, cuando debería crear un millón 425 mil empleos sólo para recuperar en cinco años la situación pre-crisis.
De modo que la recuperación del mercado de trabajo se alargará en el tiempo a poco menos de seis años. No ha ocurrido lo mismo con el desempeño general de la economía. En el cuarto trimestre hubo un crecimiento de 3.2%, superando el 2.6% del tercer trimestre, lo que indica una cierta aceleración.
La información sobre ingreso y gasto personal da cuenta de ligerísimos avances: el ingreso personal aumentó 0.5% en octubre y 0.4% en noviembre y diciembre, y el gasto personal lo hizo en 0.7%, 0.3% y 0.7%, respectivamente. De modo que la mejoría en las condiciones generales de la población en aquel país es apenas perceptible.
La economía se recupera, pero los ingresos y el trabajo de la mayoría no. Los beneficios del crecimiento son atrapados por unos cuantos y esto no puede resolverse con medidas monetarias, sino con decisiones y acciones fiscales. Decisiones que propone el presidente Barack Obama y que tendría que aprobarlas un Congreso dominado por republicanos.
Los desempleados no dejaran de estar en esa condición durante un largo tiempo. Así que probablemente habrá medidas monetarias heterodoxas adicionales, ante la incapacidad para hacer lo que realmente hace falta: aumentar el gasto dirigiéndolo directamente a crear empleo. Roosevelt lo hizo.
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