sábado, 26 de mayo de 2012

UN MANIFIESTO ENMEDIO DE LA CONTIENDA

Por: Eduardo Sánchez Hernández / El Universal
¿Qué hacer cuando te critican? ¿Cómo se debe actuar ante quien te ataca? ¿Cómo escuchar cuando los gritos suenan más fuerte que los argumentos? ¿Cómo se atiende una crítica mezclada con la descalificación? Las campañas políticas dan lugar a muchas expresiones —auténticas o manipuladas— de adhesión o de rechazo. En circunstancias como ésta, corren por igual los halagos que la diatriba, el incienso y el lodo. Aparecen adictos incondicionales de la misma manera de la que surgen enemigos gratuitos. Odas y vituperios; realidades y ficciones; verdades y mentiras, configuran un ambiente que deja a su paso el tufo inconfundible de la mezcla entre intereses, conveniencias y oportunismos. De repente, candidatos y dirigentes de todos los partidos políticos del mundo se pueden encontrar en medio de una nube aromática y multicolor que generalmente distorsiona la realidad que los rodea, y origina, a partir de verdades fantasiosas, decisiones —que en el extremo de ser acertadas— no corresponden a los dictados de la pasmosa realidad. La llamada ceguera de taller y la condición humana —comprobada— que nos puede llevar a descubrir en un lienzo el color que se busca o escuchar en el silencio el sonido aquel que uno asegura andaba por ahí, puede ser el peor enemigo de quien ejecuta un proyecto para alcanzar una meta que depende necesariamente de la percepción de los demás y no de la propia. En el catálogo de las características ideales de un estadista, aparecen combinaciones difíciles de obtener. Quien gobierna debe ser profundamente humano y al mismo tiempo dueño de una frialdad objetiva, casi implacable, a la hora de tomar sus decisiones. Quien ejerce un liderazgo debe ser capaz de identificar entre los gritos, los argumentos; entre las malas formas, las buenas razones; y entre las descalificaciones, la legítima inconformidad. El buen gobernante busca equilibrio en la prudencia y no permite que sus filias y fobias le inclinen la balanza del buen juicio. Quien sabe gobernar entiende que en el juego de la contienda política, nadie gana ni pierde para siempre, y que finalizada la contienda, el adversario aparece de nuevo, pero convertido en interlocutor. 
Esta semana, Enrique Peña Nieto presentó a la ciudadanía un Manifiesto por una Presidencia Democrática, cuyas líneas argumentativas han rescatado buena parte de las críticas que le han sido lanzadas a su proyecto, a su partido y a él en lo personal. Ahí encontramos ideas y propuestas que tienen como propósito atender las inquietudes de quienes no simpatizan con su candidatura y, además, advierten que el proceso electoral culminará inexorablemente con su victoria. Es por ello, que no parece casual el escenario elegido para su presentación. Peña Nieto lo hizo durante la reunión que sostuvo con el grupo plural de ciudadanos autodenominado “Los Preguntones”. Este grupo está formado por personalidades que no militan en partido político alguno y que hace varias semanas emitieron una convocatoria para que todos los aspirantes a la Presidencia de la República contestaran ciertas preguntas que ellos consideraron fundamentales para el razonamiento del voto ciudadano. Esta agrupación congrega a personalidades como Fernando Gómez Mont, Jorge G. Castañeda y Juan Ramón de la Fuente, entre otros ciudadanos que han unido sus reflexiones críticas en torno al proceso sucesorio por la Presidencia de nuestro país. Este documento deja ver rasgos muy claros de la personalidad de Enrique Peña, así como compromisos puntuales en torno al ideario que observará en caso de que el voto mayoritario lo favorezca. 
El manifiesto se presentó a efecto de que se complemente con las observaciones y propuestas de la ciudadanía, pero más allá de lo que resulte de este proceso, el ejercicio nos ha permitido conocer aspectos de la personalidad y conducta del aspirante que encabeza las preferencias electorales en México. Los mexicanos habremos de elegir entre varios proyectos y diversas propuestas de solución para los problemas que nos aquejan, pero también escogeremos entre tres distintos modos de actuar ante la crítica y la diatriba. Algo así como el estilo personal de gobernar.





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