Ciro Murayama / El Universal
Investigador de la Facultad de Economía de la UNAM
Jóvenes
participantes de la expresión estudiantil #YoSoy132, nacida contra la
manipulación informativa, se han registrado como observadores
electorales. Se trata de una buena noticia por al menos dos razones: 1)
entre más vigilada sea la elección, mejor y, 2) los jóvenes observadores
trascienden la denuncia y se involucran como actores responsables en
las elecciones.
Junto con la disposición a participar en la
observación, en las redes sociales empiezan a surgir dudas sobre la
credibilidad de las elecciones (ya se alerta del riesgo de un algoritmo
en las computadoras) y en la efervescencia de las marchas se ha llegado a
decir: “si hay imposición, habrá revolución”. Es entonces buen momento
para hacer recuento de algunos de los instrumentos de confianza de que
disponemos para asegurar que sea el voto ciudadano, nada más, el que
decida quién ha de gobernar y de llegar a los puestos de representación.
¿Quién
vota? Sólo ciudadanos que se registraron en el padrón y que recogieron
su credencial de elector. A diferencia del pasado, la lista de electores
no la conforma el gobierno, sino una autoridad autónoma, el IFE, bajo
la vigilancia de los partidos en cada distrito electoral (300 en el
país), en cada estado y a nivel nacional. Así, no hay ni “rasurados”
(gente borrada del padrón arbitrariamente) ni “muertos votantes” (podrá
votar sólo la persona que se presente con su credencial con fotografía
para evitar suplantaciones), y nadie puede votar dos veces porque el
pulgar del elector se marca con líquido indeleble.
¿Quién recibe y
cuenta los votos? A diferencia de 1988, no es la Secretaría de
Gobernación quien designa a los funcionarios de casilla, sino que ahora
son nuestros vecinos, que fueron sorteados (según la letra inicial de su
apellido paterno y su mes de nacimiento) y capacitados para ello. Pero
además, habrá representantes acreditados por los partidos y coaliciones
vigilando la operación de las casillas y estarán presentes en el momento
de contar los votos. Los funcionarios de casilla y los representantes
de las fuerzas políticas firman el acta de escrutinio y cómputo en cada
casilla, que es el documento con validez legal.
¿Qué información
oficial tendremos la noche de la elección? En primer lugar el conteo
rápido del IFE. Funciona así: a partir de una muestra representativa de
casillas a nivel nacional, toma los resultados de la votación para
proyectar una tendencia nacional, con lo que se conoce con alta
confiabilidad el porcentaje de votos que le corresponderá a cada
candidato. El afán del conteo es sólo informativo y no tiene efectos
jurídicos. Además se tiene el Programa de Resultados Electorales
Preliminares (PREP) que, como su nombre lo indica, brinda información
preliminar, también sin efectos jurídicos. El PREP publica en internet
información por casilla, por entidad y a nivel nacional de las
elecciones federales. Este año se ofrecerán imágenes digitalizadas de
todas las actas de escrutinio y cómputo de las casillas. Ningún otro
país hace tal ejercicio de transparencia desde la noche misma de la
elección.
¿Cómo se realiza el cómputo oficial de votos? Por ley,
el miércoles siguiente a la jornada electoral empieza el cómputo en los
distritos. Aunque se llama “cómputo” no se hace en un sistema
informático sino que, en los Consejos Distritales del IFE (donde tienen
voto seis ciudadanos independientes y están representados todos los
partidos), se van revisando y sumando una a una las actas de escrutinio y
cómputo de las casillas del distrito en sesiones públicas. Al terminar
la revisión de todas las casillas del distrito se obtienen los
resultados del mismo. La suma de los 300 distritos nos da al ganador de
la elección. No puede haber algoritmo que cambie la sumatoria hecha ante
los ojos de todos los partidos, coaliciones, medios de comunicación,
observadores y ciudadanía.
Así las cosas la incógnita del momento
no es si el voto se respetará, sino por quién votará la gente, que es
una incertidumbre propiamente democrática.
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