jueves, 24 de mayo de 2012

¿HA APRENDIDO WALL STREET DE LA CRISIS? LAS MALAS PRACTICAS, A LA ORDEN DEL DÍA





Ricardo Larrechea / elEconomista.es

  • La perversión del "demasiado grande para caer": la banca aprovecha su ventaja
El rol de Morgan Stanley en la fallida opv de Facebook, así como las enormes pérdidas de JP Morgan apostando con su propio dinero, ponen de nuevo de relieve las suspicacias sobre la forma de actuar de la banca de inversión, especialmente después de haber tenido que ser rescatado con cientos de miles de millones de dólares.
Casi cinco años después del estallido de la crisis financiera, y después de varias promesas de reforma del sector financiero, la gran banca estadounidense parace no haber cambiado. Es más, se podría argumentar que ha mejorado su posición, ya que el mercado asume que siempre habrá un rescate para ellos, lo que les permite financiarse más barato que sus competidores más pequeños y "peligrosos".
El último caso ha sido esta semana. Tres días después del esperado debut de Facebook en bolsa los títulos han caído un 18% sobre el precio de la opv. Muchos inversores acusan a Morgan Stanley, el principal colocador de la red social, de haber inflado el precio e incluso de haber avisado a algunos clientes preferentes de que su valoración real era más cercana a los 28 dólares. Su polémica actuación podría acarrear demandas y hay una investigación por parte del regulador bursátil, la Securities and Exchange Commission (SEC).
Sin embargo, hay otros ejemplos muy recientes. JP Morgan anunció unas pérdidas de 2.000 millones por las operaciones de un trader de derivados, la Ballena de Londres, pero las pérdidas podrían ser mayores de lo anunciado por su propio líder, Jamie Dimon.
Al igual que en el caso de Morgan, las autoridades investigan el caso y Dimon, hasta ahora encumbrado por la gestión de su banco en la crisis, se enfrenta a la ira de sus accionistas y a una posible dimisión por el descenso a los infiernos de JP Morgan.
Otro de los reyes de Wall Street que está en el disparadero es Lloyd Blankfein, presidente y consejero delegado de Goldman Sachs. Su salida del banco este mismo verano se da casi por segura, especialmente después del escándalo provocado por la carta del exempleado Greg Smith, en la que acusó a la entidad de trabajar solo en su propio beneficio y olvidarse de los clientes. Está en "bancarrota moral", aseguraba.
Reformas insuficientes: las perversión del too-big-to-fail
Los políticos han tardado poco en reaccionar ante estos escándalos. De hecho, el presidente de EEUU, Barack Obama, defende la necesidad de cambiar Wall Street citando el caso de JP Morgan.
Y es que los sucesivos intentos de reforma se han quedado cortos. Por ejemplo, la ley Dodd-Frank incentiva la transparencia en los derivados, mejora la supervisión y da poder al regulador para liquidar una entidad con problemas, así como busca evitar futuros rescates. Pero la regla Volcker, que forma parte de la ley Dodd-Frank, todavía no ha enrado en vigor. Y es más dura porque busca limitar las operaciones con dinero propio, exactamente lo que ocurrió en el caso de JP Morgan o el escándalo de Goldman Sachs apostando contra sus propios clientes.
Sin embargo, ambas tienen un problema: todo el mundo cree que las grandes entidades siempre serán rescatadas, lo que les otorga una enorme ventaja que no dudan en aprovechar. S&P y Moody´s ya han asegurado públicamente que el gobierno de EEUU rescatará a los grandes bancos en futuras crisis, y los tipos de interés que pagan las entidades sugieren que el mercado está de acuerdo, como recuerda la agencia Bloomberg. El too-big-to-fail ("demasiado grande para caer") se convierte en una ventaja competitiva sostenida por el contribuyente.
Ante esta situación, surgen con fuerza las voces que piden recuperar la famosa ley Glass-Steagall, algo que ya se planteó al inicio de la crisis porque tras el crack del 29 obligó a separar banca de inversión y comercial. El problema es que el sistema financiero ha evolucionado, es mucho más complejo y está mucho más interconectado que entonces. La caída de Lehman Brothers, que era un banco de inversión en puridad, contagió a todo el sistema, por lo que quizá no sea la solución.
¿Qué se puede hacer entonces para que la banca de inversión (y la comercial, con casos como los abusos hipotecarios de Bank of America) pierda su estatus actual? Bloomberg sugiere cambiar los incentivos y hacer que ser más grande sea a su vez más caro, bien mediante impuestos, bien mediante mayores requerimientos de capital. También se podría capitalizar el negocio de inversión y el comercial por separado, para que las pérdidas de uno no afecten al otro como se ha hecho por ejemplo en el Reino Unido.
Varios años después del comienzo de la crisis financiera, parece que las malas prácticas siguen siendo habituales en Wall Street. El único cambio es que además ahora gozan de la protección del contribuyente. Quizá sea hora de que los errores de los bancos los paguen ellos mismos y que el "demasiado grande para caer" y sus privilegios sean cosa de la historia.

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