domingo, 27 de mayo de 2012

EGOS E INMORALIDAD


Los adinerados de Wall Street se toman las críticas de Obama como un insulto personal.
Las mejoras de productividad de las tres últimas décadas apenas han llegado a los trabajadores
Los banqueros han sido rescatados, pero el resto del país sigue sufriendo 
Paul Krugman / El País

 
 Fachada de la Bolsa de Nueva York. / Peter Morgan (Reuters)

Tras una devastadora crisis financiera, el presidente Obama ha aprobado algunas normas comedidas y evidentemente necesarias, ha propuesto terminar con unas cuantas lagunas legales escandalosas y ha indicado que el historial de Mitt Romney de comprar y vender empresas, y a menudo despedir a los trabajadores y destruir de paso sus pensiones, hace que no sea el hombre adecuado para dirigir la economía de Estados Unidos.
Wall Street ha respondido —previsiblemente, me imagino— con lloriqueos y pataletas. Y en cierto sentido ha sido divertido ver lo infantiles y susceptibles que resultan ser los amos del universo. ¿Se acuerdan de cuando Stephen Schwarzman, de Blackstone Group, comparó una propuesta para limitar las reducciones de impuestos con la invasión de Polonia por Hitler? ¿Se acuerdan de cuando Jamie Dimoon, de JPMorgan Chase, calificó cualquier debate sobre la desigualdad en los ingresos de ataque contra la mismísima noción de éxito?
Pero el problema es el siguiente: aunque los directivos de Wall Street sean críos mimados, son críos mimados con un poder y una riqueza inmensos a su disposición. Y lo que están intentando hacer con ese poder y esa riqueza ahora mismo es comprarse no solo políticas que redunden en su beneficio, sino inmunidad ante las críticas.

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