Por: Eduardo Sánchez Hernández / El Universal
¿Qué hacer cuando te critican? ¿Cómo se debe actuar
ante quien te ataca? ¿Cómo escuchar cuando los gritos suenan más fuerte que
los argumentos? ¿Cómo se atiende una crítica mezclada con la descalificación?
Las campañas políticas dan lugar a muchas expresiones —auténticas o
manipuladas— de adhesión o de rechazo. En circunstancias como ésta, corren
por igual los halagos que la diatriba, el incienso y el lodo. Aparecen
adictos incondicionales de la misma manera de la que surgen enemigos
gratuitos. Odas y vituperios; realidades y ficciones; verdades y mentiras,
configuran un ambiente que deja a su paso el tufo inconfundible de la mezcla
entre intereses, conveniencias y oportunismos. De repente, candidatos y
dirigentes de todos los partidos políticos del mundo se pueden encontrar en
medio de una nube aromática y multicolor que generalmente distorsiona la
realidad que los rodea, y origina, a partir de verdades fantasiosas,
decisiones —que en el extremo de ser acertadas— no corresponden a los
dictados de la pasmosa realidad. La llamada ceguera de taller y la condición
humana —comprobada— que nos puede llevar a descubrir en un lienzo el color
que se busca o escuchar en el silencio el sonido aquel que uno asegura andaba
por ahí, puede ser el peor enemigo de quien ejecuta un proyecto para alcanzar
una meta que depende necesariamente de la percepción de los demás y no de la
propia. En el catálogo de las características ideales de un estadista,
aparecen combinaciones difíciles de obtener. Quien gobierna debe ser
profundamente humano y al mismo tiempo dueño de una frialdad objetiva, casi
implacable, a la hora de tomar sus decisiones. Quien ejerce un liderazgo debe
ser capaz de identificar entre los gritos, los argumentos; entre las malas
formas, las buenas razones; y entre las descalificaciones, la legítima
inconformidad. El buen gobernante busca equilibrio en la prudencia y no
permite que sus filias y fobias le inclinen la balanza del buen juicio. Quien
sabe gobernar entiende que en el juego de la contienda política, nadie gana
ni pierde para siempre, y que finalizada la contienda, el adversario aparece
de nuevo, pero convertido en interlocutor.
Esta semana, Enrique Peña Nieto presentó a la
ciudadanía un Manifiesto por una Presidencia Democrática, cuyas líneas
argumentativas han rescatado buena parte de las críticas que le han sido
lanzadas a su proyecto, a su partido y a él en lo personal. Ahí encontramos
ideas y propuestas que tienen como propósito atender las inquietudes de
quienes no simpatizan con su candidatura y, además, advierten que el proceso
electoral culminará inexorablemente con su victoria. Es por ello, que no
parece casual el escenario elegido para su presentación. Peña Nieto lo hizo
durante la reunión que sostuvo con el grupo plural de ciudadanos
autodenominado “Los Preguntones”. Este grupo está formado por personalidades
que no militan en partido político alguno y que hace varias semanas emitieron
una convocatoria para que todos los aspirantes a la Presidencia de la
República contestaran ciertas preguntas que ellos consideraron fundamentales
para el razonamiento del voto ciudadano. Esta agrupación congrega a
personalidades como Fernando Gómez Mont, Jorge G. Castañeda y Juan Ramón de
la Fuente, entre otros ciudadanos que han unido sus reflexiones críticas en
torno al proceso sucesorio por la Presidencia de nuestro país. Este documento
deja ver rasgos muy claros de la personalidad de Enrique Peña, así como
compromisos puntuales en torno al ideario que observará en caso de que el
voto mayoritario lo favorezca.
El manifiesto se presentó a efecto de que se complemente
con las observaciones y propuestas de la ciudadanía, pero más allá de lo que
resulte de este proceso, el ejercicio nos ha permitido conocer aspectos de la
personalidad y conducta del aspirante que encabeza las preferencias
electorales en México. Los mexicanos habremos de elegir entre varios
proyectos y diversas propuestas de solución para los problemas que nos
aquejan, pero también escogeremos entre tres distintos modos de actuar ante
la crítica y la diatriba. Algo así como el estilo personal de gobernar.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario