La reunión del Consejo de Seguridad para estudiar posibles sanciones económicas concluye sin acuerdo y continuará hoy
ANTONIO CAÑO / EL PAÍS
La aplicación de sanciones económicas, especialmente la suspensión de las actividades de las compañías de petróleo que operan en Libia, se perfilaba ayer como una de las medidas que la Administración norteamericana y otros Gobiernos del mundo pueden considerar como respuesta a la decisión de Muamar el Gadafi de ahogar en sangre las protestas contra su régimen en Libia. Las dudas, sin embargo, impiden todavía la actuación urgente que la situación requiere.
Una iniciativa en ese sentido fue solicitada públicamente por el presidente del comité de Relaciones Exteriores, John Kerry, y está siendo considerada también por algunos miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, que se reunió en Nueva York para discutir los medios para evitar una matanza aún mayor en Libia, aunque finalizó sin acuerdo y tiene previsto continuar este miércoles.
Kerry, que colabora estrechamente con la Administración en los asuntos de política internacional y ha cumplido varias misiones para Barack Obama en ese terreno, manifestó en un comunicado que las empresas petroleras deberían interrumpir todos sus negocios en Libia "hasta que cese la violencia contra civiles".
El excandidato presidencial demócrata propuso también que "Obama debería reimponer las sanciones económicas" que fueran levantadas en 2004 por el anterior presidente norteamericano, George Bush, tras un acuerdo, el año anterior, por el que el régimen de Gadafi se comprometía a no exportar el terrorismo ni producir armas nucleares. En 2005 las principales petroleras estadounidense regresaron a Libia, donde operan también la mayoría de las grandes empresas internacionales de ese sector.
Libia produce actualmente alrededor de 1,6 millones de barriles de petróleo al día. Estados Unidos, el mayor importador del mundo, no recibe petróleo de ese país pero varias compañías norteamericanas tienen contratos con el Gobierno libio para la extracción y la exploración de las reservas de Libia, que ocupa el séptimo lugar en el ranking de la OPEC.
El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, dijo que la propuesta de Kerry estaba siendo revisada pero que "de momento lo más importante es detener el derramamiento de sangre". Por lo que respecta al Consejo de Seguridad, sus miembros solo pudieron ayer redactar una modesta declaración de condena de la represión y exigir a las autoridades libias "que pongan alto de inmediato a la violencia". Fuentes diplomáticas citadas por la cadena CNN dijeron que Rusia y China son reacios a actuar de inmediato.
Para Estados Unidos, que, a diferencia de los casos de Egipto o Bahréin, carece de instrumentos directos de presión sobre Gadafi, tan arriesgado es involucrarse en exceso como quedarse al margen. Aunque no importa petróleo libio, Estados Unidos sufre más que nadie las consecuencias del aumento del precio que está experimentando el crudo como consecuencia de ese conflicto. Por lo cual, es el más interesado en encontrarle una solución lo antes posible. Pero, al mismo tiempo, Libia no está dentro de lo que se considera la esfera de influencia norteamericana. Es más un problema de Europa y del resto del mundo árabe. Y, en ese sentido, no quiere asumir un protagonismo que rápidamente dé excusa a argumentos antiamericanos.
"Queremos trabajar con la comunidad internacional de forma que la comunidad internacional hable con una sola voz en la condena de la violencia. Creemos que, en la medida en que la comunidad internacional hable con una sola voz, será más eficaz", declaró Carney.
Obama, que ayer no se refirió a la situación en Libia en un discurso sobre la economía pronunciado en Cleveland, no se ha pronunciado aún personalmente sobre esa crisis desde que viernes pasado emitió un comunicado condenando la violencia en Bahrein, Yemen y Libia.
En algún momento tendrá que hacerlo, pero este no es un caso como el de Egipto o Bahréin en el que pueda telefonear al presidente correspondiente e influir en los acontecimientos. Las vías de comunicación con Libia están cortadas. Incluso el embajador libio en Washington ha dimitido. La única carta en las manos de Obama es la de actuar con acciones de represalias, y éstas están fuertemente condicionadas por su dificultad y su eficacia. Las sanciones económicas, como se está pensando en estos momentos, pueden tener un valor moral pero tardarían en hacer verdadero daño al régimen. Otras acciones que se sugieren, como el bloqueo militar de Libia, exigen un esfuerzo y un grado de consenso internacional que, por el momento, no las hacen muy probables.
ANTONIO CAÑO / EL PAÍS
La aplicación de sanciones económicas, especialmente la suspensión de las actividades de las compañías de petróleo que operan en Libia, se perfilaba ayer como una de las medidas que la Administración norteamericana y otros Gobiernos del mundo pueden considerar como respuesta a la decisión de Muamar el Gadafi de ahogar en sangre las protestas contra su régimen en Libia. Las dudas, sin embargo, impiden todavía la actuación urgente que la situación requiere.
Una iniciativa en ese sentido fue solicitada públicamente por el presidente del comité de Relaciones Exteriores, John Kerry, y está siendo considerada también por algunos miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, que se reunió en Nueva York para discutir los medios para evitar una matanza aún mayor en Libia, aunque finalizó sin acuerdo y tiene previsto continuar este miércoles.
Kerry, que colabora estrechamente con la Administración en los asuntos de política internacional y ha cumplido varias misiones para Barack Obama en ese terreno, manifestó en un comunicado que las empresas petroleras deberían interrumpir todos sus negocios en Libia "hasta que cese la violencia contra civiles".
El excandidato presidencial demócrata propuso también que "Obama debería reimponer las sanciones económicas" que fueran levantadas en 2004 por el anterior presidente norteamericano, George Bush, tras un acuerdo, el año anterior, por el que el régimen de Gadafi se comprometía a no exportar el terrorismo ni producir armas nucleares. En 2005 las principales petroleras estadounidense regresaron a Libia, donde operan también la mayoría de las grandes empresas internacionales de ese sector.
Libia produce actualmente alrededor de 1,6 millones de barriles de petróleo al día. Estados Unidos, el mayor importador del mundo, no recibe petróleo de ese país pero varias compañías norteamericanas tienen contratos con el Gobierno libio para la extracción y la exploración de las reservas de Libia, que ocupa el séptimo lugar en el ranking de la OPEC.
El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, dijo que la propuesta de Kerry estaba siendo revisada pero que "de momento lo más importante es detener el derramamiento de sangre". Por lo que respecta al Consejo de Seguridad, sus miembros solo pudieron ayer redactar una modesta declaración de condena de la represión y exigir a las autoridades libias "que pongan alto de inmediato a la violencia". Fuentes diplomáticas citadas por la cadena CNN dijeron que Rusia y China son reacios a actuar de inmediato.
Para Estados Unidos, que, a diferencia de los casos de Egipto o Bahréin, carece de instrumentos directos de presión sobre Gadafi, tan arriesgado es involucrarse en exceso como quedarse al margen. Aunque no importa petróleo libio, Estados Unidos sufre más que nadie las consecuencias del aumento del precio que está experimentando el crudo como consecuencia de ese conflicto. Por lo cual, es el más interesado en encontrarle una solución lo antes posible. Pero, al mismo tiempo, Libia no está dentro de lo que se considera la esfera de influencia norteamericana. Es más un problema de Europa y del resto del mundo árabe. Y, en ese sentido, no quiere asumir un protagonismo que rápidamente dé excusa a argumentos antiamericanos.
"Queremos trabajar con la comunidad internacional de forma que la comunidad internacional hable con una sola voz en la condena de la violencia. Creemos que, en la medida en que la comunidad internacional hable con una sola voz, será más eficaz", declaró Carney.
Obama, que ayer no se refirió a la situación en Libia en un discurso sobre la economía pronunciado en Cleveland, no se ha pronunciado aún personalmente sobre esa crisis desde que viernes pasado emitió un comunicado condenando la violencia en Bahrein, Yemen y Libia.
En algún momento tendrá que hacerlo, pero este no es un caso como el de Egipto o Bahréin en el que pueda telefonear al presidente correspondiente e influir en los acontecimientos. Las vías de comunicación con Libia están cortadas. Incluso el embajador libio en Washington ha dimitido. La única carta en las manos de Obama es la de actuar con acciones de represalias, y éstas están fuertemente condicionadas por su dificultad y su eficacia. Las sanciones económicas, como se está pensando en estos momentos, pueden tener un valor moral pero tardarían en hacer verdadero daño al régimen. Otras acciones que se sugieren, como el bloqueo militar de Libia, exigen un esfuerzo y un grado de consenso internacional que, por el momento, no las hacen muy probables.
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