martes, 29 de mayo de 2012

¿ES INEVITABLE EL TRIUNFO DEL PRI?

Alberto Aziz Nassif  / El Universal

 
    En los inicios de la alternancia electoral había una tesis que circulaba con insistencia: mientras más participación electoral de la sociedad, el voto de independientes, se reducen las posibilidades de triunfo del PRI. Se decía que el voto corporativo y clientelar del PRI tenían límite, techo, y sobre ese nivel la maquinaria era rebasada. Algo similar sucede ahora, hay un amplio sector de jóvenes que son el alma del movimiento estudiantil y han formado una ola que trae nuevos vientos a la campaña electoral.
    Se trata de un factor —novedoso en México— que no estaba contemplado, y no se saben todavía sus repercusiones. Sobre todo, me pregunto sobre las intenciones y preferencias electorales. Se trata de un sector que no había tenido una manifestación pública, pero que ahora ha ganado visibilidad. No tiene un núcleo unificado, enfáticamente se pide apertura mediática, equidad en la cobertura y en la información sobre las campañas. Estas demandas se juntan con otras agendas que se manifiestan abiertamente anti-PRI, que no quieren el regreso de este partido; una parte de esos grupos tampoco desean la continuidad del actual partido gobernante, por lo que el beneficiario puede ser el candidato de la izquierda con el que puede haber mayor armonía.
    El eje de la campaña ha girado hacia los temas estratégicos y contra los intereses dominantes que tienen al país atorado en tres direcciones: a) el desarrollo económico por la captura monopólica, por la estrategia dominante de un neoliberalismo excluyente que necesita un cambio para reactivar el mercado interno y revertir la desigualdad. Este modelo ya ha sido replanteado incluso por los países más ortodoxos como Chile. b) El desarrollo político por la complicidad de intereses mediáticos y partidocráticos que afectan la visa democrática y c) la captura del Estado frente al crimen organizado. Sobran razones para desconfiar de partidos, políticos, del panismo gobernante, pero sobre todo, hay muchos argumentos que apuntan a que el regreso del PRI sería como restaurar el viejo régimen. Pese a la imagen juvenil de su candidato, el peso de los intereses y compromisos de poder que lo soportan lo hunden cuando defiende a líderes sindicales que abiertamente ostentan corrupción, como el dirigente petrolero o la líder del magisterio. Las sonrisas y la mercadotecnia se terminan cuando se ven los esqueletos guardados que salen a la luz pública. Los impresentables del priísmo abundan, desde Montiel, Marín, Ruiz y Moreira hasta Yarrington y una larga lista para la que no alcanza el maquillaje. Muchos de estos indeseables están resguardados en las listas plurinominales del PRI.
    Peña ha sentido la presión de los estudiantes y el cambio en el clima de la campaña, los vientos se le han vuelto adversos y ahora trata de modificar la ruta cómoda y pasar a un improvisado plan “B” al que se le ven todas las costuras de la improvisación. La muestra más reciente fue el decálogo de respeto a las libertades democráticas que hizo, pero se equivocó porque se trata de libertades garantizadas por la Constitución. El candidato del PRI nos dijo que respetaría los derechos ya conquistados, ¿qué novedad tiene? Si no hubiera habido presión de los universitarios, ¿pensaba no respetar la Constitución? Queda confuso el propósito, pero se ve la necesidad de dar garantías, porque el contexto de exigencia para el puntero ha cambiado en sólo dos semanas y todo indica que seguirán al alza la presión y el rechazo.
    Una posibilidad es que en el último mes de la campaña se cierre la competencia. Lo que indican varias encuestas es que AMLO ya está en segundo lugar y se ha convertido en el principal retador del puntero. Los cambios en las intenciones de voto de las próximas semanas pueden ser impredecibles. Lo inevitable del triunfo de Peña se ha empezado a evaporar y eso es lo más interesante de esta campaña, que hasta hace tres semanas no anunciaba nada nuevo.

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