jueves, 31 de mayo de 2012

#YoSoy132 y ENRIQUE KRAUZE


Por Adrián González Naveda / El Semanario Sin Límites

Enrique Krauze, y quienes piensan que el futuro y sobrevivencia de #yosoy132 radica en la capacidad que tenga de migrar a la arena política institucional, transmutando sus metas y alcances en la consecución del registro como partido político, no han sabido entender la real dimensión de este movimiento.
Seguir concibiendo a los partidos políticos como los titulares del ejercicio monopólico de la actividad política, amos y señores de la vida pública nacional, no sólo significa reconocer la profunda crisis de representatividad por la que actualmente atraviesa nuestro sistema, sino que en los hechos representa también  asumir una postura  de aquiescente resignación.
El problema no es uno que simplemente atañe a la escasez de oferta política en el espectro partidista nacional, el descontento social responde más bien al evidente distanciamiento entre la ciudadanía y una clase política que, siempre fiel al espíritu de facción, y adepta a pactos indecibles que garanticen su lucro político, ha logrado propiciar que los medios de comunicación tengan hoy la capacidad de condicionar la vida democrática del país, en claro detrimento de las libertades individuales de los ciudadanos.
#YoSoy132 surge a partir de la negación y la censura, de la contumaz postura de ciertos sectores dados a abrogar la libre manifestación de ideas. A partir de una válida y legítima expresión de reflexión política, en la Universidad Iberoamericana, se generó una andanada de intolerancia discursiva, acompañada de una ominosa parcialidad en el manejo de la información; actores políticos y supuestos adalides de la libertad de expresión sacando los dientes, desnudando los lastres de una incipiente democracia donde, ahora vemos, la libertad de pensamiento se maneja a contentillo.
Estos “demócratas”, que desde sus columnas o partidos políticos descalificaron a los estudiantes, llamándolos fascistas y orates, amparados por un derecho que impunemente le niegan a los demás, son testimonio vivo de que las libertades de los modernos siguen bajo permanente acoso.
Así nace #YoSoy132, como un movimiento que ante todo busca el empoderamiento ciudadano y la creación de ciudadanía, elementos sin los cuales es imposible hablar de una real democracia; un movimiento que exige la instauración de elementos democráticos sustantivos, abandonando la noción de que la participación del ciudadano se agota con el simple hecho de depositar el voto en la urna cada proceso electoral; un movimiento dispuesto a reivindicar y defender las conquistas democráticas y las libertades individuales; un movimiento conformado por individuos determinados a hacer valer su derecho-poder para contribuir en la elaboración de las normas colectivas. Resumidas, las tres exigencias básicas serían: A) que el proceso electoral sea transparente y claro, B) que el voto sea consciente e informado, y C) la democratización de los medios de comunicación.
Exigencias ciudadanas, exigencias hoy escamoteadas por un sistema que al hablar de democracia sólo alcanza a entender de higiene en la aritmética electoral. Son pues, demandas universales y apartidistas, orientadas a dimensionar nuestra lastimosa democracia nacional; el ciudadano como protagonista; el ciudadano como ciudadano, y no como cliente perpetuo de los partidos políticos y los medios de comunicación.
En este contexto, hablar de una eventual transición hacia la conformación de un instituto político resulta absurdo. Lo que los jóvenes están demandando no son espacios en la contienda política; no buscan ser considerados actores directos en la desmedida lucha por el poder.
En todo caso, si se tuvieran que asumir como algo, sería como damnificados electorales; una generación que después de 12 años se da cuenta de la fragilidad de una democracia descafeinada y de corto alcance, donde priva la simulación y los derechos a medias.
Proponer entonces que los jóvenes hagan un partido político, a partir de las graves carencias y omisiones que señalan, es similar a plantear que el Movimiento por la Paz y la Dignidad haga lo propio, para desde ahí exigir que el Estado garantice la seguridad. Lo que #YoSoy132 pone sobre la mesa no es una visión programática de gobierno, propia de una fuerza política, sino más bien la urgencia de considerar ciertas demandas como normas de carácter preceptivo, síntoma de la evolución del cuerpo social mexicano.
Por supuesto que es deseable materializar este ánimo ciudadano en instituciones u organismos perdurables, pero cimbrando al sistema, no simplemente asimilándose a él. Ha llegado el momento de considerar la real posibilidad de buscar un gran acuerdo nacional; los Pactos de Moncloa siguen siendo el referente. Independientemente de quien gane la elección, debemos entender que si no se logran consensos, entre todos los actores nacionales, con la ciudadanía como eje articulador, la actual crisis de legitimidad democrática sólo continuará agravándose.
Si bien es cierto que #YoSoy132 surge como un movimiento de jóvenes, las proclamas que abandera no pueden ser focalizadas como propias de un segmento poblacional; la democracia nos incumbe a todos, a jóvenes y no tan jóvenes. La horizontalidad y pluralidad de este movimiento demuestra el ánimo de inclusión; que nadie se sienta desplazado, la invitación es para todos. No la desaprovechemos.

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