Magdalena Galindo / Revista Siempre
La posibilidad de una fuga masiva de capitales de la Bolsa Mexicana de Valores fue señalada la semana pasada, por el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens. Al mismo tiempo, los medios dieron cuenta de la revaluación del peso, que llegó a su nivel más alto en por lo menos 28 meses. La razón de esa apreciación de la moneda mexicana ha sido el ingreso extraordinario de inversión extranjera que se ha colocado en la Bolsa: en el mercado accionario, nada menos que 31 mil 658.6 millones de dólares, y en el mercado de dinero, esto es, en bonos emitidos por el gobierno federal, casi 13 mil 500 millones de dólares, lo que suma un total de 45 mil millones de dólares que han ingresado al país durante los últimos cinco meses. Como salta a la vista, se trata de capitales especulativos que vienen buscando beneficiarse con la mayor tasa de interés que se paga en México, (en general en los mercados emergentes) en comparación con las tasas prevalecientes en los países hegemónicos, que en medio de la crisis y para estimular la actividad económica, las han reducido casi a cero. Basta mencionar que en Estados Unidos la tasa de fondos federales del Banco de la Reserva Federal está en 0.18 por ciento, mientras los Certificados de la Tesorería de la Federación de México, los Cetes, están remunerando con una tasa de 4.04 por ciento.
No es sólo Carstens quien ha advertido la posibilidad de una fuga; antes, su admirado Fondo Monetario Internacional había llamado la atención sobre lo que caracterizó como una “burbuja de precios” en el mercado accionario mexicano, ocasionada por el ingreso masivo de capitales durante los últimos meses, que podía ser seguida por una fuga de capitales; comentó enseguida que otros países emergentes podían estar en situación semejante y mencionó, además de México, a Chile y Colombia, y en un segundo plano a Hong Kong, India y Perú. La metáfora de las burbujas para describir el comportamiento del mercado financiero es adecuada, porque en efecto se trata de alzas que en realidad están formadas por aire y que, como las burbujas de jabón, suelen estallar a la menor provocación. No obstante, al revés de las de agua, cuyo estallido no ocasiona ningún daño, las burbujas financieras, al desaparecer (siempre por una estampida de los capitales) suelen arrastrar a la economía real y generar crisis que desembocan en el desempleo y la caída de los niveles de vida de la población. Por esas posibles consecuencias, es por lo que el FMI y su ex empleado Carstens, han dado la voz de alarma.
En general, puede afirmarse que la inversión extranjera, que puede en lo inmediato parecer un respiro para las economías, finalmente siempre genera una descapitalización a través de la remisión de utilidades. Si esto sucede con la inversión directa en la producción, el caso de las inversiones de cartera es todavía peor, ya que en cualquier momento, ante el menor signo de inestabilidad o bien porque descubran mayores tasas en otro sitio, salen abruptamente del país. La Bolsa Mexicana de Valores opera en pesos, de manera que cuando ingresan los capitales hay un cambio masivo de dólares por pesos, o dicho de otra manera, se presenta una gran demanda de pesos, de manera que nuestra moneda se aprecia, así hoy sólo tienen que pagarse menos de doce pesos por cada dólar, mientras hace unos meses había que entregar 15 pesos. Pero en el momento de la fuga se realiza la operación contraria: los capitales que se retiran de la Bolsa se cambian a dólares para invertirse en otros países y entonces viene la devaluación del peso.
En este panorama es realmente preocupante que los bonos emitidos por el gobierno federal, que en principio constituyen una deuda interna, hayan sido adquiridos en un porcentaje significativo por inversionistas extranjeros, o sea alrededor de 13 mil 500 millones de dólares sólo en fechas recientes, de modo que mientras en junio de 2009, los capitalistas foráneos poseían 260 mil millones de pesos de la deuda pública interna, para enero de 2011 ya detentaban 642 mil 414 millones, es decir, un aumento de 146.72 por ciento. El hecho de que tanta cantidad de la deuda interna esté en manos extranjeras, significa que en realidad se trata de una deuda externa disfrazada de interna, ya que en el momento que esos capitalistas decidan vender sus bonos, habrá que echar mano de las reservas de divisas, ya que ellos no pueden invertir en pesos en otros países, sino necesitan dólares o euros.
En última instancia, se trata de una manifestación más del casino en que se ha convertido la economía internacional, sólo que al revés de los casinos tradicionales, no es la casa la que siempre gana, sino son los jugadores, los especuladores, los que sacan ventajas de las tasas de interés y las burbujas del mercado financiero, mientras la casa, en este caso México, siempre termina perdiendo a la larga o a la corta.
La posibilidad de una fuga masiva de capitales de la Bolsa Mexicana de Valores fue señalada la semana pasada, por el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens. Al mismo tiempo, los medios dieron cuenta de la revaluación del peso, que llegó a su nivel más alto en por lo menos 28 meses. La razón de esa apreciación de la moneda mexicana ha sido el ingreso extraordinario de inversión extranjera que se ha colocado en la Bolsa: en el mercado accionario, nada menos que 31 mil 658.6 millones de dólares, y en el mercado de dinero, esto es, en bonos emitidos por el gobierno federal, casi 13 mil 500 millones de dólares, lo que suma un total de 45 mil millones de dólares que han ingresado al país durante los últimos cinco meses. Como salta a la vista, se trata de capitales especulativos que vienen buscando beneficiarse con la mayor tasa de interés que se paga en México, (en general en los mercados emergentes) en comparación con las tasas prevalecientes en los países hegemónicos, que en medio de la crisis y para estimular la actividad económica, las han reducido casi a cero. Basta mencionar que en Estados Unidos la tasa de fondos federales del Banco de la Reserva Federal está en 0.18 por ciento, mientras los Certificados de la Tesorería de la Federación de México, los Cetes, están remunerando con una tasa de 4.04 por ciento.
No es sólo Carstens quien ha advertido la posibilidad de una fuga; antes, su admirado Fondo Monetario Internacional había llamado la atención sobre lo que caracterizó como una “burbuja de precios” en el mercado accionario mexicano, ocasionada por el ingreso masivo de capitales durante los últimos meses, que podía ser seguida por una fuga de capitales; comentó enseguida que otros países emergentes podían estar en situación semejante y mencionó, además de México, a Chile y Colombia, y en un segundo plano a Hong Kong, India y Perú. La metáfora de las burbujas para describir el comportamiento del mercado financiero es adecuada, porque en efecto se trata de alzas que en realidad están formadas por aire y que, como las burbujas de jabón, suelen estallar a la menor provocación. No obstante, al revés de las de agua, cuyo estallido no ocasiona ningún daño, las burbujas financieras, al desaparecer (siempre por una estampida de los capitales) suelen arrastrar a la economía real y generar crisis que desembocan en el desempleo y la caída de los niveles de vida de la población. Por esas posibles consecuencias, es por lo que el FMI y su ex empleado Carstens, han dado la voz de alarma.
En general, puede afirmarse que la inversión extranjera, que puede en lo inmediato parecer un respiro para las economías, finalmente siempre genera una descapitalización a través de la remisión de utilidades. Si esto sucede con la inversión directa en la producción, el caso de las inversiones de cartera es todavía peor, ya que en cualquier momento, ante el menor signo de inestabilidad o bien porque descubran mayores tasas en otro sitio, salen abruptamente del país. La Bolsa Mexicana de Valores opera en pesos, de manera que cuando ingresan los capitales hay un cambio masivo de dólares por pesos, o dicho de otra manera, se presenta una gran demanda de pesos, de manera que nuestra moneda se aprecia, así hoy sólo tienen que pagarse menos de doce pesos por cada dólar, mientras hace unos meses había que entregar 15 pesos. Pero en el momento de la fuga se realiza la operación contraria: los capitales que se retiran de la Bolsa se cambian a dólares para invertirse en otros países y entonces viene la devaluación del peso.
En este panorama es realmente preocupante que los bonos emitidos por el gobierno federal, que en principio constituyen una deuda interna, hayan sido adquiridos en un porcentaje significativo por inversionistas extranjeros, o sea alrededor de 13 mil 500 millones de dólares sólo en fechas recientes, de modo que mientras en junio de 2009, los capitalistas foráneos poseían 260 mil millones de pesos de la deuda pública interna, para enero de 2011 ya detentaban 642 mil 414 millones, es decir, un aumento de 146.72 por ciento. El hecho de que tanta cantidad de la deuda interna esté en manos extranjeras, significa que en realidad se trata de una deuda externa disfrazada de interna, ya que en el momento que esos capitalistas decidan vender sus bonos, habrá que echar mano de las reservas de divisas, ya que ellos no pueden invertir en pesos en otros países, sino necesitan dólares o euros.
En última instancia, se trata de una manifestación más del casino en que se ha convertido la economía internacional, sólo que al revés de los casinos tradicionales, no es la casa la que siempre gana, sino son los jugadores, los especuladores, los que sacan ventajas de las tasas de interés y las burbujas del mercado financiero, mientras la casa, en este caso México, siempre termina perdiendo a la larga o a la corta.
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