Ricardo
Larrechea / elEconomista.es
- La perversión del "demasiado grande para caer": la banca aprovecha su ventaja
El rol de Morgan
Stanley en la fallida opv de Facebook, así como las enormes pérdidas de JP Morgan apostando
con su propio dinero, ponen de nuevo de relieve las suspicacias sobre la forma
de actuar de la banca de inversión, especialmente después de haber tenido que
ser rescatado con cientos de miles de millones de dólares.
Casi cinco
años después del estallido de la crisis financiera, y después de varias
promesas de reforma del sector financiero, la gran banca estadounidense parace
no haber cambiado. Es más, se
podría argumentar que ha mejorado su posición, ya que el mercado asume que
siempre habrá un rescate para ellos, lo que les permite financiarse más barato
que sus competidores más pequeños y "peligrosos".
El último
caso ha sido esta semana. Tres días después del esperado debut de Facebook en
bolsa los títulos han caído un 18% sobre el precio de la opv. Muchos inversores
acusan a Morgan Stanley, el principal colocador de la red social, de
haber inflado el precio e incluso de haber avisado a algunos clientes
preferentes de que su valoración real era más cercana a los 28 dólares. Su
polémica actuación podría acarrear demandas y hay una
investigación por parte del regulador bursátil, la Securities and Exchange
Commission (SEC).
Sin embargo,
hay otros ejemplos muy recientes. JP Morgan anunció unas pérdidas de
2.000 millones por las operaciones de un trader de derivados, la Ballena de Londres, pero las pérdidas podrían ser
mayores de lo anunciado por su propio líder, Jamie Dimon.
Al igual que
en el caso de Morgan, las autoridades investigan el caso y Dimon, hasta ahora
encumbrado por la gestión de su banco en la crisis, se enfrenta a la ira de sus
accionistas y a una posible dimisión por el descenso a los
infiernos de JP Morgan.
Otro de los
reyes de Wall Street que está en el disparadero es Lloyd Blankfein, presidente
y consejero delegado de Goldman Sachs. Su salida del banco
este mismo verano se da casi
por segura, especialmente después del escándalo provocado por la carta del
exempleado Greg Smith, en la que acusó a la entidad de trabajar solo en su
propio beneficio y olvidarse de los clientes. Está en "bancarrota moral", aseguraba.
Reformas insuficientes: las perversión del too-big-to-fail
Los
políticos han tardado poco en reaccionar ante estos escándalos. De hecho, el
presidente de EEUU, Barack Obama, defende la
necesidad de cambiar Wall Street citando el caso de JP Morgan.
Y es que los
sucesivos intentos de reforma se han quedado cortos. Por ejemplo, la ley
Dodd-Frank incentiva la transparencia en los derivados, mejora la supervisión y
da poder al regulador para liquidar una entidad con problemas, así como busca
evitar futuros rescates. Pero la regla Volcker, que forma parte de la ley
Dodd-Frank, todavía no ha enrado en vigor. Y es más dura porque busca limitar
las operaciones con dinero propio, exactamente lo que ocurrió en el caso de JP
Morgan o el escándalo de Goldman Sachs
apostando contra sus propios clientes.
Sin embargo,
ambas tienen un problema: todo el mundo cree que las grandes entidades siempre
serán rescatadas, lo que les otorga una enorme ventaja que no dudan en
aprovechar. S&P y Moody´s ya han asegurado públicamente que el gobierno
de EEUU rescatará a los grandes bancos en futuras crisis, y los tipos de
interés que pagan las entidades sugieren que el mercado está de acuerdo,
como recuerda la agencia Bloomberg. El too-big-to-fail
("demasiado grande para caer") se convierte en una ventaja
competitiva sostenida por el contribuyente.
Ante esta
situación, surgen con fuerza las voces que piden recuperar la famosa ley Glass-Steagall,
algo que ya se planteó al inicio de la crisis porque tras el crack del 29 obligó a separar banca de
inversión y comercial. El problema es que el sistema financiero ha
evolucionado, es mucho más complejo y está mucho más interconectado que
entonces. La caída de Lehman Brothers, que era un banco de inversión en
puridad, contagió a todo el sistema, por lo que quizá no sea la solución.
¿Qué se
puede hacer entonces para que la banca de inversión (y la comercial, con casos
como los abusos hipotecarios de Bank of America) pierda su estatus actual? Bloomberg
sugiere cambiar los incentivos y hacer que ser más grande sea a su vez más
caro, bien mediante impuestos, bien mediante mayores requerimientos de capital.
También se podría capitalizar el negocio de inversión y el comercial por
separado, para que las pérdidas de uno no afecten al otro como se ha hecho por
ejemplo en el Reino Unido.
Varios años
después del comienzo de la crisis financiera, parece que las malas prácticas
siguen siendo habituales en Wall Street. El único cambio es que además ahora
gozan de la protección del contribuyente. Quizá sea hora de que los errores de los bancos los
paguen ellos mismos y que el "demasiado grande para caer" y sus
privilegios sean cosa de la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario