Guillermo
Knochenhauer / El Financiero
Como
candidato presidencial, Felipe Calderón se comprometió a cumplir tres
objetivos: empleo, crecimiento económico y fortaleza macroeconómica. Durante su
gobierno, igual que en el de Fox, hubo ingresos extraordinarios por altos
precios del petróleo, a pesar de lo cual la deuda y el gasto público crecieron
más que el empleo y la economía.
Aunque para
todo mundo es claro, porque lo padece, el fracaso que es el estancamiento
económico, la falta de empleos y la mala calidad en prestaciones y salarios de
los que se han creado, pocos cuestionan la fortaleza macroeconómica.
El gobierno
presume de ella por las elevadas reservas monetarias, un bajo déficit
presupuestal y una deuda pública controlada. Dijo Calderón la semana pasada que
"hoy en México tenemos 154 mil millones de dólares en las reservas del
Banco de México, más 72 mil más disponibles para México en el Fondo Monetario.
Es decir, tan sólo con nuestras propias reservas podríamos pagar más de dos
veces de un solo golpe, toda la deuda externa del gobierno federal"
(Milenio, 9 de mayo 2012).
Me encuentro
en El Semanario, periódico digital, un artículo de Antonio Reyes que analiza
algunos aspectos macroeconómicos y sostiene que no es cierto lo que presume el
gobierno. Reyes fue secretario técnico de la Comisión Especial para Determinar
las Causas del Bajo Financiamiento para el Desarrollo y del Elevado Monto de la
Deuda Pública y sus Instrumentos, del Senado de la República.
Él analiza
los registros de la deuda pública federal que llevan la Secretaría de Hacienda
y Crédito Público y el Banco de México. Ambas instituciones coinciden en que la
deuda ha crecido más rápidamente que cualquier otro factor, aunque difieren en
los saldos. El más realista es el del Banco de México.
El saldo que
maneja la SHCP era de 4.4 billones de pesos en junio de 2011. Tal monto
equivalía al 31.3 del PIB, cuando en 2006 correspondía al 18.4 por ciento del
PIB.
El Banco de
México incluye en sus cuentas otros pasivos, como los del Fobaproa-IPAB, el
IMSS, los de Pemex, entre otros. Así llega al "Saldo de los Requerimientos
Financieros" que a junio de 2011 equivalía al 35.4 por ciento del PIB,
poco más de 4 por ciento arriba de lo que reconoce la SHCP, diferencia cuyo monto
en pesos es de 600 mil millones.
La cifra del
Banco de México tiene la ventaja de que es real, porque incluye todos los
pasivos y obligaciones efectivos del sector público federal.
De la
armonía con que se muevan el PIB, el gasto público y la deuda depende la salud
fiscal de la economía. Durante los últimos 12 años en México, tanto el gasto
público (Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF)) como los requerimientos
financieros para cubrir la deuda pública total, han crecido más rápido que el
PIB.
Sigo con
Reyes como fuente. El PEF creció en 187 por ciento de 2000 a 2011, los
requerimientos financieros lo hicieron en 167 por ciento y el PIB sólo aumentó
120 por ciento. Es decir, los últimos dos gobiernos han elevado su gasto a
partir de mayor endeudamiento, no de mayores ingresos.
Hay que
destacar el hecho del crecimiento del PEF menor al de la deuda durante esos
mismos 12 años. El gasto aumentó 2.3 billones (a 3.7 billones este 2012) y los
requerimientos financieros reales lo hicieron en más de 3.4 billones, a un
total de 5.4 billones. Esto es, la deuda creció un millón de millones de pesos
más que el gasto público, lo que significa que parte del nuevo endeudamiento se
usa para pagar intereses de deuda anterior, como el Fobaproa y pasivos
laborales.
El hecho es
que el gobierno de Calderón contó con recursos extraordinarios del petróleo,
con los del endeudamiento y hasta con ganancias por variaciones en la paridad
monetaria, pero se sirvió con la cuchara grande e hizo crecer el gasto
corriente en vez del de inversión, como debió hacer si hubiera querido honrar
sus promesas.
Nuevamente
estamos ante las promesas de campaña. Muchas de las del PAN y del PRI se basan
en un gasto público mayor al realmente disponible, mientras que las del
candidato de las izquierdas propone quitarle 600 mil millones de pesos a la
corrupción.
Ninguno de
los candidatos habla de elevar la recaudación de impuestos, pero en cuanto se
enfrenten a la elevada deuda pública, a ingresos fiscales reducidos por la
lenta marcha de la economía y a los compromisos de gasto que les hereda
Calderón, tendrían que afrontar una reforma hacendaria a fondo.
Para
hacerlo, el ganador necesitará un triunfo contundente, que le dé plena
legitimidad política y saber aprovechar el bono democrático que le corresponderá,
si gana de manera irrefutable.
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