viernes, 8 de octubre de 2010

LA ALIANZA PAN-PRD

José Fernández Santillán / El Universal
Lo que parecía insólito después de las elecciones federales de 2006 se ha vuelto una realidad, el PAN y el PRD se han aliado. Lejos quedaron los tiempos en que se gritaba a voz en cuello que había habido un descomunal fraude electoral y que el ascenso de Felipe Calderón era una verdadera y propia usurpación. Hoy parece que, por lo menos en la fracción que domina el PRD, los agravios han sido olvidados para dar paso a una postura más práctica: competir en algunos estados de la República de la mano con sus antiguos adversarios. El intento, a decir verdad, fructificó: se obtuvieron victorias en lugares como Oaxaca, Puebla y Sinaloa.
Animados por estos triunfos, panistas y perredistas están en pláticas por repetir la fórmula el próximo año, en el que estarán en juego seis gubernaturas, señaladamente, la del Estado de México que se ha convertido en “la madre de todas las elecciones”.
Lo que me interesa analizar aquí son las ganancias o pérdidas que le puede reportar a la izquierda mexicana esta vinculación con la derecha.
Por principio de cuentas quisiera señalar, contrariamente a lo que se ha sostenido, que no todos los acuerdos son, de suyo, democráticos. En la tradición del pensamiento político occidental están claramente definidas las fronteras entre lo que es un pacto de asociación (pactum societatis) y lo que es un pacto de sumisión (pactum subiectionis). En el primer caso, los participantes se tratan en un plano de igualdad para ventaja recíproca; en el segundo, los participantes establecen una relación de superior a inferior para beneficio de quien está en el poder. A mi parecer, la alianza entre el PAN y el PRD entra en este último caso, es decir, ganancia de la derecha y sumisión de parte de la izquierda.
Por lógica consecuencia, el acuerdo entre César Nava y Jesús Ortega ha profundizado las desavenencias en el seno de la izquierda mexicana. No todos los perredistas están de acuerdo en servir de soporte para que el PAN siga entronizado en el poder. La discordia se ha traducido en debilitamiento. Pleitos al interior y sumisión al exterior. Situación ideal para los enemigos de la izquierda mexicana.
Hemos llegado a tal punto en la degeneración de nuestra vida política, que ahora se considera superfluo evocar las definiciones ideológicas en la lucha política. En su lugar se ensalza el pragmatismo, el actuar con libertad, desprendidos de los incómodos corsés doctrinarios. De esta manera, supuestamente, se estará en mejores condiciones para alcanzar el éxito.
Pues bien, incluso si vemos las cosas de esta manera, el acuerdo entre el PRD y el PAN le va a salir muy caro a la izquierda porque, como se ven las cosas, llegará sin fuerza real a las elecciones del 2012 y todo por servir al contrincante.
Tengo para mí que parte de la crisis de la izquierda mexicana radica en la ausencia de un nuevo caudal de ideas y propuestas que la unifiquen y que le den identidad frente al electorado. El verdadero reto que enfrenta la izquierda es construir ese andamiaje ideológico que le dé rumbo y le permita competir con sus propias banderas en la contienda presidencial dentro de dos años. Si otras izquierdas en el mundo lo han logrado, no veo por qué nosotros no podamos hacerlo. En eso debería estar ocupada, es decir, en plantear una alternativa progresista ante la catástrofe que está viviendo el país.
Las ideas tienen consecuencias prácticas. También rinden buenos dividendos, por lo menos más que el puro pragmatismo.
Profesor de la Escuela de Humanidades del ITESM-CCM

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