La
eficiencia se logra mediante el uso compartido de la investigación
El sistema
de patentes incluso puede tener efectos perjudiciales sobre la innovación,
porque incentiva el secreto
Reformar
nuestro sistema de innovación no es solo una cuestión de economía
Es esencial desvincular los incentivos a la I+D de los
precios de los medicamentos
Joseph E. Stiglitz / El País
Cada año
mueren millones de personas debido a enfermedades que se pueden prevenir y
tratar, sobre todo en los países pobres. En muchos casos se pueden producir a
gran escala medicamentos baratos para salvar vidas, pero sus precios de venta
impiden que los compren las personas que los necesitan. Además, hay muchos que
mueren sencillamente porque no hay curas o vacunas debido a que se dedican muy
pocos recursos y talento de investigación mundiales a tratar las enfermedades
de los sectores pobres.
Esta
situación representa un fracaso de la economía y la legislación que debe
corregirse urgentemente. La buena noticia es que ahora hay nuevas oportunidades
de cambio, sobre todo mediante esfuerzos internacionales encabezados por la Organización Mundial de la Salud que empezarían a modificar el
régimen ineficaz de propiedad intelectual que obstaculiza el desarrollo y
disponibilidad de medicamentos asequibles.
Hay dos
problemas principales que ahora están limitando el acceso a los medicamentos.
Uno de ellos es que son muy caros; o más bien, el precio asignado es demasiado
alto, aunque el coste para producirlos sea de tan solo una fracción de ese
precio. Segundo, el desarrollo de medicamentos está orientado a obtener el
máximo beneficio económico, no social, lo que sesga los esfuerzos dirigidos al
desarrollo de medicamentos que son esenciales para el bienestar de la
humanidad. Como los pobres disponen de poco dinero para gastar, las compañías
de medicamentos, bajo las disposiciones actuales, tienen muy pocos incentivos
para realizar investigaciones sobre las enfermedades que padecen los pobres.
Esta
situación no debería prevalecer. Las compañías de medicamentos sostienen que
los precios elevados son necesarios para financiar la investigación y el
desarrollo. Sin embargo, en EE UU el Gobierno es el que financia gran parte de
la investigación y desarrollo en las cuestiones de salud: directamente,
mediante apoyo gubernamental (Institutos Nacionales de Salud o la Fundación
Nacional para la Ciencia), e indirectamente, a través de adquisiciones públicas
de medicamentos por parte de los programas Medicare y Medicaid. Incluso la
parte que no recibe fondos del Gobierno no constituye un mercado convencional;
la mayoría de las compras individuales de medicamentos con receta médica las
cubre el seguro.
El Gobierno
financia la investigación en servicios de salud porque los medicamentos
mejorados son un bien común. Los conocimientos nuevos benefician a todos porque
acaban con las epidemias y limitan las pérdidas económicas y humanas que
provoca la propagación de enfermedades. La eficiencia se logra mediante el uso
compartido de la investigación tan amplio como sea posible y tan pronto esté
disponible. Thomas Jefferson decía que el conocimiento era como las velas:
cuando se usa una para encender otra, no disminuye la luz de la primera. Al
contrario, todo se vuelve más luminoso.
Con todo, en
EE UU y en gran parte del mundo los precios de los medicamentos siguen siendo
exorbitantes y la propagación del conocimiento es extremadamente limitada. Ello
se debe a que hemos creado un sistema de patentes que ofrece a los innovadores
un monopolio temporal sobre su creación, lo que los incentiva a acaparar sus
conocimientos para no beneficiar a sus competidores.
Si bien este
sistema ofrece incentivos para determinados tipos de investigación porque hace
rentable la innovación, también permite a las compañías de medicamentos
aumentar los precios, y los incentivos no corresponden necesariamente a los
beneficios sociales. En el sector de la salud se pueden generar más
rendimientos mediante investigaciones sobre medicamentos que ya existen que
desarrollar un tratamiento realmente eficaz. El sistema de patentes incluso
puede tener efectos perjudiciales sobre la innovación, porque mientras que el
insumo más importante en cualquier investigación es el uso de ideas anteriores,
el sistema de patentes incentiva el secreto.
Los precios
elevados y la investigación sesgada se pueden solucionar si se sustituye el
modelo actual con un sistema de recompensa respaldado por el Gobierno. Con un
sistema de premios se recompensan los nuevos conocimientos que aportan los
innovadores, pero no retienen el monopolio de su uso. De esa forma, el poder de
los mercados competitivos puede garantizar que un medicamento nuevo se ofrecerá
al precio más bajo posible, no a un precio inflado monopolizado.
Por suerte,
algunos legisladores estadounidenses muestran un mayor interés en este enfoque.
El Proyecto de Ley del Fondo de Recompensa para el VIH/SIDA —iniciativa del
Congreso que introdujo el senador Bernie Sanders— es un ejemplo de ello. La
iniciativa de Sanders tiene una importante disposición destinada a incentivar
la investigación abierta, que haría que el modelo actual de investigación se
basara más en el intercambio que en el secreto.
Sin embargo, a
nivel global nuestro sistema de innovación necesita cambios más profundos. Los
intentos de la OMS para fomentar reformas sustanciales a nivel internacional
son cruciales. Esta primavera la OMS emitió un informe que aconseja soluciones
similares a las propuestas en la iniciativa del Senado estadounidense, pero a
nivel mundial.
El informe Research and
development to meet health needs in developing countries (investigación y desarrollo para
atender las necesidades de salud en los países en desarrollo) recomienda un
enfoque amplio que incluya contribuciones financieras obligatorias de los
Gobiernos para la investigación de las necesidades de salud en los países en
desarrollo, coordinación internacional para definir las prioridades en los
servicios de salud y su aplicación y un observatorio global que se encargue de
detectar dónde hay más carencias por atender. La comunidad internacional tiene
la oportunidad de empezar a poner en marcha estas ideas en la Asamblea Mundial
de la Salud de la OMS, que se celebra estos días en Ginebra, un momento de
esperanza para la salud pública en todo el mundo.
Reformar
nuestro sistema de innovación no es solo una cuestión de economía. En muchos
casos es un asunto de vida o muerte. Por ende, es esencial desvincular los
incentivos para las actividades de investigación y desarrollo de los precios de
los medicamentos, y promover un mayor intercambio de los conocimientos
científicos.
En EE UU la
iniciativa Sanders marca un avance importante. Para el mundo, las
recomendaciones de la OMS representan una oportunidad única en toda una
generación para remediar las atroces desigualdades tan antiguas en los
servicios de salud, y más ampliamente, establecer un modelo de gobernanza de
los bienes públicos mundiales adecuado para la era de la globalización. No
podemos dejar que se nos escape esta oportunidad.
Joseph E.
Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, es profesor de la Universidad de
Columbia.
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