viernes, 25 de mayo de 2012

HOLLANDE, ¿SALVADOR DE EUROPA?


Eugenio M. Recio / elEconomista.es


 
En la imagen, el socialista François Hollande.
Francia ha sido siempre una especie de contrapeso de Alemania en la historia de la Unión Europea. Esto se explica porque son dos países con culturas económicas muy distintas. En los años 50, cuando Alemania estrenaba su modelo de organización económica, que giraba sobre un libre mercado de competencia con garantías de cohesión social, y Francia diseñaba un modelo de planificación indicativa, que por cierto fue muy bien recibido en la época del franquismo.
Nuevamente aparecieron las divergencias cuando a finales de los 80 se empezó a negociar el Tratado de la Unión Europea (TUE), pues la RFA quiso incorporar su sistema al nuevo tratado, sorprendiéndose de que los franceses estuvieran a su favor, pero esto se debía a que pensaban que así podrían defender su planificación económica, al identificar erróneamente el sistema alemán con el EB vigente en Suecia. Y para terminar con otro hecho relevante, las divergencias aparecieron de nuevo cuando Mitterrand propuso a Kohl la creación de la Unión Monetaria y ante la reserva alemana sobre su viabilidad, si no había una Unión Política, Kohl tuvo que aceptar, lo que en parte explica algunos problemas actuales, ante la amenaza de que si no aceptaba la Unión propuesta Francia no accedería a la reunificación de las dos Alemanias.
Estas diferencias no se deben fundamentalmente a motivos ideológicos. Aunque en la reciente campaña electoral Hollande propuso algunos puntos controvertidos con la orientación actual de la política económica europea, Sarkozy planteó también algún tema muy querido por él, y radicalmente opuesto al modelo europeo, como la sumisión del BCE a los políticos. En Sarkozy, sin embargo, se ha podido constatar un cambio importante en estos últimos años, antes de que comenzara la campaña electoral, en el sentido de una mayor identificación con las orientaciones del europeísmo alemán.
¿Cuál será su posición?
Este tipo de conversiones no ha sido raro entre franceses destacados y quizás la más notable fue el cambio de Jacques Delors, cuando dejó de ser ministro de Economía en el Gobierno de Mitterrand, para convertirse en uno de los líderes que más han contribuido a la consolidación del proyecto europeo. ¿Podremos esperar lo mismo de Hollande? ¿Se integrará en la dinámica europea el nuevo presidente francés y tratará de sacar adelante su programa, respetando los límites establecidos en las últimas cumbres, en las que se ha hablado del crecimiento, o será un nuevo factor distorsionador en el remolino que agita la crisis europea?
Algunas personalidades alemanas, como el antiguo presidente del Parlamento Europeo, H.-G. Pöttering, así lo esperan. Pero a este optimismo se puede objetar que hay una parte importante de la opinión europea que piensa que el triunfo del socialista francés ofrece una magnífica oportunidad para reorientar la política dominante. Los líderes del centro-izquierda alemán e italiano sellaron el 17 de marzo con Hollande un pacto para "reconstruir Europa" y convertirse en alternativa de poder frente a la "austeridad sin crecimiento".
La propuesta más llamativa de Hollande, en su campaña electoral, es la exigencia de que se añada un anexo al Tratado sobre Estabilidad, Coordinación y Orientación, intencionalmente más conocido como pacto fiscal, para estimular el crecimiento económico. Por los comentarios que están apareciendo en los medios de comunicación da la impresión de que se desconocen los acuerdos que, a lo largo del 2010 y 2011, se han tomado con esta finalidad. Y, hace poco más de un año, en la cumbre celebrada el 24 y 25 de marzo se aprobó el Pacto por el Euro-Plus, según una propuesta germano-francesa que se llamó Pacto por la Competitividad, es decir: por el crecimiento.
Anteriormente en un Consejo Europeo en 2010 se aprobó la Estrategia Europea 2020, que consistía en un programa de acción y de reformas estructurales para la creación de empleo, mejora de la productividad y cohesión social. Y para ser más efectivos se estableció también el Semestre Europeo, inaugurado en el 2011, con el que se obligaba la Comisión Europea a presentar un Informe Anual de Crecimiento (IAC) en el que se establecerían las prioridades de política económica que se deberían afrontar en los próximos meses.
Si lo que pretendía Hollande era proponer instrumentos prácticos para hacer más efectivos esos programas sería una buena aportación siempre que no se trate de renunciar al objetivo de un crecimiento sostenible a largo plazo, que es lo que preocupa a la UE. En este sentido conviene tener presente que, a pesar de las objeciones que se hacen a la política alemana, sus resultados en creación de empleo, crecimiento y estabilidad fiscal y financiera no son comparables con los de Francia como lo reconocía recientemente el profesor de la Sorbona, H. Stark, afirmando que Alemania ha demostrado ser "el único país europeo que ha resistido la presión de la globalización, lo cual querrían conseguir también los franceses".
Concluimos, pues, que en esa contraposición de culturas económicas entre Francia y Alemania los resultados conseguidos no dejan lugar a dudas. Esto no excluye, sin embargo, que si el nuevo líder francés dinamizara el sistema, su respuesta a tanta expectativa no defraudaría, pero está por ver que esto vaya a suceder. El interrogante queda abierto.
Eugenio M. Recio, profesor honorario de ESADE.

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