sábado, 19 de mayo de 2012

¿ESTABILIDAD MACROECONÓMICA?


Guillermo Knochenhauer / El Financiero
Como candidato presidencial, Felipe Calderón se comprometió a cumplir tres objetivos: empleo, crecimiento económico y fortaleza macroeconómica. Durante su gobierno, igual que en el de Fox, hubo ingresos extraordinarios por altos precios del petróleo, a pesar de lo cual la deuda y el gasto público crecieron más que el empleo y la economía.
Aunque para todo mundo es claro, porque lo padece, el fracaso que es el estancamiento económico, la falta de empleos y la mala calidad en prestaciones y salarios de los que se han creado, pocos cuestionan la fortaleza macroeconómica.
El gobierno presume de ella por las elevadas reservas monetarias, un bajo déficit presupuestal y una deuda pública controlada. Dijo Calderón la semana pasada que "hoy en México tenemos 154 mil millones de dólares en las reservas del Banco de México, más 72 mil más disponibles para México en el Fondo Monetario. Es decir, tan sólo con nuestras propias reservas podríamos pagar más de dos veces de un solo golpe, toda la deuda externa del gobierno federal" (Milenio, 9 de mayo 2012).
Me encuentro en El Semanario, periódico digital, un artículo de Antonio Reyes que analiza algunos aspectos macroeconómicos y sostiene que no es cierto lo que presume el gobierno. Reyes fue secretario técnico de la Comisión Especial para Determinar las Causas del Bajo Financiamiento para el Desarrollo y del Elevado Monto de la Deuda Pública y sus Instrumentos, del Senado de la República.
Él analiza los registros de la deuda pública federal que llevan la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y el Banco de México. Ambas instituciones coinciden en que la deuda ha crecido más rápidamente que cualquier otro factor, aunque difieren en los saldos. El más realista es el del Banco de México.
El saldo que maneja la SHCP era de 4.4 billones de pesos en junio de 2011. Tal monto equivalía al 31.3 del PIB, cuando en 2006 correspondía al 18.4 por ciento del PIB.
El Banco de México incluye en sus cuentas otros pasivos, como los del Fobaproa-IPAB, el IMSS, los de Pemex, entre otros. Así llega al "Saldo de los Requerimientos Financieros" que a junio de 2011 equivalía al 35.4 por ciento del PIB, poco más de 4 por ciento arriba de lo que reconoce la SHCP, diferencia cuyo monto en pesos es de 600 mil millones.
La cifra del Banco de México tiene la ventaja de que es real, porque incluye todos los pasivos y obligaciones efectivos del sector público federal.
De la armonía con que se muevan el PIB, el gasto público y la deuda depende la salud fiscal de la economía. Durante los últimos 12 años en México, tanto el gasto público (Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF)) como los requerimientos financieros para cubrir la deuda pública total, han crecido más rápido que el PIB.
Sigo con Reyes como fuente. El PEF creció en 187 por ciento de 2000 a 2011, los requerimientos financieros lo hicieron en 167 por ciento y el PIB sólo aumentó 120 por ciento. Es decir, los últimos dos gobiernos han elevado su gasto a partir de mayor endeudamiento, no de mayores ingresos.
Hay que destacar el hecho del crecimiento del PEF menor al de la deuda durante esos mismos 12 años. El gasto aumentó 2.3 billones (a 3.7 billones este 2012) y los requerimientos financieros reales lo hicieron en más de 3.4 billones, a un total de 5.4 billones. Esto es, la deuda creció un millón de millones de pesos más que el gasto público, lo que significa que parte del nuevo endeudamiento se usa para pagar intereses de deuda anterior, como el Fobaproa y pasivos laborales.
El hecho es que el gobierno de Calderón contó con recursos extraordinarios del petróleo, con los del endeudamiento y hasta con ganancias por variaciones en la paridad monetaria, pero se sirvió con la cuchara grande e hizo crecer el gasto corriente en vez del de inversión, como debió hacer si hubiera querido honrar sus promesas.
Nuevamente estamos ante las promesas de campaña. Muchas de las del PAN y del PRI se basan en un gasto público mayor al realmente disponible, mientras que las del candidato de las izquierdas propone quitarle 600 mil millones de pesos a la corrupción.
Ninguno de los candidatos habla de elevar la recaudación de impuestos, pero en cuanto se enfrenten a la elevada deuda pública, a ingresos fiscales reducidos por la lenta marcha de la economía y a los compromisos de gasto que les hereda Calderón, tendrían que afrontar una reforma hacendaria a fondo.
Para hacerlo, el ganador necesitará un triunfo contundente, que le dé plena legitimidad política y saber aprovechar el bono democrático que le corresponderá, si gana de manera irrefutable.


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